lunes, 23 de octubre de 2023

El sentimiento.

Tengo el sentimiento aferrado al pecho. Como si las palabras careciesen de sentido.

Como si entre dos mundos la isla se hundiese y el intermedio te pareciese también un tedio.

Tengo el sentimiento oscilando en mis entrañas. A la espera continua de algo que no llega. 

Como si las horas, a mí eternas, se escurriesen en tus dedos distantes, que no esperan como los míos.

Tengo el sentimiento gritando en mis tímpanos. Ruge para que le escuche, y yo trato de hacer oídos sordos.

Como si no fuese real ese abismo que hoy se ha dibujado, porque sé que mañana podría haber menguado.

Tengo el sentimiento invadiendo mi cráneo. Trata de modificarme y que no sea yo misma.

Como si, al serlo, no te fuese a gustar. Tú mismo lo has dicho; la rueda podría volver a empezar.

Tengo el sentimiento mirándome desde mis ojos. Mis frías pupilas me juzgan.

Como si yo no fuese suficiente. Hace un rato que no me paro de comparar.

Será que tengo miedo a no llegar a tocarte. No como el resto, no igual. Será, será.

Será que perdiéndome a mí misma a ti ya no te agobie, el tiempo también te sepa a poco, te vaya a agradar más. Será, será.

No me gusta el miedo. Manipula al sentimiento, lo pone en el otro lado de la balanza. Y yo a veces lo escucho con orgullo; con una buena soga para oprimirme el pecho en una mano, y el picaporte en la otra.

Igual es que pido mucho, igual es que me conformo con poco. Igual es que me aburro, igual es que me comparo. Igual es la ansiedad y el miedo de este nuevo cambio.

Igual son muchas cosas e igual es ninguna, pero el sentimiento ahora se parece mucho a mí y yo no quiero pasar sola otra noche; hoy voy a dejar que me susurre y me dé las buenas noches.

La hipótesis de la intensidad.

 ¿Cómo lo justifico? ¿A caso quiero?

No. Yo soy así, pero no uno de esos que debería cambiar y no hago, más bien uno de esos a los que abrazo cada vez que a otra persona no le gusta. Me he juzgado tantas veces a través de otros ojos... como si sentir fuese algo malo.

A mí me gusta sentir. Notar que la vida arde en mi pecho en cada sonrisa, también en cada lágrima. Me gusta hablar de lo trascendental y de lo intrascendental durante horas y preguntar, preguntar todo. Conocer las inquietudes de la gente que me importa, que conozcan las mías. Hasta quedarnos sin piel, sin músculos, sin huesos. Sólo dos almas encontrándose.

Conozco las otras maneras desde las que podría verlo, pero entonces, la existencia no tendría sentido para mí, porque el corazón me habría dejado de latir en el pecho. Habría dejado de abrazarme, de encontrarme... con lo que me costó llegar a aceptarlo como una virtud y no un defecto.

A mí me gusta sentir. Creo que se lo debo a mi pequeña yo, aquella a quien asoló la muerte. Aquella que buscaba, a ciegas, una manera de sentirse viva y reprimía su interior cuando el universo entero se iba marchitando. 

Descubrir la magia de lo cotidiano, el lado bonito de la tristeza, crecer en las cenizas. Sin mi intensidad, no habría nada de eso en mi interior y seguiría sintiendo que la vida carece de sentido. Que sigue unos patrones ortodoxos claramente marcados a los que no podemos escapar como especie, porque nuestra existencia es simplista y banal.

A mí me gusta sentir. Y en ese sentir, me veo en otro plano, ese otro en que mi cuerpo es sólo un caparazón. Un mero contenedor de lo que realmente soy, de lo que vibra en mi interior. Como si la sustancia material que lo conforta no fuese más que una ilusión, una prolongación de una falsa realidad a la que vivimos acostumbrados, un puente para dar un sentido comprimido y práctico a las sensaciones.

Pero yo siento mi interior arder. Cada vez que me topo con unos ojos que lo hacen vibrar, cada vez que hablo y un alma me responde de vuelta. Cada vez que la realidad se desdibuja en algo fuera de lugar, en una coincidencia, en un sentimiento, en un lugar que desentona.

No es la primera vez que me lo dicen, espero que tampoco sea la última. Porque, cada vez con más frecuencia, al escuchar esa palabra que tanto me ha molestado... me siento viva.

Intensa.

lunes, 16 de octubre de 2023

La reminiscencia de una meta.

 Pésimo estado de la conciencia del alma...

¿Y qué significa esto? Bueno, a veces ni yo  misma lo sé. Sólo escribo los retazos que evoca mi subconsciente. Podría decir que esos retazos hoy van por ti, pero se regocijan en la mugre, en la decadencia de la inconsistencia humana.

Alguna vez me he vuelto a sorprender pensando en ti, como lo hacía en él cuando estaba contigo. Son pensamientos superfluos y poco trascendentes, sobre una persona que ya no eres, de una persona que tampoco conoces que soy. Y es absurdo, podría decirse, porque tampoco es que eso tenga real importancia en mi vida.

Pero yo estoy aquí, a expensas de mis pensamientos, creando otra hipótesis de vaga importancia, sobre el curso de una vida que ya no va a ser. Mis manos están vacías, no hay nada que pueda yo ya darte, pienso, ni siquiera un lugar al que regresar, si llegases a proponértelo. Eso es triste, como lo ha sido anteriormente, porque siempre será extraño pasar de compartir todo a no volver a ver a alguien.

Lo que tú tenías, lo que yo buscaba, no es lo que ahora tengo, ni busco, pero te escribo en la embriaguez de esos pequeños retazos, en honor a la reminiscencia de una vida arrebatada, sepultada en el peso, de nuevo, de la inconsistencia humana.

Eso me hace plantearme muchas cosas, hasta mi virtud. Porque no es que haya alcanzado a ser el "superhombre" que siempre me propuse, para que puedas entenderme... todavía no soy Spiderman.

¿Se pondría Spiderman por delante? Es una pregunta que me hago muy a menudo. ¿Cuánto de sacrificio hay en la bondad y cuánto de valorarse?

Siempre supe que soy luz, aunque me regodease entre las tinieblas. Porque mi maldad, tan presente como la de cualquiera, siempre quedó opaca al peso de mi moral. Mis sombras no brillaban más que en la resiliencia de verme hundida y tratar de volver a brillar. Pero ahora, no quiero brillar para ser una sombra. Quiero iluminar y que me iluminen, no solo al principio...

Lo que busco, lo que siempre he buscado, es terminar el camino brillando con las mismas personas. Paradójicamente, ahora entiendo más facetas de la cualidad humana y comprendo en mayoría mi inocencia. La abrazo desde mi madurez y la cuido. Ahora tengo más claro a quién regalársela, trato de no ponerme una venda a las cosas que a mí me hacen daño, porque tres historias con fin son ya suficientes.

Ahora tengo el corazón de quién está dispuesta a saltar del tren en marcha, sólo porque sabe que romperse un hueso es mejor opción que viajar en un tren sin destino propio, con una compañía que bajará en algún andén antes que tú. 

En poco más de un día, cumpliré uno de esos sueños que os conté a los tres entre sonrisas e inseguridades. Y ninguno me acompañará en esta etapa. Eso se me hace raro, porque los tres sois ya extraños y solo queda de vosotros el vago recuerdo de una voz.

Es una melancolía bonita. Creo que, como Nietzche, he alcanzado el eterno retorno. No cambio ninguna de las ausencias que hoy vivo, porque esta soy yo, gracias a cada una de ellas. Y estoy preparada para una nueva, pero no para volver a perderme.

Me siento plena, pero también temerosa. Tal vez este sea el mayor hito hasta el momento; más de diez años con una meta que va a hacerse realidad. Voy a ser yo, la que siempre esperé que sería. Y me quiero. Me quiero tanto... jamás pensé que diría esto, pero aquí estoy, a punto de plantar el mayor cimiento de la mujer que quiero ser.

Sin perder de vista el siguiente.

domingo, 8 de octubre de 2023

Kiss from a rose.

Imagino que me acompañas en esta nueva etapa, que tus manos aferrarán las mías, dormidas, mientras pasa esta transición hacia una nueva versión de mí misma.

Imagino que caminas a mi lado, en ese páramo entre la realidad y la vigilia. El único lugar en el que, tal vez, podamos vernos. Que, realmente, no has dejado de acompañarme nunca, aunque yo solo pueda sentirte a veces.

Me gusta pensar que te sentirías orgulloso de mí al saber quién soy ahora, al saber que he sido inamovible en los huracanes. Que me he hecho fuerte a base de caídas, pero que siempre he luchado, por ti, por él y ahora... ahora por mí.

La última vez que nos vimos, en aquella vigilia extraña que tenía mi cuerpo paralizado, en aquel momento en que sentía mi vida desfallecer de nuevo, aferraste mi brazo, al lado de mi cama, me recordaste que estabas ahí aunque no pudiese verte.

Necesito que vuelvas a hacerlo. Que tus labios rocen de nuevo mi mejilla, como la caricia de una rosa sobre mis pómulos, como una brisa cálida en el invierno que se avecina.

La hipótesis de la herida.

Tus heridas resuenan en una habitación sin ventanas, son voces acalladas por muros de hormigón que difícilmente encuentran salida al exterior.

Se retuercen y chillan cuando las piso, pero yo no las oigo hasta que es tarde, hasta que su sangre ha impregnado por completo mis zapatos y ha agravado ese pequeño pozo que ocultas tras tus ojos.

