domingo, 16 de octubre de 2022

Muda.

Concienzuda, concienciada... 

¿Es eso?... Esta espiral parece devorar las entrañas, es una vorágine que parte del interior y arrasa cuanto soy.

¿Pero, qué soy? A veces, esta piel no parece la mía. Me siento ser en un caparazón que no es lo que soy... Y otra vez la espiral.

¿Qué soy? Un ente disforme, tan dual que no queda representado en ninguna de sus formas. Soy todo y soy nada, porque para ser algo, para alzarme en el absolutismo debo dejar de ser y es imposible; no puedo dejar de ser lo que no soy y lo que soy a la vez... Espiral, espiral...

Si visto esos ojos, los que no son realmente los míos, porque el traje ha dejado de representarme; puedo juzgarme. Cuando lo hago, no me entiendo... ¿tanto supone el platonismo? ¿tanto suponen esas ideas abstractas para no permitirme banalizarme de nuevo?

A veces, lo echo de menos... te echo de menos. Me reconozco tan fehacientemente en esta nueva versión de mí misma que... ya no me reconozco. ¿Dónde quedó mi simplismo? ¿Dónde quedó aquella parte de mí que estaba dispuesta a vender su alma por verte feliz?

No me reconozco... Ya no aspiro a tales argucias, mi yo interior ya no se las cree, pero, a la vez, me reconozco más que nunca, porque mi mente ha obviado lo intrascendental, sus aspiraciones cada vez se desvinculan más del lívido y redundan en lo metafórico.

Si volviese a ti, si volvieses, ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo coparía esta nueva versión de mí a la que yo representaba? ¿Nos reconoceríamos al mirarnos?

A veces, sueño que no te has ido y he seguido perdiéndome en el camino de lo humano, pese a haber pasado la vida convencida de que esa no era mi dirección. Es confuso para mí sentir que me pierdo y no pierdo de igual manera, cuando pienso en ti. Porque la añoranza de la cópula que formábamos se enfrenta al deseo de unidad que irradia todo mi ser.

Y me sorprendo imaginando las nuevas versiones de nosotros mismos, dejándote crecer a mi lado, en mi nueva versión no privativa que sabe que, su corazón, de alguna manera, va a quedar siempre ligado a ti porque, al pensar en el amor, no concibe volver a adentrarse en palabrerías y demostraciones, no concibe ser de nuevo lo que ha sido, porque volver a lo humano es perder la humanidad.

El universo ha ardido y lo he estado contemplando en primera fila con un extintor en las manos. ¿Por qué no lo accioné? ¿Había, acaso, opción de hacerlo? Es uno de esos conocimientos que, paradójicamente, prefiero no adquirir. Tal vez tú mirabas el mismo fuego, pero tu extintor no funcionaba, o, tal vez, decidiste no tirar nunca de la anilla, tal como hice yo.

¿Te encuentras en el mismo baile, también te pesa la piel? Llevo meses en esta interminable muda y, siento que, va a durar eternamente. No, más bien, espero que dure eternamente, porque contentarme sería volver a lo que fui, volver a lo mundano.

¿Es acaso el amor esto siempre?, ¿un transcurso mermante en el que se pierde la identidad del ser por una conjunción? Sigo divagando en la esencia de lo incorpóreo, en la pureza de un sentimiento que no transmute, que deje ser y concebir, a la vez que sea y conciba, pero, cuanto más  me pierdo en la divagación, más surrealista se convierte. Más prejuicios, más exigencia; más lejos de dejarse llevar y más cerca de cerrarse a la unidad del ser.

¿A caso importa? Me refiero... ¿tan relevante es combinar con alguien como para perderse a uno mismo?

No, a mí ya no me importa. Solo mi parte visceral se regodea en la añoranza, pero es ella misma la que sabe donde no va a volver; está aceptando la muda.

jueves, 6 de octubre de 2022

Somos esto.

Esta noche tu recuerdo ha quedado evocado, flotando a  expensas de que mi parte lógica abandonase todo resquicio de mi cuerpo, y, la visceral, surgiese entre las cenizas de la deconstrucción de mí persona.

¿Otra vez suena extraño? Lo siento, futura yo, esta no es una de esas entradas de las que puedas escapar haciendo caso omiso. No, no.  Más bien sea otra de esas muchas otras que vuelvas a leer y, cómo no, pienses por qué diantre no la has borrado todavía.

Ya sabes por qué estamos aquí; es por él. Por la persona que más redunda en este blog, por la persona que nos destruyó e hizo que se marcase una dualidad férrea en nuestro interior que, con los años, no ha hecho más que seguir creciendo.

Hoy ha sido otra de esas noches, de esas que últimamente tenemos. Dentro de unos años habrás olvidado la época en la que escribiste esto, pero me gustaría recordarte que estás en la segunda deconstrucción de tu persona; la segunda que recuerdas de las que decidiste marcar como un hito. 

¿Qué nos ha llevado a eso? Tal vez esta pregunta ni te la hagas, creo que sabrás de sobra la época desde la que te estoy hablando, pero... por si dejas olvidado este lugar otros muchos años, recordarte que, en efecto, este camino se trazó por una ruptura.

No la primera, ni la segunda; esta es la tercera. La que ha hecho que no entiendas muchos aspectos de la persona que volvías a ser cada vez que entrabas en una relación. La persona que eras cada vez que decidías abandonarte a ti misma por alguien más.

Creo que puedes sentirte orgullosa cuando leas esto, conseguimos retomar el camino una vez más. Redescubrimos nuestra psique interior, nuestra naturaleza más analítica; hablamos con nuestro raciocinio. Esta vez, Berni no ha aparecido, al menos, no tanto como la vez pasada. Esta vez hemos forjado a Alistóteles.

Estoy segura que de esta no vas a olvidarte, pero tal vez sí olvides cómo la parte lógica adquirió un sentido... Ya que, ¿a caso recuerdas cómo la visceral acabó por tomar consciencia como Berni? 

Sorpresa, sorpresa, personaje ambivertida con ansiedad social, Alistóteles nació de tus amigos. ¿Tiene lógica, no? ¿A caso Berni no nació de la soledad? 

Es el raciocinio y la objetividad que nos esforzamos en representar cuando alguien nos habla de aquello que le duele, es la versión de nosotras que hemos trabajado en años de soledad, la que queríamos mostrar cuando consiguiésemos poder convivir y ser felices en compañía, no de una pareja, ¡olvídate de eso que llevamos años pecando de lo mismo!, esta vez ha sido en compañía de personas dispersas...

Todas ellas conectando con una parte de tu psique, desde la mística, las intensas, el soso, el analítico ¿te suenan a estas alturas? Dales las gracias por sacar lo mejor de ti.

Ahora bien... no es eso por lo que estoy aquí, escribiendo para ti. Hoy hemos desbloqueado un recuerdo y ha sido gracias a Alistóteles (evidentemente, no te iba a contar su historia en balde).

A estas alturas, debes saber que nos ha hecho llorar, como tantos otros, pero ¿sabes una cosa? Esta vez no ha sido un recuerdo de culpa, en serio...

Él estaba allí, en el cuarto del tete, y tú le escuchabas hablar con la prima Jose. Estaba frente al ordenador y sonreía. Es paradójico que te cuente esto llorando, pero esta vez no solo lloramos de nostalgia, hay felicidad en estas lágrimas, Ali. ¿Sabes qué veo ahora cuando miro a papá sentado en el escritorio del tete? Le veo sonreír y contar, con mucho orgullo, que su hija ha escrito su primer relato para un concurso del cole. "El sueño de Simón y Lucy", ese corto relato de caballería en el que no querías hablar más que de amor... Ya ni siquiera me da vergüenza, es bonito ver dónde empezaron a romperse todas nuestras ilusiones y en qué punto estamos, pero... fuera de eso, ha sido hermoso recordar a la primera persona que se paró a prestar atención a lo que había en nuestro interior.

Llevo toda la noche dándole vueltas, entre lágrimas, ¿es posible que naciese ahí el amor que tenemos por la escritura? ¿sigues pensando que escurrirte entre las frases que vas dejando es la manera más hermosa de morir, de vaciar nuestro interior?

No paro de pensarlo... Somos esto, Ali.