jueves, 2 de noviembre de 2023

La hipótesis de la llama.

A veces, es difícil.

El silencio ensarta el alma para alguien como yo. Parece que muera a la espera de encontrar a alguien con quien pueda hablar todos estos ardides que queman el interior.

A veces, reflexiono sobre las iteraciones humanas y en cómo cada uno es presa de sus propias necesidades.

Es posible que haya una brecha, inaudita para quien se deleita en el clamor de la sobreestimulación. A mí la sobreestimulación me queda pequeña. Me aburro, pues, si no consigo desentrañarme y desentrañar a otro, si ese otro no me desentraña y se desentraña.

He pensado, más de una vez, que no me gusta ser así. No por mi curiosidad en sí, sino por quedar insatisfecha; por ser una demandante en un mundo de huecos. Por ser tan difícil encontrar a alguien que no se canse de hablar de cualquier cosa a todas horas.

No es una demanda fortuita, de hecho, ni yo misma podría seguir el ritmo de una mente activa sin atrofiarme y descargarme. Tal vez el anhelo resida en no encontrarla y verme tantas veces sola, en un mar de conversaciones vacías y superfluas, que no sé cómo ocupar, cómo seguir...

A veces se me antoja extraño, plantarse frente a alguien que conoces y que el exceso de tiempo sin hablar, más que abrir muchos temas de conversación, para mí los cierre. Estar frente a frente con alguien que percibes como un extraño por el simple hecho de no tener un pequeño interés constante, por no haber conseguido mantener vivo el crepitar de la llama que prendía entre ambos.

La llama se apaga entonces y, cada vez, tienes menos ganas de hablar, porque tu mente curiosa también se ha ido apagando con esa persona y no se presenta de manera natural el compartir una inquietud a ese extraño tan familiar que te devuelve la mirada en busca de algo que contarte también.

Eso me lleva al mismo quebradero de cabeza una y otra vez... ¿a caso me estoy conformando por seguir los ritmos de los demás? ¿a caso soy demasiado exigente cuando tengo la llama prendida? ¿a caso ese fuego no prende en los demás como lo hace en mí?

A veces, siento que molesto al querer hablar. Es una horrible sensación acechante que echa arena a mi llama, que me hace cuestionarme si estoy compartiéndola con la persona adecuada. Que aparece en la cúspide de mi existencialismo, para doblegarme y replanteármelo todo.

E imploro, de nuevo, no ser así. Porque mis deseos entran en contradicción unos con otros, y mis sentimientos, desbordados, sacuden de nuevo mi cuerpo.

Entonces, el final de este quebradero es que creo que iré. Iré a ponerme en frente de un extraño, esta vez uno de esos que no es familiar, y tal vez así consiga saciar esa parte de mí que a veces pide, en un grito silencioso, que necesita ser escuchada para que su llama no se apague.

No hay comentarios:

Publicar un comentario