sábado, 12 de noviembre de 2022

Día 3: Ceniciento.

Anoche recordé tu pequeño cuerpecito tirado en el suelo del comedor, inerte, con la boca desencajada y los ojos abiertos. 

Recordé el largo camino al veterinario, con tu cuerpecito entre mis brazos, con tu mirada perdida en el cielo.

Recordé cómo tuve que dejarte allí, en una de las consulta, mientras te daba un último beso, ese que ya no  sentiste. Ojalá pudieses haberme dado uno de vuelta.

Hoy no he podido estar en casa, porque tu ausencia se hace cuesta arriba. No puedo ir al comedor sin esperar verte, sin esperar que te alegres porque me oyes llegar.

 Mi corazón está roto y el mundo sigue ceniciento; todos notamos tu ausencia.

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