Maravillosa y relativa existencia…la congoja de un día es el alivio de otro.
La vida cambia a paso apabullante y mi planteamiento es que eso es lo único que no va a cambiar. ¿Querría saber qué me depara el devenir?
A veces me ofusco con eso… luego, reflexiono, que el conocimiento de un hecho no cambia el final del mismo, y es posible que el anticipamiento me privase del aprendizaje.
¿No es acaso eso lo que siempre ansío? Una evolución personal pura e íntegra que me demuestre que merece la pena saberse viva.
Aunque.. a veces, también anhelo la calma. Una existencia más plana y un aprendizaje a través del amor, ¿cuándo se girará esa rueda para mí?
Tal vez nunca, y tal vez esa misma sea la magia.
Tengo un mantra: “yo soy más que esto”, y lo aferro a mi pecho con la fuerza de quien se ha visto desnuda en una tempestad y sabe que debe ir abrigada esta vez. De quien ha visto cómo sus huesos se quebraban por el frío, y tiene un buen puñado de yesca y un mechero…
El mordisco de la soledad no es una dentellada tan gélida cuando tu piel está curtida por un profundo trabajo interno… aunque sigue dejando una marca amarga.
Y, aunque los domingos caigan como un cubo de agua con hielo, cada vez son más dulces, porque ahora soy capaz de verlos como un mero aviso de las cosas que todavía no han entrado en movimiento dentro de mí.
Tal vez, reitero, la magia sea esa. Cenar con una misma y el murmullo de las conversaciones ajenas. Volver al calor de mi hogar, donde me ampara mi propio mundo.