viernes, 6 de septiembre de 2024

La tristeza.

Hoy, he escuchado por primera vez a mi mejor amigo triste, cuando sus palabras han sido siempre risas. 

Vivimos bajo el peso del azote de una realidad que nos ha atrapado en un alud, indefensos, sin saber que el peso del mundo te aplasta sin gritos.

El tiempo nos consume a todos, nos convierte en esclavos de las expectativas que teníamos antes de saber cómo era el mundo. Esclavos empeñados en cargar con el peso de los sueños que nos arrebataron de niños, o que nosotros mismos nos impusimos, encerrando nuestra alma en ese cofre mugriento, que se pudre en las profundidades de nuestros océanos.

Qué triste cómo hemos sido remodelados por las realidades de otros y por las nuestras propias, perdiendo la esperanza de que surja una nueva versión de nosotros mismos, porque sabemos que irá en contra de todas nuestras creencias infantiles.

Veo gente con vidas más complejas que las nuestras, y se me antoja triste que no nos permitamos ser felices, cuando basta con un lugar donde te amen y unos brazos que te cuiden. Tal vez sea yo, que no puedo sacar el recuerdo de mi padre consumiéndose por la metástasis, siendo feliz junto a sus hijos, sin rendirse, luchando por verles crecer.

Tal vez él obtuvo paz, porque, aun en las malas, sacó la energía de dónde no la tenía para no manchar el regalo de sus últimos momentos.

Igual él también veía lo complejo que era todo, pero decidía apostar por su visión de gafas amarillas en un mundo que se acababa. Él ya no puede disfrutar y se fue con una sonrisa, mientras nosotros nos consumimos en expectativas, nos anegramos en lágrimas por no saber valorar la vida y el amor que tenemos.

Últimamente, el mundo viene cargado de tristeza. La tengo presente en cada rincón que transito y quiero desprenderme de toda ella, no dejarla ser, gritarle que ya me ha quitado suficiente, pero sería una hipócrita... yo misma soy la que elige sus caminos y la que decide dejar que me acompañe de manera eterna.

Por eso, supongo, ahora mismo la dejo estar. Porque no consigo estar triste hasta romperme en pedazos, porque no he perdido mi rayo de sol, ni mis esperanzas, ni mis sueños y, si la oculto, sé que volverá a ganar.

Hoy, le dejo recordarme todas las personas a las que he visto llorar, porque también tengo el recuerdo posterior de sus risas. Hoy, aguardo a nuestra risa, porque sé que llegará cuando abracemos a la tristeza.

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