miércoles, 24 de julio de 2024

Miedo.

Tengo miedo y no me fío, porque sé cómo me manipulas.

Una mirada a tus ojos, y me tiembla el cuerpo, y creo tus palabras con un impulso desmedido. Luego, tomamos distancia  y, desde la lejanía, puedo ver otro ciclo a punto de repetirse.

En once meses, es lo único que he visto. Y he caído a las tinieblas tantas veces que mi salud mental se fortalece sólo en este silencio, en esta distancia.

Porque la base de las personas no cambia y veo el ciclo empezar; preveo que pondrás tu esfuerzo un par de meses hasta que te harte tener que hacerme "tanto" caso, luego, volverá mi ansiedad a la espera de que me respondas, volverán las horas y horas sin saber de ti, volverán los mensajes escuetos de buenas noches a corre-prisas, para cumplir el darme esas buenas noches, pero ni una conversación a tiempo real, pese a saber que tienes el móvil siempre entre las manos (al menos, cuando estás conmigo), ni un ápice de interés ni ganas en saber de mí.

Porque, si me hubiese encontrado con el amor de mi vida, si es que existe alguien que pueda tener ese título, me habría cuidado y habría tenido ganas de mí.

Y, después de todo este esfuerzo por verme tan bien sola, por ya no sentir esa unidad ni esas ganas de estar pendiente de ti, volveré a sentirme sola en compañía, pequeñita y no correspondida.

Porque no me quieres en el fondo, sólo te abruma el verte tan solo. Si me quisieses, me lo hubieses demostrado cada una de las veces que me lo has prometido. No me quieres, pero es más sencillo no estar sólo y tener a alguien que te quiere, es más cómodo no tener que buscar a alguien nuevo que llene un vacío, es más cómodo ser egoísta y volverme a arrastrar a la tristeza, hasta que este ciclo acabe por quebrarme y destrozarme al completo.

Pero estoy aterrada porque no puedo coger ese camino que prometes. Porque te miro a los ojos y también viene mi tristeza, porque te escucho decirme lo feliz que me vas a hacer ahora, y mi corazón se rompe al recordar todas las veces que no lo has hecho. Porque estoy derruida por dentro, porque le tengo miedo a un amor que me ha hecho vivir tanto tiempo en la sombra que no sé cómo reparar todas las cicatrices; son demasiadas.

Creo que estamos en momentos distintos de nuestra evolución personal y, por eso, tenemos una dinámica tóxica perpetuada, de la cual no quiero seguir siendo partícipe.

Brillo. Estoy brillando. No quiero volver a perder mi luz.

viernes, 19 de julio de 2024

Demoledor.

“Quizás algún día entiendas que no era intensidad, que era interés”.

Qué demoledor este camino que transito, dándome cuenta de lo poco que he sido al permanecer al lado de alguien que no me veía.

Qué demoledor tomar conciencia de que no tenía una relación, tenía un follamigo. Que no construía un vínculo porque no pasaba más de 4 horas seguidas con esa persona, y romper esa dinámica era tedioso y excepcional.

Qué demoledor saberme manipulada por todas y cada una de las veces en las que me he sentido intensa, me he sentido demandante y me he tenido que hacer pequeña para caber en un querer que no era el mío. Saberme manipulada por todas las veces que creía en unas palabras que estaban rotas, vacías, muertas… que prometían un cambio que nunca llegaba y me mantenían en un dolor eterno; en una lucha no correspondida.

Qué demoledor ver que mi valía está pisoteada en el suelo, junto a mis detalles, junto a mis esfuerzos por no estorbar a mi compañero de vida, junto a mis ganas de envejecer sin separarme de tu brazo.

Ahora, todo son escombros. 

Vigas, maderas, cables y escayola rota. Ahora, no sé qué hacer con todos esos escombros, no sé por dónde empezar a reconstruir el amor en un solar vacío.

Me siento utilizada, pequeña, despreciada. Me siento poco querida, poco vista, poco respetada. Siento que no soy suficiente y que eso ha sido así siempre, solo que lo he tapado con el recuerdo de las dos primeras semanas y la esperanza de lo que podíamos llegar a construir, así que dormía sola, con mis escombros, soñando con el día en que vieses que brillo; en que fuese importante para ti.

Ahora… ahora sueño con el día en que me quiera tanto como para no volver a ser un cero a la izquierda para mi persona hogar. Sueño con crecer junto a una persona que tenga ganas de mí de verdad.

miércoles, 17 de julio de 2024

Desplantes.

A veces, en días como hoy, se hace jodidamente duro.

Recuerdo tus besos en mi frente, en mi pelo, tu manera de acariciarme y tengo que irme a estar sola.

Recuerdo los momentos cocinando juntos y viendo una serie, y tengo que permitir que esa tristeza atraviese mi pecho, sin oprimirla.

Es duro, ¿sabes? Aferrarse a las únicas migajas de amor que tengo de ti y tener que hacer una parada en la estación de autoservicio para permitir sentir esa ausencia y luego… luego tener que recordarme, de nuevo, que la persona con la que estaba quería seguir fingiéndolo, pero, realmente, no quería estar conmigo.

Le gustaba tener mi presencia de segundo plano, le gustaba follar conmigo, le gustaba que volcase todo mi ser en entenderle, en estar bien, en controlar la ansiedad que me provocaba su ausencia, en colmarle de detalles, pero no le gustaba yo; sólo mi esfuerzo.

Cuando le gustas a alguien, se nota. Tiene que controlar las ganas de querer estar todo el día contigo, de hablar, de comerte a besos. Yo solo ocupaba un hueco, un vacío de soledad, pero no ocupaba un espacio de valor; no estaba siendo correspondida.

La putada es cargar con eso y tener que enfrentar ese trauma. Es tener miedo a que me vuelvan a tratar así y volver a quedarme ciega, volver a pasar por alto esos desplantes…

Tengo miedo de volver a querer y que no me quieran, no sabes lo jodido que es eso.

domingo, 14 de julio de 2024

Domingo de existencialismo.

 ¡Venga, espabila!

Es lo único que me repito estos días, pero es que no puedo. Arrastro un estado funesto, ese limbo entre querer hacer mil cosas y ni una sola.

Acabo aquí, en mis palabras, donde soy realmente la dueña de mí misma, lejos de mis propias imposiciones.

Hoy he hecho lo que planeé hacer antes de conocerte, y me he abierto esa aplicación para citas con gente que comparta mis valores, pero me sigue resultando ceniciento y me provoca ansiedad social. Me observo entonces, con más detalle, sin saber realmente lo que quiero. Tal vez estar sola, sin saber aún cómo estarlo, o tal vez permuta el miedo, y todos los rostros me resultan igual de poco sinceros que el tuyo. 

Igual ya no confíe como antes en encontrar un alma entre las banalidades y soeces humanas que están hoy en día de moda entre nuestra sociedad. No me apetece ser un cuerpo y que no me vean como nada más, tampoco me apetece utilizar así a las personas, por eso tenga tan poca fe en conocer a alguien de una manera tan superflua, pero luego recuerdo el darwinismo, y acepto que evolucionar es adaptarte a la sociedad para no morir dentro de ella.

Luego entonces, ¿qué quiero?... Supongo que quiero conocer a alguien de manera natural, con quien pueda compartir a la vez que ser libre y confiar; un equilibrio perfecto en el que adaptarse a ser dos sin perder el ser uno. Pero cada vez me hago más mayor y mi madurez confía menos en el proceso.

Cada vez me doy más cuenta de que, para el resto del mundo, sentarse a hablar de los sentimientos de manera apaciguada y saludable es ser intenso, y eso me choca, me descoloca y me entristece... no quiero adaptarme a una sociedad en la que se nos empuja a ser máquinas egoístas con instintos primarios.

Pero puede, tal vez, que eso sea siempre lo que haga mal. Tal vez me sobre humanidad y me falte egoísmo.

sábado, 13 de julio de 2024

La ermitaña.

Cuando vuelves a verte sola, el mundo es complejo.

Necesitas salir de esa soledad con cualquier cosa, con cualquier persona; un cine, una cena, un bar, solo que, luego, todo ello sabe a cenizas, porque no puedes evitar entrar en esa introspección y ver que, realmente, la tristeza no puede ser paliada con ocupaciones. Luego entonces, te conviertes en esa persona de rostro amargado que vaga entre las palabras de su alrededor sin ser partícipe de ninguna de ellas.

Necesitas estar sola también, pero, en esa soledad, no encuentras las ganas de hacer nada y, al final, también te acaba sabiendo a cenizas.

Sabes que la motivación acaba llegando, y la aguardas, pero la espera es tediosa y te consume las entrañas. Quieres hablar con alguien que te quiera escuchar de verdad, no solo se compadezca de tu mala suerte, recordándote que eres estúpida por volcarte en los demás, como si tu vida se basase en ser una barca para todos, por tener esa inteligencia emocional que te permite ser un junco en medio de tantos huracanes.

En la anterior lectura salió la decisión del ermitaño; la ruptura y la valía. En esta otra, vuelve a salir el ermitaño; la soledad y el renacimiento. La cúspide de la victoria aguarda al fin de esta fase, pero no sé cómo hacerlo... cómo vencer a la desgana sin dosis de dopamina fácil.

Quiero que me transiten todos y cada uno de mis sentimientos, pero, cuando lo hacen, es complejo verse fuerte a ese azote que corroe el interior y te deja tiritando, desnuda, en medio de la nada.

No quiero volver a pasarme de empática. Me gustaría entender, como siempre, ese dolor ajeno, pero saber poner el límite para no verme envuelta en él. Ya no quiero tolerar recibir menos de lo que merezco... es un camino complejo.

viernes, 12 de julio de 2024

Mi dolor.

He visto dolor en tus ojos cuando te he dicho que mi duelo lleva meses ocurriendo, como si fuese una sorpresa todo lo que hemos pasado.

Sigue doliéndome como el primer día que diezmes todo lo que pasó durante los primeros seis meses y sólo pongas sobre la mesa el evento que yo hice mal después de ellos, como si no hubiesen socabado mi cuerpo bajo tierra.

Parece que no recuerdes que tenía ansiedad diaria por tu intermitencia, por tus idas y venidas. Por dejarme a las dos semanas de empezar, cuando nos habíamos comido el mundo en ellas.

Parece que no recuerdes la hora y media que me dejaste comiendo sola, porque te habían dicho de jugar al lol. Que no esperaste 5 minutos para felicitarme por mi cumpleaños, cuando volvíamos prácticamente a la misma hora a casa, o que estuve sola mis dos primeras semanas tras la operación, porque se te llenó la boca diciéndome lo mucho que me ibas a cuidar y pasar tiempo juntos, y sólo te vi dos días.

Parece que no recuerdes que es este año cuando he descubierto que tienes un chalet, al que tus padres no han parado de invitarnos y, ni aun siendo gratis, has querido ir. Tampoco a tu casa de Albacete... la primera por los mosquitos, la segunda por no pagar 30 euros de gasolina.

Parece que no recuerdes las veces que te has quedado dormido cuando hemos quedado y me ha tocado despertarte, aun habiéndote comprometido a hacernos de comer. Que no recuerdes todo el espacio que te he dado para que no te agobiase hablar de nuestra relación; todas las veces que he sentido que me ibas a dejar por hablar de las cosas que nos afectaban, porque cada vez que lo hacíamos, te tirabas un día entero haciéndome ghosting.

Se te olvida que cambió mi ciclo menstrual por la ansiedad de verme tan sola. Que no querías hablar conmigo mucho tiempo entre semana, ni verme más de un día. Tampoco dormir juntos (¿7 veces en un año?).

Se te olvida todo mi esfuerzo antes de decidir irme porque no me valorabas, porque no cumplías tu palabra. Que olvides todo lo que fallaste tú previo a que yo lo hiciese y sólo te aferres a ello para justificar que, en esa segunda oportunidad, has seguido sin tener ganas de estar conmigo.

He seguido siendo esa mujer florero, con afán por ser yo la que te regase diariamente; la que tiraba mayoritariamente de la relación. No entiendo cómo te sorprende que no esté llorando una noche más por ti, que hace tiempo que no me queden esas lágrimas de corazón roto.

Me siento culpable por dejarte solo, porque seguía empeñada en sacarte de una depresión que no me correspondía, pero yo no quiero eso.

Yo quiero un buen chico. 

Uno de esos que no tiene miedo a abrirte su corazón, de esos a los que le sobran ganas de verte. Y, si eso no aparece, no me importa, porque me has enseñado que, aun esforzándome por ser la mejor versión de mí; hay alguien para quien nunca serás suficiente.

Y sé que esto duele, pero estoy cansada de que mi dolor no importe, de cargar con él y con el del resto. Estoy cansada de dejarme la piel por que las cosas funcionen con alguien que me tiene en un segundo plano.

También es algo que te quiero agradecer; que en ese dolor me enseñases que soy una persona sana, que soy madura y estoy lista para crecer con alguien, aunque ahora mismo no tenga prisa por hacerlo… tampoco te voy a engañar, me has dejado un inmenso temor a que me vuelvan a hacer daño, pero no voy a dejar que me paralice. 

El fin es parte de cada comienzo.

Y, si llegas a leer esto, lo siento, pero necesito dejar ir también lo malo.

La mente.

La mente es un ente prismático.

Tiende diferentes profundidades en base a sus diferentes fases, algunas de ellas, de las cuales, no somos ni conscientes.

Puedes encontrar soluciones en sueños, como pesares en pensamientos, y yo, fascinada completamente ante esta magnitud, divago constantemente sobre el potencial de la misma.

En la lucidez de mis sueños, soy parte de una pureza mental absoluta. Capaz de contemplarme a mí misma desde una posición privilegiada, capaz de estar por encima, incluso, de estas divagaciones.

domingo, 7 de julio de 2024

Tristeza.

Serviría el café después de que las sábanas se nos hubiesen pegado. Reiríamos por lo tontos que fuimos al haber planeado una mañana, sabiendo que íbamos a estar despiertos hasta tarde.

Junto al café vendrían mis besos, y cinco gatos que querrían salir a la terraza. También otra de esas tertulias con una de mis preguntas, de las que tan poco te gustan porque te hacen pensar. Un: ¿me quieres? Y alguna broma para amenizar.

La tristeza no habría ganado esta lucha, porque mis brazos habrían podido ser hogar. Porque yo lucho de otra manera contra esa tristeza y te habría podido enseñar.

No habría importado nada cuando los dos juntos luchásemos sin rendirnos, porque donde a uno le faltase el otro podría aportar, y aunque fuese cosa de años, juntos habríamos visto salir al sol al final.

Pero yo no puedo dibujar tus ganas de luchar, yo no puedo obligarte a hacer cosas por las que no quieres pasar. Entonces, me toca desdibujar todas estas hojas porque no te dejas ayudar.

Mi mano se va a acabar helando, pero no quiere dejarte de esperar. Tal vez cuando congele en esa espera, me la pueda arrancar.