¡Ah, el eterno retorno! ¡Tú otra vez demonizando mis entrañas!
Me balanceo siempre en esa hermosa idea de haber vivido una vida tan plena como para no temer repetirla durante toda una eternidad. Supongo, en ello se basa mi obsesión por encontrarme dentro de esta persona, por derruir cada una de las capas hasta saber quién soy en el subconsciente; donde anida la esencia.
Me pregunto si a alguien más le pasa. Si alguien más mira en el espejo del alma a expensas de ver los matices de color que van a confortar su reflejos. Me pregunto si no sea eso en lo que se basa realmente la existencia huamana; en indagar en el ser hasta descubrir qué es lo que realmente nos hace humanos y qué nos separa propiamente de otros individuos de nuestra misma especie.
A veces fantaseo con la idea de que estas cuestiones solo aniden en mí, y entonces me convierta en un cadáver flotando a la deriva en medio de la nada, sin nadie que vaya a poder verme porque nadie más cogió un bote y se aventuró en el océano del pensamiento… porque a nadie le importa quién es en realidad.
Luego, me resulto absurda, porque en la misma complejidad del pensamiento humano debería llegar a entrever que todo individuo tiene estas dudas residentes en su propia condición, aunque aún no haya dado con ellas porque el colectivo de su existencia las haya opacado.
¡Ah, el eterno retorno! Siento quejarme tantas veces de sentir tanto, ¿cómo iba a apreciar tu belleza si no lo hiciese?