martes, 19 de noviembre de 2024

Inexorable.

En mis momentos lúcidos, ando sumida en un pensamiento fatalista, que tiene su razón de ser en la frase de  Nietzsche “la insoportable levedad del ser”.
Doy vueltas al razonamiento que le llevó a plantearse tal fatalismo y lo extrapolo a los acontecimientos flagrantes que tienen lugar ahora mismo en mi psique.
Para mí, no es insoportable, es inexorable, porque la levedad de nuestra esencia en el mundo no es algo que pueda evitarse, pero sí es algo que se pueda hacer bien, con contundencia y, que ataña tanto a nuestra esencia, que esa levedad no sea insoportable, sino mágica.
Creo que el error es vivir como si nos sobrase el tiempo, como si las cosas fuesen a llegar en un futuro lejano, dejando que el presente se consuma sin hacer nada que nos haga sentir afines a nosotros mismos.
Creo que deberíamos centrar nuestra levedad en construir quiénes somos y qué queremos a nuestro alrededor. Saber qué nos hace sentir plenos y trabajar por conservarlo en vez de malgastar nuestra existencia en la auto-comparecencia.
Si otra catástrofe se llevase mañana mi existencia, ¿podría decir que hice todo lo que pude por vivir la vida que quería o sólo me llené de excusas para posponer ser quién creo que soy realmente?
Actualmente, peco de la segunda. 
Actualmente, empiezo a practicar la disciplina y quiero escribirlo como constancia para mí misma, cuando se me olvide la razón por la que estoy aquí cada día. Es por mí, por tener una vida plena y feliz en este camino de auto-descubrimiento.

sábado, 16 de noviembre de 2024

El alma.

Y conoceré a otra persona, y conocerás a otra persona.

Eso es lo peor de todo esto, abrazar cada noche estos sueños rotos. Seguir aferrada a las palabras que creí, a toda la confianza que puse en ti.

Me aferro las costillas en un abrazo de dedos punzantes y me compadezco de mi alma, todavía presa de estos sentimientos.

Ojalá. Ojalá hubieses tenido estas ganas ardiendo también en tu interior. Ojalá mi sensibilidad no fuese una pateada de huevos para ti, ni mi presencia un incordio.

Te miro en tu sofá, aquellas dos semanas, y sigo soñando cada día con esa persona, con esa sonrisa y esa complicidad. Luego, viene el infierno a mi corazón y me oprime el pecho.

Me permito llorar tu ausencia. Me permito ser débil y añorarte, solo que sigo sin saber qué añoro, si estas sábanas prácticamente no han tenido tu presencia…

Te hubiese regalado el mundo, pero lo quería también de vuelta. Al final, un vínculo sin reciprocidad sólo es un consumo de energía, largas noches de insomnio y mucha ansiedad.

Ahora me acuesto sin ninguna de las tres, pero me arde el pecho y me escuecen los ojos. 

Es parte del proceso, ya lo he vivido antes, solo que cuesta pensar en otros labios y en otro cuerpo, cuesta pensar que acabaré mis días abrazada a alguien que no eres tú, yo que soñaba con que llegase esa cotidianidad que prometiste; me toca quedarme con tus promesas rotas y tu cara de desgana cada vez que me veías romperme.

Recomponerme se hace cuesta arriba, creo que estoy destruida. He suplicado tanto amor que tengo miedo de volver a equivocarme y creerme más palabras llanas.

A veces, prefiero deleitarme en tu recuerdo de esas dos semanas, vivir mi idilio platónico con esa persona tan atenta y detallista; esa persona que no eres tú.

Una conversación de sofá de horas, tantas coincidencias, esa necesidad de tocarnos, rasgar el ser del otro mientras el tiempo pasa volando y, al llegar a casa, un mensaje de buenas noches diciéndome lo increíble que ha sido la noche… lo afortunado que te has sentido.

Fui feliz. Ahí. 

Voy a atesorarlo para siempre soñando que, tal vez, pudieses haber sido esa persona si te hubiese conocido en otro momento.

Ahora, esperaré paciente a encontrar ese alma en otro lugar.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Tengo miedo.

Tengo miedo.

Tengo miedo porque me siento mayor y las expectativas de vida se rompen sobre mi cabeza y caen en pedazos, esparciendo sueños rotos alrededor de mis pies.

Trato de pasar de puntillas, de no pisarlos, pero el crujido bajo mis suelas delata cada una de mis derrotas; todos los ensueños que debo dejar atrás.

Ahora debo ser realista, a expensas de poder construir un puente sólido, que no se derrumbe por la inmadurez, ni por esta inmediatez en la elección de más ladrillos quebrados; que el augurio de otras aguas mortíferas quede, esta vez, bien lejos de esta construcción.

Tengo miedo.

Me pregunto si mi valor es tan efímero como ahora lo siento. Si todas las almas llevan estos matices oscuros y van a desvanecerse entre mis cansados dedos, que están agarrotados, doloridos de aferrar promesas vacías que se pierden en el aire. De aferrar a la nada.

