Concentré, pues, mi caos mental vomitado en líneas y, con ello, no conseguí más que el reflejo de una mente perturbada que moría entre palabras.
martes, 19 de noviembre de 2024
Inexorable.
sábado, 16 de noviembre de 2024
El alma.
Y conoceré a otra persona, y conocerás a otra persona.
Eso es lo peor de todo esto, abrazar cada noche estos sueños rotos. Seguir aferrada a las palabras que creí, a toda la confianza que puse en ti.
Me aferro las costillas en un abrazo de dedos punzantes y me compadezco de mi alma, todavía presa de estos sentimientos.
Ojalá. Ojalá hubieses tenido estas ganas ardiendo también en tu interior. Ojalá mi sensibilidad no fuese una pateada de huevos para ti, ni mi presencia un incordio.
Te miro en tu sofá, aquellas dos semanas, y sigo soñando cada día con esa persona, con esa sonrisa y esa complicidad. Luego, viene el infierno a mi corazón y me oprime el pecho.
Me permito llorar tu ausencia. Me permito ser débil y añorarte, solo que sigo sin saber qué añoro, si estas sábanas prácticamente no han tenido tu presencia…
Te hubiese regalado el mundo, pero lo quería también de vuelta. Al final, un vínculo sin reciprocidad sólo es un consumo de energía, largas noches de insomnio y mucha ansiedad.
Ahora me acuesto sin ninguna de las tres, pero me arde el pecho y me escuecen los ojos.
Es parte del proceso, ya lo he vivido antes, solo que cuesta pensar en otros labios y en otro cuerpo, cuesta pensar que acabaré mis días abrazada a alguien que no eres tú, yo que soñaba con que llegase esa cotidianidad que prometiste; me toca quedarme con tus promesas rotas y tu cara de desgana cada vez que me veías romperme.
Recomponerme se hace cuesta arriba, creo que estoy destruida. He suplicado tanto amor que tengo miedo de volver a equivocarme y creerme más palabras llanas.
A veces, prefiero deleitarme en tu recuerdo de esas dos semanas, vivir mi idilio platónico con esa persona tan atenta y detallista; esa persona que no eres tú.
Una conversación de sofá de horas, tantas coincidencias, esa necesidad de tocarnos, rasgar el ser del otro mientras el tiempo pasa volando y, al llegar a casa, un mensaje de buenas noches diciéndome lo increíble que ha sido la noche… lo afortunado que te has sentido.
Fui feliz. Ahí.
Voy a atesorarlo para siempre soñando que, tal vez, pudieses haber sido esa persona si te hubiese conocido en otro momento.
Ahora, esperaré paciente a encontrar ese alma en otro lugar.
viernes, 15 de noviembre de 2024
Tengo miedo.
Tengo miedo.
Tengo miedo porque me siento mayor y las expectativas de vida se rompen sobre mi cabeza y caen en pedazos, esparciendo sueños rotos alrededor de mis pies.
Trato de pasar de puntillas, de no pisarlos, pero el crujido bajo mis suelas delata cada una de mis derrotas; todos los ensueños que debo dejar atrás.
Ahora debo ser realista, a expensas de poder construir un puente sólido, que no se derrumbe por la inmadurez, ni por esta inmediatez en la elección de más ladrillos quebrados; que el augurio de otras aguas mortíferas quede, esta vez, bien lejos de esta construcción.
Tengo miedo.
Me pregunto si mi valor es tan efímero como ahora lo siento. Si todas las almas llevan estos matices oscuros y van a desvanecerse entre mis cansados dedos, que están agarrotados, doloridos de aferrar promesas vacías que se pierden en el aire. De aferrar a la nada.
Pero la culpa es mía por estar para quien nunca está. Por aferrarme a manos de fantasmas.
Tengo miedo.
Porque, ahora, siento haber desperdiciado mi vida en un segundo plano, ofreciendo mis sueños para que otros los viviesen. Y, ahora, puedo ver que he allanado sus caminos a costa de llenar el mío de piedras. Que he estado sola.
Tengo miedo.
Porque ese es mi problema. Porque no sé discernir, no sé dónde acaba la bondad y empieza la sensatez. Y ahora me veo desnuda, despojada de todo a la fuerza por este despertar tan abrupto que me ha dejado tiritando en un bosque oscuro.
Ahora, ando a ciegas. Buscando a tientas un rayo de luz que me reconduzca a mi verdadero legado. No sé si me espera esa mano que llevo toda una vida esperando, ese acompañante que construya un camino conmigo, con el mismo esfuerzo que yo.
No sé si me espera el vaho de la gélida soledad perpetuada en este miedo a volver a equivocarme y quebrarme los huesos.
Tengo miedo.
Tengo miedo.
Tengo miedo y tengo que romper estas cadenas.
miércoles, 13 de noviembre de 2024
Auras.
Dicen que los gatos son los guardianes de las almas.
Tal vez, haya sido eso. Ella ha visto todas las veces que me he derrumbado en tu ausencia, mis lágrimas siempre han desbordado en estas cuadro paredes. Llevan más de un año haciéndolo.
No puedo cerrar los ojos a lo que ha pasado; no puedo cerrar los ojos a que ella ya no te acepte.
