domingo, 25 de agosto de 2024

La ruptura de un vínculo.

¿Qué te quiero decir?

Que los caminos se bifurcan cuando menos lo deseamos. 

Que hay eventos canónicos que nos parten por la mitad y nos obligan a desprendernos de versiones de nosotros mismos que ya no nos representan y, a veces, eso implica perder vínculos que iban ligados a esas versiones.

Eso no quiere decir que no quieras a esas personas, sino que, poco a poco, pierdes el lenguaje que compartíais, porque ese lenguaje se fue con tu otra versión y, actualmente, es difícil comprenderse hablando idiomas distintos.

En nuestro caso, el idioma fue un trabajo que ya no está. Luego, en nuestra intermitencia, quedó un estilo de vida similar que yo tuve que abandonar sin quererlo.

Evolucionar es muy complejo. También lo es dejar atrás esa parte tuya que eres, pero que nunca funciona. Tú has visto esos fracasos, me has visto caer tres veces en la misma piedra, lo que no has visto ha sido el dolor y el esfuerzo que me ha costado desaprender ese camino, para no volverme a caer una cuarta.

Entonces, hemos evolucionado de manera distinta y estamos en etapas distintas. Eso es una jodienda, porque ya no nos llenan las mismas cosas que antes nos hacían felices, luego entonces, ¿qué queda?

Queda reaprender de la amistad y pasar a una nueva etapa, más madura, más espaciada, más orientada a saber que tenemos una mano en las caídas y una tarde de café para vernos y disfrutar de la compañía. O una despedida bonita, asumiendo que tenemos necesidades distintas y momentos vitalicios que ya no han vuelto a encontrarse.

Necesito tu perspectiva, claro, para verlo de otra manera, porque soy obtusa a lo que pienso, hasta que llega ese otro punto de vista. Pero quería escribirlo, porque mis palabras en voz alta se quedan mudas, cortas y escuetas, y porque merecemos, ambas, mucho más, después de todo.

Yo me niego otra vez al olvido y la distancia, como otras veces, sin decirte que te quiero. Que has sido muchas veces luz en mis tinieblas, así como tiniebla en mi luz.

Ahora, no eres ninguna, pero sí eres un pedacito de mi antigua yo que se ha quedado para siempre, pero que sé que no puedo mantener como se merece. De igual manera que, presiento, tampoco puedes mantenerme como yo necesito y, de ahí, venga el desgaste, la incomprensión y el tratar de vernos sin conseguirlo.

Te quiero, no quiero dejar de decirlo, porque no hacerlo sería dejar que se sobreentienda lo contrario y, conociendo esa cabecita, vendría el pensar que estorbas o muchas otras cosas ligadas a eso... y no es eso.

Es que no sé ya de qué hablar. No sé ya qué contarte cuando no tengo drama, no encuentro ese tema que nos una, y eso me genera ansiedad. Parece que orbitemos en esferas distintas y, joder, parece también que llevemos tiempo forzándonos a orbitar en la esfera de la otra, sabiendo que no es ahí donde pertenece nuestro ser.

Nos pertenece evolucionar de la manera en que necesitemos. Y nos pertenece hablarlo, madurarlo y querernos como buenamente podamos.

Has sido mi mejor amiga muchos años, pero siempre tendré la espina de pensar que, tantos años y nunca supe conocerte más que en el amor y en el trabajo y, tal vez, ese sea el problema. Que sacamos la amistad de ahí, pero nunca invertimos tiempo en crear un espacio juntas que se escapase de eso y, siento, siempre lo tuvimos reservado y fuimos tontas de no aprovecharlo.

Yo no quiero perderte y no sé mantenerte como creo que necesitas.

En mi estado ideal, nos vemos de vez en cuando para ponernos al día, pero no de manera asidua, como esas amigas que tienen hijos y casi no tienen tiempo. Solo que el tiempo, en mi vida, lo ocupa el crecimiento personal y la crisis de no haber llegado a donde quería a esta edad.

Pero sé que ese es mi estado ideal, así que, si el tuyo dista mucho de esa realidad y no podemos mantenerlo, no quiero que olvides nunca lo que hemos sido cuando brillábamos, porque para eso va enfocado este recuerdo de "zorrupia".

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