viernes, 12 de julio de 2024

Mi dolor.

He visto dolor en tus ojos cuando te he dicho que mi duelo lleva meses ocurriendo, como si fuese una sorpresa todo lo que hemos pasado.

Sigue doliéndome como el primer día que diezmes todo lo que pasó durante los primeros seis meses y sólo pongas sobre la mesa el evento que yo hice mal después de ellos, como si no hubiesen socabado mi cuerpo bajo tierra.

Parece que no recuerdes que tenía ansiedad diaria por tu intermitencia, por tus idas y venidas. Por dejarme a las dos semanas de empezar, cuando nos habíamos comido el mundo en ellas.

Parece que no recuerdes la hora y media que me dejaste comiendo sola, porque te habían dicho de jugar al lol. Que no esperaste 5 minutos para felicitarme por mi cumpleaños, cuando volvíamos prácticamente a la misma hora a casa, o que estuve sola mis dos primeras semanas tras la operación, porque se te llenó la boca diciéndome lo mucho que me ibas a cuidar y pasar tiempo juntos, y sólo te vi dos días.

Parece que no recuerdes que es este año cuando he descubierto que tienes un chalet, al que tus padres no han parado de invitarnos y, ni aun siendo gratis, has querido ir. Tampoco a tu casa de Albacete... la primera por los mosquitos, la segunda por no pagar 30 euros de gasolina.

Parece que no recuerdes las veces que te has quedado dormido cuando hemos quedado y me ha tocado despertarte, aun habiéndote comprometido a hacernos de comer. Que no recuerdes todo el espacio que te he dado para que no te agobiase hablar de nuestra relación; todas las veces que he sentido que me ibas a dejar por hablar de las cosas que nos afectaban, porque cada vez que lo hacíamos, te tirabas un día entero haciéndome ghosting.

Se te olvida que cambió mi ciclo menstrual por la ansiedad de verme tan sola. Que no querías hablar conmigo mucho tiempo entre semana, ni verme más de un día. Tampoco dormir juntos (¿7 veces en un año?).

Se te olvida todo mi esfuerzo antes de decidir irme porque no me valorabas, porque no cumplías tu palabra. Que olvides todo lo que fallaste tú previo a que yo lo hiciese y sólo te aferres a ello para justificar que, en esa segunda oportunidad, has seguido sin tener ganas de estar conmigo.

He seguido siendo esa mujer florero, con afán por ser yo la que te regase diariamente; la que tiraba mayoritariamente de la relación. No entiendo cómo te sorprende que no esté llorando una noche más por ti, que hace tiempo que no me queden esas lágrimas de corazón roto.

Me siento culpable por dejarte solo, porque seguía empeñada en sacarte de una depresión que no me correspondía, pero yo no quiero eso.

Yo quiero un buen chico. 

Uno de esos que no tiene miedo a abrirte su corazón, de esos a los que le sobran ganas de verte. Y, si eso no aparece, no me importa, porque me has enseñado que, aun esforzándome por ser la mejor versión de mí; hay alguien para quien nunca serás suficiente.

Y sé que esto duele, pero estoy cansada de que mi dolor no importe, de cargar con él y con el del resto. Estoy cansada de dejarme la piel por que las cosas funcionen con alguien que me tiene en un segundo plano.

También es algo que te quiero agradecer; que en ese dolor me enseñases que soy una persona sana, que soy madura y estoy lista para crecer con alguien, aunque ahora mismo no tenga prisa por hacerlo… tampoco te voy a engañar, me has dejado un inmenso temor a que me vuelvan a hacer daño, pero no voy a dejar que me paralice. 

El fin es parte de cada comienzo.

Y, si llegas a leer esto, lo siento, pero necesito dejar ir también lo malo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario