lunes, 22 de agosto de 2022

Luna en Escorpio.

 ¡Me he cansado! le dije.

Los ojos de Cosmo relampaguearon al mirarme. Lo habría visto ya, seguro, reflejado en las estrellas.

Pero era cierto, lo sentía en el pecho; una nueva puerta se había abierto, sumándose al resto de realidades. Había adquirido una nueva visión, como ocurría cada vez que descendía al abismo.

Aquella vez no había sido diferente a las anteriores, ni mucho menos; el abismo rasgaba las entrañas, revolvía sobre uno mismo, te dejaba desvaído y, lo peor de todo no era aquello, sino regresar. Volver a subir a tu vida, como si no te acabasen de derruir por dentro.

No todo el mundo podía regresar, muchos eran los que se perdían en realidades de la mente, hasta aquel momento ocultas. Pero yo estaba de vuelta, de nuevo recompuesta y tenía el pomo de aquella nueva puerta bien aferrado.

 Comprendes, ahora, que no puedes salvarles a todos —Cosmo no me lo preguntaba, lo afirmaba con una sabia sonrisa.

Claro que lo comprendía, lo veía a través de la puerta.

Estaba tan embelesaba por su dolor, que me había perdido en el intento de salvarle, cuando él no quería ser salvado. Ahora lo veía claro, ahora podía postergarlo al segundo plano. 

Era un ápice más consciente del poder que tenía el dolor de los demás sobre mí. Lo agradecía.

— ¡Es que no debió hablarme de su dolor! protesté, aun a sabiendas que Cosmo no me juzgaba—. Pero ya me he hecho la promesa —le dije, casi sin mirarla.

Mis ojos estaba fijos en el topacio místico que descansaba sobre mi dedo anular. Aquella vez, iba a priorizar por mi misma, por mi propio dolor, ¿quién, sino, iba a cuidar de mí más que yo? 

Era una guerrera, aquello ni siquiera iba a ser una cicatriz. No, porque llegaban cosas peores...

Sabía que me aguardaba la prueba más fehaciente; se acercaba el invierno. 

Iba a ser un invierno largo, frío, triste... Y después, probablemente, la primavera seguiría siendo helada, pero no me importaba. Iba a apostar por mí, debía volver a hacer aquel tedioso camino por el que ya había pasado otras veces, solo que, esta última vez, no iba a escatimar en quererme.

— Sabía que podrías, amiga. Ya te lo dije; vi tu Luna en Escorpio —Cosmo sonreía.

Le devolví la sonrisa. 

Las cosas siempre pasan por una razón; aquella era la mía.

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