viernes, 18 de agosto de 2023

El laberinto.

En aquellos páramos helados, el sol brillaba por su ausencia. El caminante, artilugio y ser, insensato y envalentonado, se adentraba con la osadía de quien no teme perderse porque ostenta a salir victorioso.

El laberinto no es un lugar con salidas, al menos, no con lo que se entiende por ellas, mucho menos con una sola manera de cruzarlo. Quienes se adentran en sus angostos caminos, son conocedores del riesgo de perderse, tanto física, como metafísicamente.

Es un lugar inhóspito que a pocos abre sus verdaderos pasajes. Sus residentes más fehacientes transitan, de manera poco ortodoxa, lo que en el mundo material se denomina como locura por aquellos, llamémosles "obtusos".

Los obtusos se ofuscan en catalogar de etiquetas todo lo que les rodea. No atienden a razones, más que a las que la propia lógica ha dejado impuesta. Salirse de los dogmas establecidos por la razón no es más que una manera de transitar pasajes oscuros, al menos, así es como lo catalogan sus más fieles seguidores.

Algunos obtusos, denominados entre ellos mismos como aventajados, han rozado la superficie del laberinto. Han vuelto de entre sus rincones sin luz para predicar "la verdad", para arrojar la luz que le falta al laberinto.

¡Pobres! Desconocen que la verdad es abstracta, ambigua y poco lineal, desconocen que el laberinto no lo habitan los dementes, sino quienes han rasgado las entrañas de su ser y han preferido no volver al circo que deambulan ellos mismos; los obtusos.

Las construcciones inverosímiles, traídas desde los rincones más oscuros del laberinto, quedan encerradas entre paredes blancas y acolchadas. Acalladas con sogas y emancipadas con drogas. La realidad mental es un plano que la cofradía de obtusos se niega a conocer, oculta su existencia y acalla por completo.

Por eso, los caminantes más aventajados escogen sus palabras y adquieren sus propias reglas, ocultas para los obtusos, claro, porque su programación, la de éstos últimos, les impediría poder ver más allá del muro; desconocen cómo escalarlo, más aun, qué hay detrás de la piedra.

Sólo hablan aquellos caminantes incapaces de sobrellevar el circo, una vez han mirado la cara oculta del laberinto. Asumen su rol en una sociedad de cautos, que no se dejarían guiar por algo fuera de lo que sus sentidos les muestra. Pero está fuera de la jurisdicción de un caminante compadecer a otro caminante, mucho menos a aquel que han encerrado por habitar el laberinto,  todo lo contrario, es más probable que le mire sin recelo; sabe que ha alcanzado un estatus quo en la inconformidad y ha dejado su cuerpo al devenir del mundo material, al mínimo esfuerzo, para entregarse en plenitud al laberinto.

Vivir entre dos mundos es complejo, también moverse entre distintas realidades y personas con naturalezas laberínticas en desigualdad. Está en la naturaleza del caminante experimentado conocerlo, también conocer que, conforme avance en el laberinto, se encontrará en una infelicidad dulce de la que será presa.

No está en su poder cambiar lo que el laberinto ha hecho de su naturaleza. Tampoco poder hacer que personas que no están en los mismos pasajes del laberinto puedan llegar a comprender lo que sus ojos ven cuando miran las enredaderas. La profundidad en el laberinto te hace pasar de víctima a verdugo para, finalmente, alcanzar la comprensión.

Se puede comprender la tristeza intrínseca en un habitante de capas profundas del laberinto, pese a no tener su visión, solo que es realmente complejo cuadrar con el vacío de esa persona; que ella cuadre con el tuyo.

Ante la desventajada situación de dos habitantes del laberinto que se encuentran y no pueden verse ¿qué se recomienda?

En algunos casos, lo más sensato es la huida. Adentrarse en dominios ajenos es peligroso, puede uno perderse en un jardín que siquiera va a comprender y, peor aun, quedar atrapado en el bucle del intento. 

Para quienes son capaces de entrar sin estancarse, es recomendable tratar de entender y profundizar; la compañía es más leve si alguien comparte y entiende nuestros más profundos terrores ocultos.

¿Qué hacer en caso contrario? Me refiero... ¿si quien sentimos que es incapaz de comprender e implicarse en el laberinto es el otro? ¿Si tratamos de explicarlo pero no funciona?

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