martes, 27 de septiembre de 2016

Aquel hombre la miró largo rato, escrutando su dolorido semblante.
    -Las personas decepcionan -le dijo-. No es algo que tú no supieses.
La chica continuó afligida, él suspiró.
    -Vamos, mírate... No es para tanto.
    -Tú no lo entiendes -respondió ella.
Su voz se había dejado caer prácticamente amortiguada, temblorosa, en un suspiro lastimero. Él la observó a través de los cristales amarillos de sus gafas.
    -¿Qué es aquello que debería comprender, pequeña?
La chica alzó sus acuosos ojos a él, su mirada almendrada brillaba.
    -¿Alguna vez sientes que estás solo? ¿Que no hay nadie a quien le importes a tu alrededor? Día tras día tratas de esforzarte, siempre sacas tu mejor sonrisa, tu mejor actitud, pero día tras día el mundo te golpea de una manera u otra. Aprendí a no aferrarme a las personas, traté de que no empezasen a importarme, porque cuando lo hacían... Cuando lo hacían solo yo sentía, solo yo caía. Perdí a todos cuantos quería por el camino porque nunca supe dar poco de mí, siempre lo di todo y decepción tras decepción fui cerrando puertas hasta quedarme sola... Mamá se fue, él, ella, hasta tú te fuiste...
   -Yo estoy aquí -le dijo, tratando de consolarla en vano.
   -Tú no eres real papá, tú moriste y me dejaste tan sola como el resto.