jueves, 26 de enero de 2023

Interés.

En el mundo de los sueños, Oniria, tu piel viste aterciopelada. 

Reluce con el roce de la mía, fluctúa con mi movimiento. Se viste de delicadeza tu conducta, también tu sonrisa, que acompaña cada acto de la escena que se sigue perpetuando de manera onírica. 

Despertar resulta complicado, porque seguimos manteniendo esa confrontación distante y poco detallista en la que el amor parece una lucha de egos... más que un cauce sencillo y con clara desembocadura.

Despertar, reitero,  resulta complicado...  porque me aguardan los silencios mal perpetuados, los falsos amagos y la tirantez de la inconstancia. 

Entonces, podría relatarte que el juego me aburre y no me engancha, porque la falta de interés no suscita en mí ningún anhelo más que la prohibición a mí misma de sentir algo más allá del pasajero deseo, más bien carnal y, cada vez, menos profundo, menos kármico o espiritual.

Luego entonces, yo doy menos de mí fuera de Oniria, pero me entrego a ti en la vigilia, donde, cara a cara, podemos desvestirnos de corazas, miedos u ataduras, y entregarnos al otro dentro de una libertad poco condicionada, dentro de un respeto mutuo, unas ganas mutuas… una reciprocidad.

¿Crees que tu corazón tendrá un hueco para bailar?

Desde que lo escuché latir, recostada sobre tu pecho en el nido que hicimos de tu sofá, tengo la duda de que se acelere realmente por mí... y, has de saber, yo odio sentirme mundana.

No estoy hecha para las medias tintas, las aborrezco tan pronto como la lógica interfiere y decide abolir a la empatía, para que deje de darme una justificación a todas tus acciones; mi pasión es poco de dejarse llevar sin sentir seguridad.

Quería que supieses, si alguna vez decides pasar por aquí... si alguna vez te decides a saber qué alberga el fondo de mi corazón. Si  decides desnudarme el alma y no solo quitarme la ropa que, de verdad, creo que eres una de esas personas adecuadas en uno de esos momentos cargados de infortunio... 

Lo sé al mirar a tus ojos, al escuchar tu risa... al besarte e incendiarnos mutuamente, porque pocas personas incendian mi interior.

Tal vez debiste cruzarte con una versión pasada de mí misma, ella te habría sabido esperar, habría sabido luchar y aguantar. 

Yo te sé comprender, sé interpretar que no es tu momento y soy incapaz de enfadarme contigo por ello, pero... en esta versión de mí misma elijo priorizarme. Ahora mismo, la paz mental es tan importante como para que dejes de estar en mi cabeza cada vez que voy a dormir y, para eso, primero hay que hacerme entender que pareces tú... pero no lo eres.


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