Pero la culpa es mía por estar para quien nunca está. Por aferrarme a manos de fantasmas.

Tengo miedo.

Porque, ahora, siento haber desperdiciado mi vida en un segundo plano, ofreciendo mis sueños para que otros los viviesen. Y, ahora, puedo ver que he allanado sus caminos a costa de llenar el mío de piedras. Que he estado sola.

Tengo miedo.

Porque ese es mi problema. Porque no sé discernir, no sé dónde acaba la bondad y empieza la sensatez. Y ahora me veo desnuda, despojada de todo a la fuerza por este despertar tan abrupto que me ha dejado tiritando en un bosque oscuro.

Ahora, ando a ciegas. Buscando a tientas un rayo de luz que me reconduzca a mi verdadero legado. No sé si me espera esa mano que llevo toda una vida esperando, ese acompañante que construya un camino conmigo, con el mismo esfuerzo que yo.

No sé si me espera el vaho de la gélida soledad perpetuada en este miedo a volver a equivocarme y quebrarme los huesos.

Tengo miedo.

Tengo miedo.

Tengo miedo y tengo que romper estas cadenas.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Auras.

Dicen que los gatos son los guardianes de las almas. 

Tal vez, haya sido eso. Ella ha visto todas las veces que me he derrumbado en tu ausencia, mis lágrimas siempre han desbordado en estas cuadro paredes. Llevan más de un año haciéndolo.

No puedo cerrar los ojos a lo que ha pasado; no puedo cerrar los ojos a que ella ya no te acepte.

En tu ausencia, todo ha vuelto a la normalidad. Ha vuelto este vacío reticente, esta tristeza cansada en mi lucha por ser alguien más especial, por dejar de ser este personaje secundario de mierda del que todos se aprovechan por no saber poner límites, por este exceso de empatía que me tiene aburrida.

Y la idea de que mi alma está tan hundida que ella ya no lo acepte, ronda mi cabeza y me reconforta, me abre los ojos. No puedo volver a perderme a mí misma; cada vez que me fallo, también les fallo a ellos porque, esta tristeza, la vivimos juntos.

Puede que haya extinguido mi amor propio por mantenerme a la espera constante de que me vieses, de que me valorases como necesitaba, pero el amor a ellos es inextinguible; ellos deciden quién es bien recibido aquí.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Quiebre.

El fantasma del miedo se pega a mi sombra y borra mis huellas. Aferra las entrañas y las retuerce en su deleite.

Me deja sola, desvaída, sin saber cómo recomponer estos pedazos que se han hundido en el fango, sin saber cómo aferrar una sonrisa con estas manos manchadas de lodo.

Los lamentos, enterrados, se perdieron en la soledad de todas esas víctimas que se fueron, sin nadie a quien entregarlos. Ahora, sin que ellas lo sepan, los anido en mi interior, porque los oigo, aunque no haya podido escucharlos.

Mi cuerpo es plomizo, ha caído en esta riada. Me pregunto cuánto más le queda de flotar en esta vida quebrada.

jueves, 7 de noviembre de 2024

La riada.

La riada ha traído vuestros ojos, también vuestras palabras. Hace que me sienta un número, porque el dolor a vosotros no os toca. La humanidad pierde su presencia en la frialdad con que puedes decirle a alguien roto que no te importa su dolor, porque no es tuyo.

El agua, emponzoñada, ha desenterrado el egoísmo. Solo quedas bien ante la foto. El dolor no es tuyo, no eres tú quien está roto.

Cuando vuelva a ver la luz, podré alzarme victoriosa con estos descosidos; habré remachado mis sentimientos, habré conseguido un poco de vuestra indiferencia. 

Cogeré esta vez el amor por el centro de su fuego, porque también he visto las almas que sufren nuestra desgracia, también he sentido, desde la lejanía, sus abrazos invisibles.

Cuando vuelva a ver la luz, sonreiré la vuelta a toda esa fuerza que ahora flaquea. Sé que se ha ido para que pueda deconstruirme y ayudarme a levantar esta nueva casa.

Miraré a los ojos de la indiferencia y ya no le pagaré con odio, dolor o rencores, porque esa indiferencia pertenece a la gente muerta.

Ahora, toca abrazar al miedo, ahora sé que no lo abrazo sola; están vuestras manos invisibles, vuestras caricias de corazón y no de cumplimiento.

Puedo mirar a la vida, aceptando que hay almas que torturan desde su egoísmo, yo solo tengo que prohibirles la entrada al reino de estos latidos. Así, no perturbarán su ritmo ni mi paz, así, el mundo no podrá comerme, porque mi corazón seguirá siendo cálido, pero no estará tan expuesto.

Decido seguir este camino, la riada no puede llevarse mi sentir. La riada no puede ganar y arrebatarnos el sitio a las personas sensibles.