domingo, 17 de septiembre de 2023

La hipótesis del abismo.

Ha mirado fuera de una misma y no ve nada.

Se desconoce en los ojos que le devuelven la mirada, tal vez porque no comprende las realizaciones de esos ojos, distantes y cercanos.

Trata de mudar de piel, viste un nuevo traje. Pero sigue adornando ese traje con sus gafas de cristales tintados.

El abismo ha cambiado. Lo nota. No es el mismo que le ha devuelto la mirada durante tantos años.

En el fondo, ya no ve el caos, ahora escucha el eco de un tambor, profundo, retumbar de manera sosegada.

Ahora, el caos solo permanece adherido a su piel. Y no le sirve. Siente que ya no le sirve.

Su alma vibra, resuena por si misma. Ya no necesita que el abismo la absorba para rehacerla, sabe coger los fragmentos y utilizarlos. Hacerlo sin el caos.

Se quita la piel. Ya no es cuestión de cambiar de muda, es cuestión de dejar sus cicatrices a un lado.

El caos es astuto, en parte, todavía se adhiere a su cuerpo despellejado. Pero ya no es lo mismo. Ese cuerpo ya no es suyo, ya no va a hacer lo que quiera de él.

La viajera está bajando de nuevo al abismo, pero, esta vez, es diferente. 

Ya no espera perderse en sus profundidades. Mantiene a raya la oscuridad; tiene que ser parte de su luz, no una piedra en su mochila.

El abismo es claro esta vez, porque su luz nunca había brillado con tanta fuerza. Eso le aterra.

La luz, a mayor visibilidad, más sencilla es de robar, de mancillar; de apagar. Tiene miedo, no quiere que se aprovechen  de su luz.

Pero el abismo es claro ahora. Entre el eco del tambor, escucha a su voz susurrar:

- Hasta donde llegues. Esta vez, sin perderte.

Sus palabras, livianas, suenan sencillas, pero ella tiene bagaje. Sabe los pedazos de alma que ha perdido, reclusos, entregados a otras personas que los destrozaron.

- ¿De qué tienes miedo?

Susurra el abismo. Y qué absurdo se le antoja a ella. Como si no fuese más que evidente.

Tiene miedo de volverse a perder. De entregar sin recibir. De ayudar a sanar y volver a enfermar.

El abismo ríe: sus miedos le parecen insignificantes.

- Ahora, ya no vistes el caos. Sabes dónde parar. Si te pierdes, sabrás anteponer tus necesidades. Que el miedo no te quite la oportunidad de conocerle. Que tu templanza no se vaya antes de tiempo.

La viajera duda:

- No conozco esta parte del camino -le reconoce-. Nunca antes he andado con nadie de esta manera.

- ¿Y tan malo es eso? Igual, por eso este sea el camino que debas seguir.

- ¡Pero no sé seguirlo!

Trastabilla y resbala. Cierra los ojos con fuerza. El caos se adhiere a su pecho, lo oprime. Es ahí donde más daño puede hacer; lo sabe.

La viajera se aferra a las rocas. Va a volver a subir. Siempre lo hace.

- Tú llamas al caos.

Susurra el abismo.

- ¡¿Y cómo dejo de hacerlo?!

Grita ella, desesperada. El abismo aguarda, antes de preguntar:

- ¿Cómo sabes que vas a volver a subir?

- Porque siempre lo he hecho.

- Eso no quiere decir que vayas a volver a subir. No conoces el futuro.

- Pero confío en mí. Sé que lo haré.

- Pero puedes estar equivocada.

Pero es un riesgo que asume, ¿quién sería ella si no luchase?

El abismo ríe; ha escuchado sus pensamientos.

- Una persona adormecida por el miedo, por el caos. Eso serías. Eso estás siendo.

- ¿Y si sale mal?

- ¿Y si sale bien y tu miedo te lo impide?

La viajera ríe. Se siente pequeña. Estúpida.

El nuevo camino es hermoso y el tambor que retumba, que le aguarda a lo lejos, que le apacigua, es de él. Pero tiene tanto miedo como ella; también tiene caos.

Ella sabe de sobra lo que es eso. El caos le ha aferrado el pecho toda la vida, le ha hecho alejarse de lugares en los que quería permanecer, le ha hecho aislarse.

Si el tambor que escucha se apaga, si también se deja dominar por el caos, ella no puede hacer nada. Su bondad tiene que tener un límite, pero este límite no debe marcarlo su propio caos. Es algo que ahora sabe.

Este límite debe marcarlo ella, cuando vea que se pierde en el camino nuevo y no tiene vuelta atrás. No antes de haberle prestado su luz, no antes de haber llegado al tambor e iluminar juntos las tinieblas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario