miércoles, 28 de septiembre de 2022

Vendaval.

Partiendo de la base de mi idealización de tu persona…

Podría decirte que mirarte se compone de silencios y pensamientos mal formados. El negro de tus ojos tiene la capacidad de abrumarme el alma, aunque suene complejo, es mucho más sencillo de lo que parece... Tengo la teoría de que contienen una hipnosis capaz de hacerme retroceder a vidas pasadas donde, sin duda, he coincido contigo. 

Es curioso poder mirar a una persona y sentir que el universo ha empezado mucho antes de vuestra existencia en esta vida, pero que os ha visto renacer y reencontraros una infinidad de veces...

Lo cierto es que, mirarte, va más allá de eso. Hay calma en el brillo de tus ojos, hay complicidad y reciprocidad. Cómo si, de alguna manera, a tu alma también se le abriese una ventana.

A veces, paso inadvertida a ellos, como si mirar la infinidad de tu ser estuviese restringido, como si los encuentros entre almas estuviesen predestinados a darse en ocasiones puntuales. Otras veces, por el contrario, los sorprendo observándome, encontrando en mí atributos que hasta ese momento no existían para ellos. Pero qué extraño, ¿no? ¿cómo iba a decirte eso y pretender que lo entendieses?

Sí, sin duda ese es el siguiente punto... tu complejidad camuflada de simplismo. Y es que tu mente es extraña; parece ofuscarse en las cosas redundantes, las cotidianas, parece que hablarle en términos más abstractos la crispe y devuelva a un estado de reacción primitiva, otras, por el contrario, descubro que esa simplicidad es una coraza y, debajo, hay un ser analítico que se pierde en sus propias ambigüedades. Que, tu manera de ver el mundo, lejos de ser sencilla, se compone por un amasijo de sensaciones que acaba por quedar reprimido en un gesto o una palabra escueta, haciendo que, el resto del mundo llegue a perderse ese universo oculto que te ensimisma... 

Sin embargo, la forma en la que pienso en ti cuando no te veo dista mucho;  tu figura se desvanece y pierde consistencia, como si de alguna manera te convirtieses en un ente extraño cada vez que pasa el fin de semana. No hablar contigo te disforma, hace que pierdas fuerza y que olvide qué es lo que sentí la última vez que eché una mirada al pozo que hay en tus ojos, la última vez que me sentí resguardada entre tu presencia, cómplice de una sonrisa. Por curioso que parezca, resulta no ser algo que añoro. Tomo costumbre del silencio que establecemos entre semana, lo aclamo de manera inconsciente, es una manera de impedir que pueda echarte de menos, de recordar el lugar que tengo para ti y acaba por gustarme que te conviertas en un extraño el resto de la semana. También me gusta que nuestra conexión se rompa, así no ando buscándola cuando nos vemos, la olvido, no necesito que se de, más bien dejo abierta la puerta para que suceda por ella misma si tiene que materializarse de nuevo o, por el contrario, dejarte como un extraño un día más...

¡Qué complejo!

Ya debes saber que mis sentimientos siempre oscilan, son trapecistas manteniéndose en la fina línea entre la fraternidad y el amor, entre la calma y la ira. Ojalá pudiese tener una respuesta a lo que se levanta en mi interior cada vez que nos vemos, lo que queda cuando nos separamos, una palabra hecha para dos almas que se encuentran y permanecen, pero nunca son en ninguna de sus formas, pero... tal vez ni exista.