viernes, 18 de agosto de 2023

Querido mendigo.

Te echo de menos cada vez que transito sola el laberinto. Tu ausencia es pisar la nieve desnuda; cala los huesos.

Entenderte es simple y complejo a la vez. 

Cuando ensalzo tus sentimientos, puedo abrazarte en la distancia, puedo ver nuestra promesa pasar lentamente y esperarte en el vaivén del tiempo, sin prisa, dándote el espacio que necesitas.

Cuando ensalzo mis sentimientos, mis muros mentales me aplastan sobre un quebradizo suelo de cristal. Y yo trato de que no se rompa, pero su superficie es tan frágil y quebradiza que apenas el ruido hueco de uno de mis latidos descompasados lo rompen.

Te echo de menos cuando quiero enrevesar mis palabras y que estas encuentren el temple de un adversario que les vaya a oponer resistencia, que vaya a enrevesarse con ellas hasta crear una espiral de complicidad e insultos.

También cuando mis sentimientos me hacen implosionar y nadie escarba hasta encontrar la raíz. A veces, mis conversaciones caen en saco roto y me hacen pensar que no soy una persona fácil de tratar cuando aparece mi esencia. Luego recuerdo tus ávidas palabras acompañando a las mías y siento que no hay problema en la profundidad de mi alma, solo pocas personas que, como tú, puedan conversar con ella.

Te echo de menos cada vez que pienso en algo que me apetece hacer y dejar de hacer por hablar. Que pienso en que prácticamente nadie es capaz de hacerme reír y llorar en una misma frecuencia, y recogerme con calidez en ambos afluentes. Que pocas son las personas con las que vaya a dejar de ocupar mi tiempo en lo que, ocasionalmente, se me antojan como banalidades y cambiarlo todo por una noche infinita para conversar.

Y cuando pienso en ti no solo me pregunto cómo estarás, también si alguien es tan familiar como yo, si has dejado de pensar en todas esas inquietudes que nos mantenían despiertos hasta el alba y para las que nunca había suficiente tiempo de abordar. Me pregunto si tendrás momentos de felicidad plenos, como yo los tengo, y si te sentirás igual de culpable al no poder venir luego a contármelos.

Te echo de menos, mi querido mendigo. No todos los días, pero sí aquellos en que sale esa parte que tú tan bien conoces. Esa que siempre te busca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario