sábado, 10 de febrero de 2024

Divagaciones III: La bruma de los sueños.

Corremos de camino al río, como si el tiempo no hubiese acontecido.

No hubiese entumecido nuestra piel, allí donde nuestras manos se tocan, no hubiese hecho un caparazón pétreo allí donde el corazón retumbaba en sus latidos.

Vamos descalzas porque, el hendir de la gravilla en la planta de nuestros pies, no es suficiente para borrarnos al sonrisa.

Te giras a mirarme, con esa sonrisa de ojos chinos que tantos años se me ha clavado como estacas, y me aferras más fuerte, mientras rompes conmigo la tranquilidad del agua, en un impacto frío.

Nuestras manos se sueltan en medio del agua, pero vuelven a encontrarse cuando la rompemos de nuevo, buscando aire en la superficie.

Tu risa vuelve a llegarme, como una dulce melodía que contorna mis oídos; un sonido que llevan años queriendo volver a escuchar.

Me tiras agua, aun riendo. Yo te sonrío de vuelta, claro, pero no sabes que, el surco que ves dibujarse en mis labios, es una risa entumecida, triste, porque todo mi ser sabe que, este fragmento, no es real. 

Sólo es un recreo de mi mente para traerte de vuelta un tiempo, aunque esta ya no seas tú. Aunque, al despertar, vayas a borrarte, junto con mi risa quebrada. Pero ahora estas aquí, ¿no? eso es lo único que me importa.

Así que, apreto tu mano, no dejo que te escurras y, mi siguiente sonrisa, es la más cálida que encuentro. Porque no eres real, pero tu recuerdo sí lo es y no merece una sonrisa quebrada en este instante tan nuestro.

Al mirarte vuelvo a casa. Y me pregunto, en medio de esta utopía teñida de tristeza, si no será que siempre encontré en ti a mi persona de vida, pero que, este amor, encontraba un muro tan alto como ser personas del mismo sexo, con gustos por el sexo contrario.

Me pregunto si, este amor, durará para siempre en mis recuerdos, melancólico, a la espera de volver a encontrar alguien que, sin poder llegar a serlo, sea el amor de mi vida.

Después de esto, quedan brumas y resquicios del despertar.