Aquel hombre la miró largo rato, escrutando su dolorido semblante.
-Las personas decepcionan -le dijo-. No es algo que tú no supieses.
La chica continuó afligida, él suspiró.
-Vamos, mírate... No es para tanto.
-Tú no lo entiendes -respondió ella.
Su voz se había dejado caer prácticamente amortiguada, temblorosa, en un suspiro lastimero. Él la observó a través de los cristales amarillos de sus gafas.
-¿Qué es aquello que debería comprender, pequeña?
La chica alzó sus acuosos ojos a él, su mirada almendrada brillaba.
-¿Alguna vez sientes que estás solo? ¿Que no hay nadie a quien le importes a tu alrededor? Día tras día tratas de esforzarte, siempre sacas tu mejor sonrisa, tu mejor actitud, pero día tras día el mundo te golpea de una manera u otra. Aprendí a no aferrarme a las personas, traté de que no empezasen a importarme, porque cuando lo hacían... Cuando lo hacían solo yo sentía, solo yo caía. Perdí a todos cuantos quería por el camino porque nunca supe dar poco de mí, siempre lo di todo y decepción tras decepción fui cerrando puertas hasta quedarme sola... Mamá se fue, él, ella, hasta tú te fuiste...
-Yo estoy aquí -le dijo, tratando de consolarla en vano.
-Tú no eres real papá, tú moriste y me dejaste tan sola como el resto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario