lunes, 10 de febrero de 2025

Sola.

Me ha devorado las entrañas este hastío en el pecho, y cada noche se consume en mis ojos este llanto que se pierde en mis sábanas.

Grito, pero nadie me escucha, porque aquí dentro se han derrumbado las paredes y el eco no rebota en los escombros.

Me he perdido, entre esos ojos que nunca me han visto, para acabar teniendo esa misma mirada.

No me reconozco. Ya no queda nada de la persona que fui antes de que llegases. Se consumió. Siquiera sé cómo recomponer tantos pedazos; no puedo hacer tantos remaches.

Lo que queda de mi esencia se desvanece cada noche, junto a la estela de mi brillo. Esa que has apagado. Pero no puedo culparte porque he sido yo la que lo ha permitido.

El tejado de mis sueños se ha hundido, junto al amor de toda la vida que nunca voy a tener. Me seguiré perdiendo en estas historias por creer que todos los corazones son puros, aunque me hayan partido en dos tantas veces que me sienta incapaz de volver a juntarme.

Cuando deje de llorar mi pérdida y consiga apartar la vista de mi cadáver. Cuando consiga volver a recuperar mi piel y deje de contentarme con ver cómo se azula a través de este cristal empañado. Entonces, y sólo entonces, habrán germinado las semillas que he plantado en este cuerpo distante. Habrán crecido regadas por todas estas lágrimas para reconocerme de nuevo; nueva y distinta.

Hasta entonces, estoy mejor sola.

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