viernes, 6 de junio de 2025

Gusano.

Me imagino como Kafka, en medio de una metamorfosis pero, en vez de despertar convertida en cucaracha, imagino que despierto ausente de emociones y que, tal vez, eso me hiciese tremendamente feliz, aunque no fuese a poder sentirlo en esa ausencia.

Yo no elegí ser así y, en medio de los días más voraginosos, siento que me hundo en un océano embravecido, incapaz de escapar del remolino concéntrico que me arrastra a las profundidades de ese abismo acuoso, de quedar sepultada entre tanta capa de sentimiento.

Es una tortura. Es una tortura conocer a alguien que te guste y no poder escapar de ello, tener que guardar un duelo porque sí, salvaste esa distancia, conectaste con su interior y ¡pum! la intensidad sentimental no quiere romper esa conexión tan rápidamente. Podría no gustarme apenas esa persona que, si he conectado, seré incapaz de escapar de ella, hasta que mis sentimientos acaben de arrastrarme.

Yo no quiero esto… al menos, no siempre. Porque sentir seguridad en un mundo tan tibio, con todo este fuego en el interior, a veces parece imposible y no queda más que hacerse gusano en la cama, recogida sobre una misma, hasta que tu interior decide dejarte de consumir.

¡Qué asco!

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