lunes, 20 de marzo de 2023

Visceral.

Tu figura me espera en la superficie, cuando al fin he conseguido subir a coger aire, aguarda a que me sienta segura para arrastrarme de nuevo con ella a las profundidades,

Es el demonio susurrándome al oído, sin importar los muros que previamente había construido; encuentra las fisuras, se abre paso a través de las grietas y demuele mis estructuras para volverme a dejar entre los escombros.

No importa la lógica, tiene bien estudiado a mi raciocinio, pacta directamente con mi parte emocional y consigue que nuestra rueda vuelva a empezar. Es cíclico, es visceral.

Cada noche, tiene que acompañarme, también cada mañana, y cuando creo que tu imagen ha abandonado mi cabeza, me sorprendes en mitad del día, trayendo contigo recuerdos juntos, removiendo todo mi interior.

No lo entiendo, ¿sabes? si no cuadramos, si discutimos, si nuestros enfoques son distintos, si tienes cosas que no le pasaría a otra persona, ¿por qué lo hago contigo?

Da igual quién se presente a llamar a mi puerta, está completamente cerrada, porque en mi interior, en la parte trasera, está esa otra puerta abierta, esa que solo conoces tú, esa que cruzas independientemente de las veces que hayamos dicho que somos amigos, tú te cuelas a través de ella hasta mi interior y confundes mis sentidos, pones más candados a la puerta principal.

¿Por qué sea? Tal vez porque, cuando te miro a los ojos, sigo viendo tu corazón, sigo viendo su dolor y sigo sintiendo que me pertenece. Tal vez porque te instauraste en mí desde el momento en que cruzamos la primera barrera, esa que no le ofrezco a cualquiera y, desde entonces, ya no has sido cualquiera para mí.

Es absurdo, pero no lo entenderías, tú seguirías pensando que conecto con cualquiera, qué equivocado estás cuando habitas esos argumentos y qué imbécil soy por tener esa armadura tan férrea sobre mí, esa que me impide poder contarte que lo que siento por ti, sea lo que sea, es tan diferente como para atentar contra mi propia lógica, como para escribirte entradas en este blog para apagar el fuego que prendes en mis estancias. 

¿Lo peor? Nos volveremos a ver, porque somos tercos y jugaremos al baile de la amistad extraña, sentiremos deseos por el otro que quedarán refrenados y, cuando te vayas, tú seguirás con tu vida, pero tu fantasma habrá invadido una nueva estancia y puesto otro candado.

¿Entenderías si me alejo? ¿si construyo un muro que no vayas a poder derruir? ¿si te dejo solo, aún a sabiendas que quiero acabar de acompañarte en este año de mierda que has tenido?… ¿Me llegarías a perdonar si fuese egoísta? ¿si destruyese todo lo que no podremos reconstruir?

Yo no sé si me lo perdonaría, pero tampoco sé si me perdonaría seguir así, aguantando tus vaivenes, tu inconstancia, tu falta de interés o tu orgullo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario