martes, 1 de noviembre de 2022

Heat waves.

Te imagino parado en medio de la lluvia, dejando que el agua te empape al completo y resbale por los cristales de tus gafas. Te veo cruzarla para llegar a mí, como si no te importase cuánto se esté interponiendo entre nosotros, como si lo único que deseases es llegar a mi lado.

Yo te esperaría con una sonrisa puesta, de esas que tú sabes bien que ocultan que he estado llorando, que no he podido dormir otra noche, que estoy rota por dentro, casi, casi tanto como lo estás tú.

Tomarías mis manos, abrigándolas entre las tuyas, me harías salir al fin de ese baile de máscaras del que tú también has estado esperando salir, aún a sabiendas que eso nos arrancaría de la falsa realidad que ambos hemos estado viviendo, que nos haría caer al abismo... no te importaría, y a mí tampoco porque, por una vez, habrías decidido asumir que el mundo pesa menos cuando estas conmigo, que duele menos desde que he llegado.

Ahora, bailaríamos otra danza, la de nuestras miradas. No te importaría que mis ojos sean puertas al infierno, esta vez habrías decidido quemarte, quemarte conmigo y quemar todo cuanto nos ha rodeado hasta llegar a este preciso momento. El ruido desaparecería entonces, y solo nos tendríamos el uno al otro.

En el silencio, desnudos, sumidos en la oscuridad, tu piel rozaría mi piel, tu cara descansaría en mi pecho, pero solo para oírlo latir, porque sabrías que, a veces, mi corazón encuentra otras maneras de latir aparte del dolor; a veces mi corazón es capaz de encontrarte.

Quedaríamos precipitados a vivir en el abismo de nuestra infinidad, ¿qué más íbamos a necesitar?, si seguiríamos ardiendo en las llamas que provocarían el roce de nuestros cuerpos, si la falsa realidad ya no se esforzaría por seguir opacando nuestros sentimientos pero... habría de llegar el agua.

El agua empezaría a inundar el abismo, la infinidad. Nos cogería por sorpresa, justo cuando tu mirada hubiese conseguido, de nuevo, que el corazón me doliese en el pecho, lo utilizaría como pretexto para engullirnos los pies, para separarnos.

Poco a poco, yo me iría hundiendo, mientras... a ti solo te cubriría los tobillos.

Nuestros cuerpos ya no se tocarían, ya no arderían porque, mientras el peso de mi corazón seguiría arrastrándome a las profundidades, el tuyo habría decidido que no soy suficiente para doler, para avivar el hueco que hay en tu pecho.

Te miraría una vez hundida, a través del agua, con la mano extendida allí donde tú también has dejado la tuya, pero con una espesa capa separándonos, como siempre.

¿Por qué tu mirada cruzó la lluvia esa noche? Querré preguntarte, pero no podrás oírme.

Porque, realmente, nunca cruzaste la lluvia y salvaste la distancia que nos separaba, nunca te desnudaste ante mí y dejaste que todo ardiese, nunca bajaste al abismo y te quedaste conmigo. Tú seguiste empapándote al otro lado de la carretera, mientras me veías ser arrollada. 

Tú siempre supiste que era mejor así. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario