sábado, 6 de enero de 2024

Dagas.

Las personas somos dagas. Aliadas si las tomas por la empuñadura, hirientes si las tomas por el filo.

Y, en primera instancia, vas a ciegas, no sabes con qué se va a topar tu mano.

Yo hoy corto. Debo de ser toda filo. Hoy cortas; también debes serlo.

Han vuelto los sentimientos agónicos y me vuelvo a hundir en el agua. Ahora, ya no soy la mártir. Ahora me hundo con mi propio peso también.

Tú tenías tus herramientas y tus ganas, con ello hiciste lo que pudiste. Yo también hago lo que puedo, a sabiendas que hay tristeza en los dos lados del río. Tiempo atrás, no quise cruzarlo, tuve esa conversación con el barquero, pero se me olvida que estaba perdiendo el alma y quemé la última oportunidad antes de coger la barca.

Nada es fácil cuando lleva sentimientos. Lo fácil hubiese sido que no los llevase, pero no tengo esas cartas esta vez. Así que me subí a la barca y di mi fragmento de felicidad. En días como hoy, noto el hueco.

Pero las cosas son como son. Estoy en esta barca, con esta mochila de piedras, por un motivo y, a veces, parece que se me olvide qué me ha traído a este viaje, así que me toca abrir la mochila y ver las lágrimas en cada una de las piedras. Es mi acto egoísta para no sentirme tan culpable, pero, aunque me gustaría, no te creas que funciona del todo.

Causa un efecto rebote y el dolor está llamando a la rabia; el odio está entrando en juego. Así que, antes de que lo haga, he decidido cerrar la mochila y ponerle un candado.

Lo entenderás si te explico que, toda mi infancia y adolescencia fui una persona atrapada en el pasado, en todo aquello que perdí. Tras la infidelidad que viví, pasé a quedarme atrapada en el futuro y en todas las cosas que deseaba que hubiesen sido y nunca fueron, siempre a la espera de realidades que nunca llegaba a alcanzar.

El año pasado conseguí vivir en el presente. Ser mejor con las cosas que tengo ahora y seguir construyendo para paliar todo aquello que hice mal. Eso implica olvidar grandes momentos, tanto malos como buenos, para dejar el espacio suficiente y centrarme en eso que tengo delante. En este último tramo, perdí a esa persona que tanto me costó construir y ahora la tengo que recuperar. Está siendo duro, pero lo agradezco, porque al fin entiendo cosas que, sin este tramo, no podría haber entendido nunca.

No me arrepiento de cómo he hecho las cosas, porque luché hasta quedarme sin alma por aquello que quería, hasta comprender que lo tenía que dejar marchar porque me había perdido a mí misma y no iba a ser capaz de recuperarme en ese camino. También te pido perdón por decidir ser egoísta esta última vez y priorizarme a mí, pero no podía seguir perdiéndome y sé que es algo que entiendes.

Cada vez que hablamos, tengo que volver a ese camino y abrir la maldita mochila, siendo que las piedras caen en avalancha sobre nosotros. Así que, en este punto, la opción más sana es dejar de abrirla, aunque eso nos devuelva al inicio del camino y volvamos a ser dos extraños.

Lo hago porque no quiero que vuelvas a encontrar un filo cuando me busques, ni tampoco quiero seguir sintiendo que tus palabras no son sinceras, que no correlan con tus acciones y manipulan, trayendo consigo también ese filo.

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