A cada paso que doy, siento cada vez más que tus latidos están atados, presos de temores de un pasado tormentoso. Noto, en tu piel, el deseo y la quemazón, el miedo y la resiliencia.

¿Qué podría hacer yo? Más que seguir adentrándome en este prado, a sabiendas que está minado. A sabiendas que tengo que pisar esas minas, explotar, saltar en pedazos, para recomponerme y así haber recuperado uno de esos pedazos que pareces haber perdido.

Quiero cogerlos todos. Quiero unirlos, estrujarlos contra mi pecho y susurrarte que no va a volver a ser así, no conmigo. Quiero secar la sangre que brote cuando el pasado resurja, cuando, en tus ciclos de reminiscencia, todo vuelva a doler. Besar una a una todas esas cicatrices y recordarles que está bien que existan, que pueden ser conmigo, que las voy a cuidar cuando duelan, que las voy a proteger cuando cierren, que no voy a dejar que se agraven. Tengo besos de sobra para cada una de ellas.

Mi corazón resuena con tus ojos. Me gustaría estar en tu interior. Cogerte la mano y ver cómo plantaste todas esas minas, abrir una puerta al futuro, con tus dedos todavía entre los míos, y poder demostrarte que no va a volver a ser así. 

Pero qué absurdo sería, yo también me doy cuenta. Yo tampoco soy perfecta, yo también hago las cosas fatal, yo también he hecho daño por no saber gestionarme mejor, yo también me he ido cuando me han necesitado, yo también podría haber hecho las cosas mejor, luego entonces, son palabras lo que rezuman mis textos, claro.

Son palabras, pero no son cóncavas. Déjame demostrártelo.

martes, 3 de octubre de 2023

Un mar de cadáveres.

Y qué bonito haberte encontrado, flotando a la deriva en este mar de cadáveres. Parece que tú siempre hayas estado ahí, observándome de lejos, entre ellos.

Un cuerpo que rezuma vida, un alma que hace vibrar el agua, y yo tan ciega para no percibir esas ondas de calor esparcirse y tratar de llegar a mí.

Me costó mucho seguir a flote. Apartar los cuerpos y nadar en pos de tierra firme. Aún sigo haciéndolo; nadar entre ellos. 

A veces con desesperación, como un rayo que me parte antes de llegar a sacar la cabeza fuera del agua. Otras, soy yo la que se alza sobre ellos, con la fuerza de quien se cree victoriosa sin siquiera haber llegado a la meta. Pero siempre en movimiento, sin importar si nadaba o, simplemente, dejaba que mi cuerpo fuese arrastrado por el vaivén del oleaje.

Cuando miro en tus ojos, en el brillo pardo de esas dos llamas devolviéndome la mirada, y veo arder el fuego de tu vida, me pregunto cuánto tiempo hace que transitas también este mar, putrefacto y desolador. 

Me pregunto si, cuando me miras a los ojos, también sientes que mi corazón te acompaña, si también sientes que alguien te sostiene la mano y no va a dejar que te hundas.

Me pregunto si saberme libre y, a la vez, saberme tuya, hace que tus noches sean más livianas. Si también sientes los cimientos de un pequeño hogar empezar a construirse. Si mirarme a los ojos, justo antes de ser uno con el otro, si sonreír mientras lo hacemos, también te embriaga de esta sensación tan familiar y extraña de haber encontrado a alguien a quien conocías de mucho más tiempo…

Si sientes que ya no te importan tanto los cadáveres que vamos dejando atrás en el mar.

lunes, 2 de octubre de 2023

La hipótesis del espejo.

El tiempo se desdibuja en los rincones de mi mente, a veces lento e inmutable, a veces ávido y veloz. Parece saber qué se oculta tras cada paraje aquí dentro y evoca fragmentos de sí mismo para que pierda la cordura.

Me miro al espero y sé quién soy, pero no sé si voy a seguir sabiéndolo cuando acabe este mes. 

Mi reflejo me juzga. A veces me recuerda que no soy suficiente para devolverle la mirada, que esta piel no es bonita, tampoco estos rasgos angulosos que tan poco suelen acompañar a los cánones de belleza. Otras me contempla como si fuese una obra de arte, eclipsada entre el brillo de mis ojos y la comisura de mis labios. 

Y me gusto, y me vuelvo a disgustar para volver a gustarme otra vez, en un ciclo eterno, alimentando en traumas infantiles y temores de autosuficiencia.

¿Qué verá mi reflejo dentro de un mes?

Me atormenta que mi nuevo reflejo no sepa apreciar el brillo de mis ojos y no haga más que despreciarlos cuando le devuelvan la mirada.

¿Qué haré entonces, cuando haya dejado de ser yo?

Deseo cada noche encontrarme más que nunca, en esa nueva versión de mí misma que me espera. Y si no lo hago…

Si no lo hago…