La riada ha traído vuestros ojos, también vuestras palabras. Hace que me sienta un número, porque el dolor a vosotros no os toca. La humanidad pierde su presencia en la frialdad con que puedes decirle a alguien roto que no te importa su dolor, porque no es tuyo.
El agua, emponzoñada, ha desenterrado el egoísmo. Solo quedas bien ante la foto. El dolor no es tuyo, no eres tú quien está roto.
Cuando vuelva a ver la luz, podré alzarme victoriosa con estos descosidos; habré remachado mis sentimientos, habré conseguido un poco de vuestra indiferencia.
Cogeré esta vez el amor por el centro de su fuego, porque también he visto las almas que sufren nuestra desgracia, también he sentido, desde la lejanía, sus abrazos invisibles.
Cuando vuelva a ver la luz, sonreiré la vuelta a toda esa fuerza que ahora flaquea. Sé que se ha ido para que pueda deconstruirme y ayudarme a levantar esta nueva casa.
Miraré a los ojos de la indiferencia y ya no le pagaré con odio, dolor o rencores, porque esa indiferencia pertenece a la gente muerta.
Ahora, toca abrazar al miedo, ahora sé que no lo abrazo sola; están vuestras manos invisibles, vuestras caricias de corazón y no de cumplimiento.
Puedo mirar a la vida, aceptando que hay almas que torturan desde su egoísmo, yo solo tengo que prohibirles la entrada al reino de estos latidos. Así, no perturbarán su ritmo ni mi paz, así, el mundo no podrá comerme, porque mi corazón seguirá siendo cálido, pero no estará tan expuesto.
Decido seguir este camino, la riada no puede llevarse mi sentir. La riada no puede ganar y arrebatarnos el sitio a las personas sensibles.
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