En mi mente está montado todo ese escenario.
Ese en el que has estado semanas leyendo mi blog al completo. Ese en el que leíste que me seguía molestando eso, y dejaste de hacerlo un tiempo… aquí dentro, lo dejas de hacer por miedo. Luego, recapacitas, y vuelves a hacerlo, porque, total, ya ni hablamos.
Total, ¿qué más da que me moleste?
Yo entiendo tus acciones, yo también la veo preciosa. Luego, me miro a mí, y tus palabras siguen resonando en mi mente: “no eres tan guapa, no entiendo por qué me gustas tanto”.
A veces, saco eso de mi cabeza. Eso y las otras veces que he tenido que enfrentar a la tristeza por no reconocerme frente al espejo. Últimamente no me gusta mi cuerpo, y esas palabras siguen haciendo mella, como todas las otras.
Pero yo no puedo ser esas personas; yo no tengo ese carisma.
Creo que eres un extraño familiar; nunca nos llegamos a conocer completamente. Y hoy, justo hoy, después de ver que lo vuelves a hacer, se me han quitado las ganas de saludarte como la otra vez si volvemos a encontrarnos; creo que me quedan sólo las cortesías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario