domingo, 14 de julio de 2024

Domingo de existencialismo.

 ¡Venga, espabila!

Es lo único que me repito estos días, pero es que no puedo. Arrastro un estado funesto, ese limbo entre querer hacer mil cosas y ni una sola.

Acabo aquí, en mis palabras, donde soy realmente la dueña de mí misma, lejos de mis propias imposiciones.

Hoy he hecho lo que planeé hacer antes de conocerte, y me he abierto esa aplicación para citas con gente que comparta mis valores, pero me sigue resultando ceniciento y me provoca ansiedad social. Me observo entonces, con más detalle, sin saber realmente lo que quiero. Tal vez estar sola, sin saber aún cómo estarlo, o tal vez permuta el miedo, y todos los rostros me resultan igual de poco sinceros que el tuyo. 

Igual ya no confíe como antes en encontrar un alma entre las banalidades y soeces humanas que están hoy en día de moda entre nuestra sociedad. No me apetece ser un cuerpo y que no me vean como nada más, tampoco me apetece utilizar así a las personas, por eso tenga tan poca fe en conocer a alguien de una manera tan superflua, pero luego recuerdo el darwinismo, y acepto que evolucionar es adaptarte a la sociedad para no morir dentro de ella.

Luego entonces, ¿qué quiero?... Supongo que quiero conocer a alguien de manera natural, con quien pueda compartir a la vez que ser libre y confiar; un equilibrio perfecto en el que adaptarse a ser dos sin perder el ser uno. Pero cada vez me hago más mayor y mi madurez confía menos en el proceso.

Cada vez me doy más cuenta de que, para el resto del mundo, sentarse a hablar de los sentimientos de manera apaciguada y saludable es ser intenso, y eso me choca, me descoloca y me entristece... no quiero adaptarme a una sociedad en la que se nos empuja a ser máquinas egoístas con instintos primarios.

Pero puede, tal vez, que eso sea siempre lo que haga mal. Tal vez me sobre humanidad y me falte egoísmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario