jueves, 17 de noviembre de 2022

Día 8: Mar.

El agua, helada, te aguardaba.

Rompía feroz contra mis piernas, reclamándote.

Mis manos se han sumergido en ella, te han dejado ir.

Tus cenizas han quedado danzando al son de la furia de un mar de invierno, que, sin lugar a dudas, sabía que ibas a llegar; que sabía que tenía una nueva esencia que atesorar.

El último rastro de la materia que confortaba tu cuerpo, blanco, ha sido engullido por la oscuridad de la noche, por la intranquilidad del mar.

Ya no quedan más despedidas, solo el mismo sitio de siempre para llorar.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Día 7: Despedida.

 Hoy ha sido nuestro último adiós, pequeño, hoy he vuelto a ver tu cuerpecito después de esta semana nefasta.

Estabas tumbado en un catre metálico, con una rosa y una vela. Perdóname por no haberme podido acercar a tocarte por última vez, no quería que la frialdad de tu cuerpo vacío se instaurase en mi alma.

Moriste en casa, con nosotros, y aquí es donde creo que vas a estar siempre, no en el recóndito lugar al que han llevado tu cuerpo para que lo consuman las llamas.

Verte de nuevo, encorvado sobre ti mismo, ha sido tan horrible como imaginábamos, pero mi corazón, aunque me duele al recordarte, descansa un poco más tranquilo, porque sabe que he sido fuerte por los dos y no he dejado de acompañarte hasta el final.

La media hora que he esperado tirada sola en el suelo, aguardando que me devolviesen la poca esencia material que queda ya de ti en este mundo, ha sido horrible. Pero necesitaba que el frío calase en mis huesos, para acompasar el vacío y las lágrimas; tu ausencia y mi fortaleza.

Me hace feliz saber que has sido tú quien me ha acompañado en los peores momentos de mi vida y que he sido yo quien ha luchado por la tuya hasta el último momento. 

Nuestras almas nacieron para encontrarse y esa unión no es algo que el plano material nos pueda quitar... tú siempre vas a estar en mí, como papá, y ahora, tus cenizas descansaran junto a las suyas.

Gracias por todo mi vida, has sido el mejor hijo que podía tener y no te hubiese cambiado por nada en este mundo. La pureza de tus ojos, de tu personalidad, de tu esencia... siempre va a ser mía, y el motivo de mi fortaleza, siempre tuyo.

Te prometo que voy a seguir luchando aunque ya no estés, para poder honrarte de por vida, para poder seguir recordándote y evitar que mueras, porque tu recuerdo siempre va a arder en lo más profundo de mi corazón.

Te amo Aslan, y sé que, quien te va a cuidar ahora, también lo hace.

martes, 15 de noviembre de 2022

Día 6: Apatía.

 Me siento tan vacía por dentro... como si, de alguna manera, tu marcha se hubiese llevado todo mi interior.

No me reconozco a mí misma, ya nada se me antoja como antes.

Mi cometido, durante estos seis días, ha sido dejar la mente en blanco, evitar que tu recuerdo me despedace cada vez que veo tu carita. 

Supongo que llevo toda la semana preparándome para mañana...  he conseguido entrar en un estado de apatía absoluta.

Mañana es tu incineración... 

Sé que, si voy, esa imagen va a perturbar mi mente de por vida, pero también sé que, si no voy, jamás podré perdonarme haberte dejado solo en el último momento. 

Soy lo suficientemente consciente de mí misma como para saber que me dolería más abandonarte por no haber sido fuerte a tener otro trauma más en mi conciencia a, de alguna manera, sentir que si no estoy vas a sentirte solo... aunque ya no quede ningún resquicio de ti en ese cuerpo.

Así que, mañana nos volveremos a encontrar; dos cascarones vacíos. Tu cuerpo inerte y el mío vacío, tu ausencia y mi apatía.

Serás cenizas entre mis manos; el último tramo del recorrido.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Día 5: Culpa.

 La culpa es un sentimiento que perfora el alma, la martillea hasta hacerla añicos y eclipsa el resto de recuerdos.

Cuando llegué a casa, aquella mañana en la que tu corazoncito todavía latía, estabas raro. Tan raro como has estado muchas veces por tus patologías. Aquella mañana me fui a dormir extraña, con el sentimiento de que, tal vez, debía quedarme despierta contigo y ver cómo evolucionabas.

Cuando me levanté, ya fue tarde y la culpa se quedó conmigo. 

Me acompaña cada día cuando pienso en que debí quedarme despierta, en que, tal vez así, todavía seguiríamos en esta lucha juntos. Me acompaña cuando pienso en que traté de darte todo cuanto pude, pero no siempre fui tan constante, no siempre tenía toda la paciencia; muchas veces pensé en rendirme. 

Me dije, más de una vez, lo duro que era luchar sola, darte las pastillas, darte de comer, limpiar pis, caca, vómito, no tener silencio nunca en casa. Hoy me arrepiento de todos y cada uno de los pensamientos intrusivos que tuve; de todas las veces que pensé en tirarla toalla, que me prioricé a mí.

Hoy la culpa me recuerda que, si hubiese sabido valorar mejor lo que tenía, ella no me acompañaría.

Día 4: Vacío.

 He vuelto a soñar que no te habías muerto. Esta noche ha sido la segunda.

Cuando abro los ojos, me espera el inmenso vacío de saber que era un sueño que, realmente, no estas a mi lado.

Tus hermanos también saben que no estás... Artemisa se pasa el día conmigo, me acompaña cuando lloro. Merlín está más alterado, como si ya nadie le transmitiese calma, y Oniria... ella ya no quiere pisar el comedor para dormir, ya no se queja cuando la encierro conmigo en el cuarto.

Recogí tus cosas para donarlas, para no tener que verlas, aún así, siempre aparece algo tuyo en algún rincón, como si Andrómeda tampoco se quisiese hacer a la idea de tener que dejarte ir.

Hoy he dormido hasta tarde, no quería enfrentarme a la realidad. 

Cuando me levanto, no sé qué hacer, no hay nada que me suscite el menor interés, ni siquiera me apetece hablar con nadie, soy incapaz de sentir más ausencia que la tuya. Has conseguido que el resto del mundo no importe, que el resto de dolores no existan. 

Aquí dentro solo habita el vacío que tú has dejado, no hay hueco para nada más...

sábado, 12 de noviembre de 2022

Día 3: Ceniciento.

Anoche recordé tu pequeño cuerpecito tirado en el suelo del comedor, inerte, con la boca desencajada y los ojos abiertos. 

Recordé el largo camino al veterinario, con tu cuerpecito entre mis brazos, con tu mirada perdida en el cielo.

Recordé cómo tuve que dejarte allí, en una de las consulta, mientras te daba un último beso, ese que ya no  sentiste. Ojalá pudieses haberme dado uno de vuelta.

Hoy no he podido estar en casa, porque tu ausencia se hace cuesta arriba. No puedo ir al comedor sin esperar verte, sin esperar que te alegres porque me oyes llegar.

 Mi corazón está roto y el mundo sigue ceniciento; todos notamos tu ausencia.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Día 2: Lluvia.

Desde que te fuiste, no ha parado de llover. Parece como si el mundo estuviese tan triste como yo. Como si papá quisiese apoyarme y llorar conmigo tu pérdida.

Cuando llegué a casa esta mañana, no me recibiste con la panchita para arriba, esperando que la rasque para estirar las patitas y ponerte feliz.

Me duele en el alma que no estés.

jueves, 10 de noviembre de 2022

Día 1: Silencio.

El silencio y la limpieza, me recibirán ahora en tu lugar. Podré comprarme aquella gilipollez que tanto quería, podré viajar sin miedo a que, cuando vuelva, ya no estés... porque ya no estás.

Cómo explico yo que prefería no tener dinero, que prefería que este hogar fuese un desastre a tener que vivir sin ti, sin tu mirada, sin tu presencia que tantas veces me ha arropado cuando el mundo me venía grande.

Ahora, en vez de tu tos, escucharé un silencio perpetuo, un silencio que me recordará que la casa está vacía sin ti, casi tanto como me siento yo por dentro.

Va a ser difícil decidir por qué luchar ahora... tú ya no me vas a necesitar nunca más, pero yo... yo voy a necesitarte cada día de mi vida.

Llegaste a mí cuando cruzaba mi primera depresión, fuiste el bálsamo que me faltaba en tantas noches de lágrimas. Eras una bolita de pelo con aires gatunos, que, sin pretenderlo, se convirtió en mi otra mitad, que me recompuso poco a poco...

Crecimos juntos y superamos todo lo que vino, y cuando el mundo quiso devolverme al pozo de la depresión, tú volviste a estar ahí, cada día, cada noche, feliz por tenerme y yo feliz por tenerte a ti.

Llevábamos dos años muy duros, con muchos sustos y, en el fondo de mi corazón, siempre supe que aguantabas por mí, así que gracias Aslan. 

Gracias por cada uno de los trece años que hemos pasado juntos, gracias por no tirar la toalla, por seguir queriéndome a tu manera, por demostrarme que existe el amor de verdad, el incondicional, el puro, por no dejar que me sintiese sola, aún cuando yo sentía que no le importaba a nadie.

Eres el mejor regalo que el mundo me ha dado y no voy a olvidarlo nunca...

No voy a olvidarte nunca.

martes, 1 de noviembre de 2022

Heat waves.

Te imagino parado en medio de la lluvia, dejando que el agua te empape al completo y resbale por los cristales de tus gafas. Te veo cruzarla para llegar a mí, como si no te importase cuánto se esté interponiendo entre nosotros, como si lo único que deseases es llegar a mi lado.

Yo te esperaría con una sonrisa puesta, de esas que tú sabes bien que ocultan que he estado llorando, que no he podido dormir otra noche, que estoy rota por dentro, casi, casi tanto como lo estás tú.

Tomarías mis manos, abrigándolas entre las tuyas, me harías salir al fin de ese baile de máscaras del que tú también has estado esperando salir, aún a sabiendas que eso nos arrancaría de la falsa realidad que ambos hemos estado viviendo, que nos haría caer al abismo... no te importaría, y a mí tampoco porque, por una vez, habrías decidido asumir que el mundo pesa menos cuando estas conmigo, que duele menos desde que he llegado.

Ahora, bailaríamos otra danza, la de nuestras miradas. No te importaría que mis ojos sean puertas al infierno, esta vez habrías decidido quemarte, quemarte conmigo y quemar todo cuanto nos ha rodeado hasta llegar a este preciso momento. El ruido desaparecería entonces, y solo nos tendríamos el uno al otro.

En el silencio, desnudos, sumidos en la oscuridad, tu piel rozaría mi piel, tu cara descansaría en mi pecho, pero solo para oírlo latir, porque sabrías que, a veces, mi corazón encuentra otras maneras de latir aparte del dolor; a veces mi corazón es capaz de encontrarte.

Quedaríamos precipitados a vivir en el abismo de nuestra infinidad, ¿qué más íbamos a necesitar?, si seguiríamos ardiendo en las llamas que provocarían el roce de nuestros cuerpos, si la falsa realidad ya no se esforzaría por seguir opacando nuestros sentimientos pero... habría de llegar el agua.

El agua empezaría a inundar el abismo, la infinidad. Nos cogería por sorpresa, justo cuando tu mirada hubiese conseguido, de nuevo, que el corazón me doliese en el pecho, lo utilizaría como pretexto para engullirnos los pies, para separarnos.

Poco a poco, yo me iría hundiendo, mientras... a ti solo te cubriría los tobillos.

Nuestros cuerpos ya no se tocarían, ya no arderían porque, mientras el peso de mi corazón seguiría arrastrándome a las profundidades, el tuyo habría decidido que no soy suficiente para doler, para avivar el hueco que hay en tu pecho.

Te miraría una vez hundida, a través del agua, con la mano extendida allí donde tú también has dejado la tuya, pero con una espesa capa separándonos, como siempre.

¿Por qué tu mirada cruzó la lluvia esa noche? Querré preguntarte, pero no podrás oírme.

Porque, realmente, nunca cruzaste la lluvia y salvaste la distancia que nos separaba, nunca te desnudaste ante mí y dejaste que todo ardiese, nunca bajaste al abismo y te quedaste conmigo. Tú seguiste empapándote al otro lado de la carretera, mientras me veías ser arrollada. 

Tú siempre supiste que era mejor así.