domingo, 8 de junio de 2025

Otro duelo.

Otro domingo va, otra ración de existencialismo e intensidad.

Es normal, podría decirme, porque mi cabeza lleva el arrastre del contacto social y, a estas alturas, ya no es sorpresa que los encuentros con otras personas acaban por desgastarme y postrarme los domingos, extasiada, frente a mí misma.

Este no tiene nada de especial, igual que ninguno de los otros. Solo he visto mi existencia desde el borde de todas las cosas que podría estar haciendo y no hago porque me consume esta desgana. Finalmente, claro, acabo cocinando por aburrimiento y comiendo hasta que me duele la tripa.

Qué predecible soy. Si pudiese verme desde fuera me gritaría ante la pereza que me causa a mí misma estos comportamientos en los demás aunque, bueno, probablemente mi rol empático tomaría la delantera y entendería que las personas estamos plagadas de procesos como este, y romantizaría la mente humana una ve más, fascinada ante la magnitud de pliegues sentimentales que guarda entre sus recovecos.

En domingos como este, sujeto sentirme desafortunada, porque redundo en mi entidad romántica no correspondida. Esa es una de las cosas que más odio de mí misma; la obsesión por focalizarlo todo en ese aspecto, obviando el brillo que desprende el resto.

Ayer, conocí a una chica nueva que, en menos de 24 horas de pura intensidad, pasó de ser amable a distante, y no me importó. No la busqué, no me carcomí la cabeza y he dejado el espacio para que pueda manifestarse o irse, todo ello porque mi mundo amistoso es tan sano y completo, que no tengo la necesidad de querer agradar a una nueva desconocida, llegado el punto incluso de alegrarme por no exponerme demasiado a un nueva complejidad humana.

Esto mismo me frustra, porque ansío el momento en que pueda dejar ir a alguien sin pensarlo tanto desde el plano amoroso. Aunque bien es cierto que puedo dejar ir y fingir que no miro atrás, en mi interior no ha desaparecido tu sonrisa, esa misma que se ha comido todas tus red flags solo con su imagen.

Pero bueno, así son las cosas. Bienvenida a otro duelo, Alicia.


Salvadora.

Hoy he pensado que eres feliz disociando la realidad en tu ordenador, esas siete horas, y he sonreído a tu felicidad.

Supongo que el amor deba de ser eso, ser feliz por el otro también en la distancia.

viernes, 6 de junio de 2025

Gusano.

Me imagino como Kafka, en medio de una metamorfosis pero, en vez de despertar convertida en cucaracha, imagino que despierto ausente de emociones y que, tal vez, eso me hiciese tremendamente feliz, aunque no fuese a poder sentirlo en esa ausencia.

Yo no elegí ser así y, en medio de los días más voraginosos, siento que me hundo en un océano embravecido, incapaz de escapar del remolino concéntrico que me arrastra a las profundidades de ese abismo acuoso, de quedar sepultada entre tanta capa de sentimiento.

Es una tortura. Es una tortura conocer a alguien que te guste y no poder escapar de ello, tener que guardar un duelo porque sí, salvaste esa distancia, conectaste con su interior y ¡pum! la intensidad sentimental no quiere romper esa conexión tan rápidamente. Podría no gustarme apenas esa persona que, si he conectado, seré incapaz de escapar de ella, hasta que mis sentimientos acaben de arrastrarme.

Yo no quiero esto… al menos, no siempre. Porque sentir seguridad en un mundo tan tibio, con todo este fuego en el interior, a veces parece imposible y no queda más que hacerse gusano en la cama, recogida sobre una misma, hasta que tu interior decide dejarte de consumir.

¡Qué asco!

Amor.

Ver la confianza de Ana al hablar de casa como si fuese suya, los gestos de amor de Celia a través de los regalos manuales o la sonrisa de María, cuando entiendo lo que siente y la veo feliz por ello.

Si esto no es el amor, qué iban a serlo sino.

lunes, 2 de junio de 2025

La intensidad.

Este estupor me recorre las entrañas. El flujo de los sentimientos toca cada hebra con que está tejida mi piel.

A veces, quiero salir corriendo de estas vorágines, hasta que vuelvo a descubrir lo hermosa que es la intensidad amparando como un abrigo... a veces tosco, a veces suave, a veces cálido, otras tan frío...

Me pregunto qué es de las personas que no pueden abrazar estas corrientes... si todo esto lo sustituye el vacío o la simpleza ruidosa de otras ocupaciones.

A veces, me compadezco hasta que contemplo el brillo de mis ojos tras mi reflejo, hasta que veo mi inmensa sombra bañada por un nuevo sol y, echando la vista atrás, veo la ausencia de sus sombras en la oscura caverna, ¿cómo podría vivir así? Ni siquiera soy capaz de imaginarlo.

Cuando puedo contemplar el sentir de otras personas, es una caricia en el alma... es hermoso ver que todavía hay gente sin miedo a vivir.

Hoy, una de mis mejores amigas me ha explicado sus sentimientos, rompiendo el hielo con un "sé que solo lo vas a entender tú", ¿puede haber algo más hermoso que brillar en la intensidad de otra persona?

Ayer, el mundo era insulso, y me carcomía en el dolor de otra punzada de tristeza, hoy, puedo ver la belleza brillar a través de los sentimientos de los demás... joder, qué hermosa es la intensidad.

domingo, 1 de junio de 2025

Rotos.

Supera tu tormenta y sigue adelante. No pares, el camino es así. 

¿Quién iba a decirnos a dónde llegaríamos cuando la vida empezaba a tornarse seria?

¿Quién iba  decirnos que podríamos ser gente con almas partidas, tratando de salir a la superficie? ¿No te preguntaste, alguna vez, si querías dar eso mismo que tú sentiste tanto tiempo a la gente que te trababa bien? Entonces... ¿por qué lo hacemos?

Caminamos leguas y leguas, pensando que sólo existe nuestro sufrimiento... sin llegar a ver el peso que añadimos a esas otras almas rotas, que han sufrido tanto como nosotros.

Me duele no haber encontrado prácticamente personas partidas que no quisiesen pagar con la moneda de su sufrimiento... ¿no es absurdo que no podamos apoyarnos entre nosotros? ¿no lo ves en sus ojos?

Como pozos... pozos de oscuridad con una luz contenida. ¿Por qué ibas a robar el único resquicio que se ha esforzado por brillar?