sábado, 2 de septiembre de 2023

Petricor.

Las coincidencias no existen. Todo me está llevando a ti.

Mi alma sabía que iba a llover, o tal vez me esté volviendo loca.

Petricor, petricor...

El olor que acompaña la lluvia, recorriendo, suave, fresco, mi sistema respiratorio. Qué mágico es algo tan simple. Qué puro es algo tan simple.

La lluvia de hoy me apacigua, ha sacado al miedo por un momento. Las cosas no cambian, no dejo de ver esta tediosa incompatibilidad, aun así, estoy serena para pensar en ti con dulzura. Para pensar en ti a través de la lluvia.

Me está calando sin rozarme, al igual que lo estás haciendo tú en este momento. 

El olor me mece, nos transporta a ambos a la nada, en medio de las gotas. Veo tus ojos brillar con fuerza, como cuando me cuentas algo que te apasiona. Me dicen que también te has alegrado de conocerme, aunque solo sea una pequeña parte; esa que va a ser siempre tuya.

Tengo el corazón preso, hecho un amasijo de vacío, descompasado. Quiere gritarme que él manda, pero hace muchas malas experiencias que no lo hace.

Yo sé lo que valgo, lo que merezco, lo que necesito. Y también sé que eres puro, que eres bueno, que me quieres a tu verdadera manera, que tal vez sea esta que ha salido al disiparse un poco la intensidad.

Yo no tengo una manera distinta de querer. No soy de términos medios en el amor, siempre voy con todo. Me cuesta que alguien entre al interior absoluto, es una construcción lenta y de mucho interés, no de un mes, ni dos. De muchos más. Mucho tiempo rasgando, amueblando, afianzando mi confianza.

Una vez alguien entra, es difícil que salga, aunque decida no estar en mi vida. Si sale fácil, es que nunca llegó al núcleo, o que fui haciéndole retroceder, capa a capa, para poder dejarlo marchar en paz.

Soy así, de pocas personas que me importen, pero por las que sacrificaría mis necesidades porque sé que es tan recíproco y mutuo, que no tengo miedo en comprender y aceptar los biorritmos y altibajos. 

Pero para eso, para eso necesito construir. Para querer con el alma, hay que tocarla muchas veces, desde el interior, desde las deconstrucciones, desde las cenizas de las desavenencias, porque es ahí donde se conocen realmente las personas, y no desde esos hermosos páramos de las similitudes, sin salir nunca de la zona de confort.

Petricor, petricor...

Hoy somos nosotros todo lo que se mueve en mi pecho. Porque lo entiendo y lo acepto. Te quiero como para que no te vayas, te quiero para darte mi amistad una vez se haya pasado el duelo.

Porque eres especial, qué raro que diga eso... Siempre soy yo la que se cree especial.

Eres diferente, como una extraña reliquia y hoy, de alguna manera que ni yo comprendo, percibo el dolor del que me has dado pocos matices, pero que siento que anida en tu interior.

Hoy entiendo mejor tu duelo y tus miedos, hoy son míos también. Son míos, como para no querer dejarte solo nunca, como para ser una vela en tus tinieblas.

Sólo déjame decirte cómo me siento, déjame escuchar cómo te sientes tú. Sólo dejemos los miedos a un lado y entendámonos, por difícil o distintas que sean nuestras maneras de sentir. 

Déjame hacer el duelo y volver para no irme nunca.

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