jueves, 28 de diciembre de 2023

Divagaciones: el mundo de las ventiscas.

 Las concepciones, los matices, las idealizaciones. ¿Qué de todo eso importa?

Para mí, somos aire en un mundo de ventiscas. Las hay que son huracanes y las hay que son brisas, atrapadas en medio de esos huracanes. Paradójicamente, son las segundas las que merecen la pena. Las que no te atrapan, solo te acompañan con calidez, como una caricia dulce.

Yo prefiero empeñarme en que mi brisa sea cálida a que sea fuerte. Porque la fuerza repele y la calidez cobija. Que mi ausencia deje una melancolía calurosa o, tal vez, pequeños temblores, pero no un alivio por sentir que la presión ha disminuido.

Creo que todos los artistas padecemos la misma enfermedad. Que todos nos regocijamos en mares de sentimientos que afloran en nuestras obras, como medio de expresión, para que no nos arroyen perpetuamente.

Que todos queremos buscar una vía de escape a nuestras idealizaciones y rompemos las paredes que contienen las ventiscas, las agrietamos para escurrirnos entre ellas y dar cabida a nuestra propia realidad en un mundo limpio, ausente de corrientes que te hagan volver a encauzarte.

No nos importa no entendernos con nadie en esa inmensidad, que la profundidad asuste o agobie, somos quienes somos por la fidelidad de esos valores que arraigamos en nuestro pecho, aunque a veces ardan y asusten.

Supongo que se trata de eso, ¿no? De romper esa realidad en las que nos tocó vivir y reconstruirla, para poder ofrecerla a quienes queremos y que no tengan que andar nunca por nuestro camino de piedras.

Pero divago, claro, porque los sentimientos para mí son algo más importante. El amor, en cualquiera de sus formas, es el sentido de la vida, porque permite esas construcciones. Nos permite ser y vivir.

Por eso no se regala a cualquiera, por eso aflora ante un alma. Por eso, nunca será intenso que diga que, el amor lo es todo, porque vivimos en sus ausencias y presencias, en sus melancolías y esperanzas, en sus ideales y decepciones. Vivimos en él cada día, aunque no nos demos cuenta.

lunes, 25 de diciembre de 2023

Despedida.

Este dolor es un residente. Lleva siéndolo ya mucho tiempo y no quiere irse. Ha estado ahí en nuestros momentos felices, como una sombra, dispuesto a engullirlos conforme pasaban a ser recuerdos.

También estuvo ahí en los tristes. Los mantenía a ralla, me dejó sin lágrimas y con un inmenso vacío al que denominó apatía. Me susurró que no podía estar ya tan triste, porque ya hacía un tiempo que había tocado ese fondo, ya no le quedaba nada más que derramar en él.

Me mantuvo en un limbo extraño, hizo de carril a mi vagoneta. Me hizo oscilar sentimentalmente, como una montaña rusa, para acabar por quedarse, como un fondo de microondas.

Ahora es la culpa la que está conmigo, es mi pasajera en este viaje. 

Ella me susurra al oído que no he sido tan resiliente como me gustaría. Mi cerebro me justifica, me recuerda cada una de esas ausencias sentimentales que tanto hemos hablado, pero a ella le dan igual. No le importa que le grite, que le repita que no puedo ir en contra de este quemazón, de estos sentimientos... ella me dicta que siempre se puede dar más de uno mismo, solo que el ego, a veces, nos lo prohíbe.

"¿Dónde está la línea entre el ego y valorarse?" Le pregunto, dolida, claro.

"Donde uno la ponga", responde, soberbia. A sabiendas que siempre es eso lo que hace que dé más de lo que tengo, más de lo que soy... o lo que la mantiene a mi lado, a lo largo de los años, como una eterna pasajera.

Todavía llevo puesta esta mochila, he sumado estos días a ella. Ojalá pudiese coger ambas, la tuya y la mía, y tirarlas a un río. Ver cómo se hunden, lejos, sin poder volver a tocarnos. Sólo para vernos emprender nuestros caminos libres, sabiendo que el tiempo juntos acababa con ese regalo.

He estrujado tu carta entre mis manos, releído cada una de las palabras y la culpa ha aferrado mi cuello, amoratándolo, dejándome sin respiración. 

Me gustaría poder decirte, una vez más, que veo la plenitud de tu corazón y que sé que va a brillar aunque ahora esté hundido tras un andamio derruido. Decirte que sé que va a salir una hermosa casa de esas ruinas, porque conozco el brillo de tu esencia.

Ojalá haber tenido las herramientas para evitar que mi interior cambiase a lo largo de estos cuatro meses. Para mantenerme fuerte en ese tempestuoso oleaje por el que hemos navegado desde el principio. Haberme mantenido fuerte hasta llevar nuestros botes a una costa... pero los parches que había puesto en el mío saltaron y lo llenaron de agua, y a ti no te dio tiempo siquiera a poner los tuyos.

Últimamente he escuchado que los recuerdos existen fuera del tiempo. Que no tienen un principio ni un final. Me ha parecido una reflexión hermosa, porque es cierto que no hay manera de abandonar completamente a nadie; siempre va a vivir en nuestros recuerdos.

Quiero que sepas que no todo es tan tormentoso; la ansiedad se ha ido en medio de este silencio perpetuo. Deseo que la tuya también haya desaparecido, aunque te acompañen, como a mí, nuevos fantasmas a los que hacer frente.

También quiero que sepas que sigo sin ver culpables en esta historia, solo puedo ver a dos personas quererse tanto como para ir en contra de sus naturalezas. Como para desgastarse hasta los huesos por intentar seguir manteniéndose firmes en el oleaje. Y, aunque los días de sol fuesen más difíciles de ver, no cambiaría ni uno solo de esos rayos que rozó mi piel y me hizo sentir que, al menos, yo viajaba con un alma sosteniendo mi mano de vuelta.

Veo lo que eres y lo que vas a llegar a ser, pero tienes que verlo tú también, cumplir tus promesas esta vez, hacer que todo haya tenido un sentido, aunque solo sea para la evolución de ese maravilloso personaje que vas a volver a ser.

Te quiero.

viernes, 22 de diciembre de 2023

La guerra.

Como polilla a la luz. Como polilla a las llamas.

Así son los pensamientos. Enrevesados. Duales. Efervescentes.

¿Dónde está la línea entre lo que proyectamos y lo que habita en las sórdidas tinieblas?

Es complejo, claro, porque somos ambivalentes. Porque los sentimientos, las sensaciones, las cavilaciones... nada de ello se rige por valores fijos, todo se mueve en un círculo cromático que abarca más escalas de las que tenemos propiamente consciencia.

Podría decirse que todo ha vuelto a estallar, esta vez porque, desde la distancia, veo claro. Así funciona, ¿no? De esa manera revientan las burbujas.

Supongo que yo tengo ese rol. El de llenar vacíos, porque yo tengo esa llama crepitando en mi interior. Esa que nunca va a apagarse aunque me incinere sola. Así me crie, así seguiré siendo.

Siempre tuve el temor de ver la incongruencia en ti. Ahora, sólo la veo reafirmarse y es una putada. Es una verdadera putada. 

Ahora, el temor prevalece a la ausencia. Ahora he cerrado la puerta del todo, para que nadie más cree un hueco, porque este duele más de lo que imaginaba.

A días eres la estela de un fantasma, otros, un cuchillo en las costillas. Otros, dramáticamente, borraría este tiempo, porque me siento vulgar, pero sé que es el cenit de los sentimientos. Supongo que ahora sé que ese pedestal nunca ha existido, porque tú no has sido diferente en eso de vanagloriarte en palabras bonitas que se tornan blasfemas cuando la realidad asoma las orejas.

Espero, realmente, que yo haya sido una estela, tal como lo veo ahora. Una de esas reemplazables, como un capricho. Tú vas a ser otra ausencia, de las que sé que no vuelven, cuyo rastro tienes que ir borrando hasta los huesos para reconstruir la carne. De las que no quieres que vuelvan, porque ya no te las crees.

Un suspiro en medio del fuego. Una árida bocanada que quema los pulmones y te recuerda qué es la humanidad. Tan sórdida, tan putativa, claro está, sin serlo. 

Pero bueno, esto es solo un quemazón en los intestinos. Un golpe de realidad en medio de la desidia. Un paliativo en esa guerra.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Guardiana de palabras.

 A menudo me pregunto qué será del mundo cuando yo no esté.

Leo mis libros con fervor, con un lápiz y marca páginas a mano, dispuesta a retornar en el tiempo ese instante entre las páginas que me han hecho salirme de mi cuerpo y entrar en la cúspide del existencialismo. 

Luego, con estos otros ojos, extraños, contemplo las palabras. Contemplo las hojas entre mis manos, las del plano que me ofrece este libro, e imagino qué otras manos lo sostendrán cuando yo solo sea polvo esparcido por el tiempo. Qué ojos contemplarán mis notas y se preguntarán quién había tras la estela de esos pensamientos.

Qué quedará de mí cuando las generaciones hayan pasado y los años hayan puesto tierra de por medio entre mi existencia y está realidad que habito.

Tal vez por eso siempre me haya recreado en este sueño, porque en mi cabeza sólo veo unas manos que abracen mis palabras cerca de su corazón. Que las subrayen, tomen sus notas y se encuentren tan cerca de mí como yo lo estoy ahora mismo, perdida entre las palabras que dejó otra esencia, en un plano que ya no es tangible en mi generación.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Los sapos.

Los sapos son malos, ellos siempre roban cosas. Te engañan ofreciéndote un jardín de papas, Coca Cola y mariposas.

Los sapos son malos, no te debes fiar. En un descuido te han raptado y no tienes cómo regresar.

Los sapos son malos, ¿ya te lo he dicho? Se comen a las ancianas y te engañan diciendo que son bichos.

Tienen el ojo de mi gato, él no los vio venir. Tal vez tú debas, si en este camino quieres seguir.

¡Corre, incauto, si ves su pantano! Los gases son nocivos, ¡de nada sirve taparse con la mano!

Si tras esto, con ellos deseas ir, sigue tarareando la canción en tu cabeza, hasta que puedas venir.

viernes, 8 de diciembre de 2023

El caballero.

 He visto esa mirada antes, yo misma la he tenido.

Sé lo que es debatirse entre los sentimientos y la razón. Cruzar el abismo hacia esa orilla donde debe aguardarte la calma y, realmente, sentirte como un náufrago, desvaído, por todo aquello que tienes que dejar que se hunda en el mar, aunque no quieras.

La arena será bañada por el sol, tarde o temprano, pero ahora solo hay tormenta. La misma que ha hundido tu barco, la misma que va a helarte hasta calarte los huesos.

Sé lo que es sentir que no coincides en el momento exacto, que tu esencia no es suficiente, que lo que ansías se evapora entre tus manos. No lo puedes atrapar porque es un rayo de luna y hay nubes; es intermitente. Cuando, al fin, tu corazón parece retomar sus latidos, debes devolverlo a otro estado fúnebre, como si no fuese ya suficiente tedio del que te acababas de recuperar.

Sé lo que es preguntarse qué aguarda cuando salga el sol, si volverás a coincidir con alguien vivo entre los cadáveres. Si seguirás conociendo a clones, de manera eterna, porque ya no quedan cambiaformas.

Va a ser complejo, no te culpes. No te turbes ante las posibilidades de perder el alma que habías encontrado, porque la que debes encontrar es la tuya. Porque, en el camino de piedras, hay más plantas despuntando, aunque tu mirada se pierda en la infinitud del gris.

Tus sentimientos opacan la claridad, le dan ese matiz nostálgico y tremendista del que parece que no vayas a escapar nunca, pero lo harás.

¿Quién nos iba a decir que nos fijaríamos en ese despunte de verde entre las rocas, hace unos meses? ¿Quién te dice que, a la siguiente, no sea una flor lo que encuentres, en vez de una enredadera?

Tendrás tu flor, y tendrás tu enredadera, a la que volver una y otra vez cuando sientas que vas a caer. Porque eso hacen la enredaderas, entrelazar para que no puedas ver el suelo, dejar sus brazos para que puedas subir a ver el sol, pero el camino es tuyo, caballero, no pierdas de vista eso.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Caronte.

¿Cuánto valdrá mi alma? Me pregunto en la oscuridad, de camino al agua.

Hace días que no la siento, me pregunto si debo de haberla empeñado ya, sin darme cuenta.

En qué punto se haya vuelto todo tan desasosegado, para siquiera notar cuándo la he perdido. Siquiera notar cuándo empecé a sentirme sola.

¿Fueron aquellas semanas? ¿Fue la ausencia, el retorno? O sólo que todo parece estático, y sigo sintiendo que me rodeo de extraños.

Tal vez solo sea cosa del momento. O que esta mochila no ha hecho más que llenarse y, aunque mi corazón no lo quiera, pesa tanto que a veces me oprime el pecho y no me deja respirar.

El barquero aguarda mi llegada, no hay nadie más en la costa.

- ¿Cuánto vale mantener esta vida? - le pregunto, pero no obtengo respuesta.

Él sólo extiende la mano, buscando un pago. 

Tal vez no tenga una respuesta o no quiera involucrarse, son las dos caras de la moneda que no he parado de ver, raro es cuando no cae de ningún lado. 

Supongo que debe de haber gente a quién no le importe llenarse de barro por alguien, sólo para que sienta que hay otra persona del otro lado. Supongo, claro, para ello debe ser capaz de entender a la otra persona como una entidad con necesidades distintas, tal vez extrañas, y es complicado ver más allá de uno mismo.

- ¿Qué hay del otro lado? -le pregunto.

El barquero sigue sin responder, sólo mece el agua con una vara y me mira, inquisidoramente.

- ¿A caso importa? -me pregunta finalmente.

Claro que importa, para qué iba a cruzar sino. Para qué iba a arriesgarme a entrar en una nueva oscuridad y arrastrar otra pena, sin saber si el tiempo iba a ayudar en este lado.

El barquero extiende de nuevo la mano. Yo rebusco en mi cuerpo, pero no la encuentro.

- No puedo pagarte, no encuentro mi alma.

Él no baja la mano.

- Dame un fragmento de tu felicidad.

- ¿Y con qué luchó en el otro lado? -le inquiero, desesperada .

- ¿Y si ya lo estás pagando en ese?

Dudo.

- Tengo mis sentimientos -le digo, al fin.

El barquero sonríe.

- Allí vas a seguir teniéndolos -me dice.

Pero él también lo sabe; allí se tendrían que ir.

- No quiero que se vayan.

- ¿Y que quieres?

Dudo de nuevo. El barquero vuelve a tener esa siniestra sonrisa.

- Quiero sentirme vista, querida. No quiero volver a sentirme sola.

- Ya… en ese caso ¿vas a cruzar?

martes, 5 de diciembre de 2023

Anda.

Gritas y las paredes se comen las palabras, como si no pudiesen salir de esta jaula de grillos, nadie quiere escucharlas, ni siquiera tú sabes qué hacer con ellas.

Son piedras en el estómago que te hunden en el río, y estás sola sin poder salir a flote, porque el peso es más fuerte que tú, ni siquiera el afluente se atreve a arrastrarte.

El río está frío. Nadie te va a recoger en una barca y ofrecer una manta, así que tienes que andar, sola, ¿por qué has dejado de hacerlo?

Anda. En las malas, anda. 

Las estrellas sólo brillan de noche, por el día no se las ve, no vienen a deleitarte con su iridiscencia; las tapa un sol que a ti no te alumbra.

¿A qué estás esperando para hacerte ver?

Anda, Alicia, anda.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Cansancio.

¿Habrá quién suspire en una melancolía eterna mi ausencia  cuando no esté? 

Como si yo fuese un paisaje imborrable, como si el sol hubiese dejado de irradiar al completo toda su luz…

Puede, en los albores del tiempo, que yo solo sea una mancha oscura en un cuadro en blanco. Una de esas pequeñas que molestan a la vista cuando te has percatado de su presencia, porque ya no te dejan contemplar la infinitud de ese lienzo; porque han roto la  armonía.

Puede, incluso, que sea un ruido. Una estridencia en una melodía clara. De esas que turban, que quieres que desaparezcan.

Y, al final, ¿quién iba a querer recordar una inconsistencia? Una turbulencia en un viaje, que trae fisuras a la calma.

Estoy mejor del otro lado, del de las palabras rotas y las muecas vacías. El de los encajes, forzados, de los que nadie va a preocuparse porque ayudan a permutar la armonía.

Porque mis palabras son mudas y mis pensamientos esclavos, reticentes, que no quieren ser escuchados.