En tu ausencia, todo ha vuelto a la normalidad. Ha vuelto este vacío reticente, esta tristeza cansada en mi lucha por ser alguien más especial, por dejar de ser este personaje secundario de mierda del que todos se aprovechan por no saber poner límites, por este exceso de empatía que me tiene aburrida.
Y la idea de que mi alma está tan hundida que ella ya no lo acepte, ronda mi cabeza y me reconforta, me abre los ojos. No puedo volver a perderme a mí misma; cada vez que me fallo, también les fallo a ellos porque, esta tristeza, la vivimos juntos.
Puede que haya extinguido mi amor propio por mantenerme a la espera constante de que me vieses, de que me valorases como necesitaba, pero el amor a ellos es inextinguible; ellos deciden quién es bien recibido aquí.
lunes, 11 de noviembre de 2024
Quiebre.
El fantasma del miedo se pega a mi sombra y borra mis huellas. Aferra las entrañas y las retuerce en su deleite.
Me deja sola, desvaída, sin saber cómo recomponer estos pedazos que se han hundido en el fango, sin saber cómo aferrar una sonrisa con estas manos manchadas de lodo.
Los lamentos, enterrados, se perdieron en la soledad de todas esas víctimas que se fueron, sin nadie a quien entregarlos. Ahora, sin que ellas lo sepan, los anido en mi interior, porque los oigo, aunque no haya podido escucharlos.
Mi cuerpo es plomizo, ha caído en esta riada. Me pregunto cuánto más le queda de flotar en esta vida quebrada.
jueves, 7 de noviembre de 2024
La riada.
La riada ha traído vuestros ojos, también vuestras palabras. Hace que me sienta un número, porque el dolor a vosotros no os toca. La humanidad pierde su presencia en la frialdad con que puedes decirle a alguien roto que no te importa su dolor, porque no es tuyo.
El agua, emponzoñada, ha desenterrado el egoísmo. Solo quedas bien ante la foto. El dolor no es tuyo, no eres tú quien está roto.
Cuando vuelva a ver la luz, podré alzarme victoriosa con estos descosidos; habré remachado mis sentimientos, habré conseguido un poco de vuestra indiferencia.
Cogeré esta vez el amor por el centro de su fuego, porque también he visto las almas que sufren nuestra desgracia, también he sentido, desde la lejanía, sus abrazos invisibles.
Cuando vuelva a ver la luz, sonreiré la vuelta a toda esa fuerza que ahora flaquea. Sé que se ha ido para que pueda deconstruirme y ayudarme a levantar esta nueva casa.
Miraré a los ojos de la indiferencia y ya no le pagaré con odio, dolor o rencores, porque esa indiferencia pertenece a la gente muerta.
Ahora, toca abrazar al miedo, ahora sé que no lo abrazo sola; están vuestras manos invisibles, vuestras caricias de corazón y no de cumplimiento.
Puedo mirar a la vida, aceptando que hay almas que torturan desde su egoísmo, yo solo tengo que prohibirles la entrada al reino de estos latidos. Así, no perturbarán su ritmo ni mi paz, así, el mundo no podrá comerme, porque mi corazón seguirá siendo cálido, pero no estará tan expuesto.
Decido seguir este camino, la riada no puede llevarse mi sentir. La riada no puede ganar y arrebatarnos el sitio a las personas sensibles.
martes, 1 de octubre de 2024
Rasguño.
A veces pienso que me gustaría dedicarle a alguien mi primer libro. Poner esa dedicatoria que me haya salido rasgando el corazón, dedicarle mi primera copia y crearle una edición especial a mano. Una en la que agradecerle el apoyo, el esfuerzo, el haber estado ahí, a mi lado, deseando leer unas páginas más de esa esencia en la que radico, en la que paso largas temporadas consumiéndome, en bloqueos creativos, u otras tantas feliz, henchida, orgullosa.
Luego, recuerdo que a nadie le importan tanto mis escritos. Nadie se desvive por leer los versos de mi mente. Mis palabras son huecas porque no me llegan a nadie… y se me instaura este tremendo dolor en el pecho, ese que me dice que se me acabará la vida y mis palabras no habrán sido el abrigo de nadie.
domingo, 15 de septiembre de 2024
Que me parta un rayo.
Tal vez, en un futuro, llegue yo a desvirtuar la exuberante idea de platonismo que recorre mis sentidos cuando pienso en ti.
Pueda yo desprenderme de ese idilio irreal que permuta mi cabeza, no sea yo presa de este sentimiento carcomiente que me mantiene al filo de un amor descafeinado, no sé si por incompatibilidad o porque, realmente, nuestro encuentro ha sido temprano.
Quiero yo permutar en la segunda opción, rasgando el devenir con unas yemas anhelantes de tu piel, de tu presencia, pero, sobre todo, de un hogar que nunca llegamos a construir, basado en una madurez emocional más fortuita.
Me recreo en desconocer cuánto tiempo deba pasar desde que alejemos nuestros caminos, hasta que se crucen nuestros destinos. Me recreo en la posibilidad de que nos convirtamos en arena plomiza ante la ausencia de una realidad tangible.
Qué sé yo del amor, más que me desgarra los tejidos cada vez que me enamoro, siendo complicado desprenderme de mis ideales y de una lucha constante por no rendirme ante los desfalcos de otra persona, por dar más valor a sus luces que a sus sombras.
Qué complejo confiar en las personas.
¡Qué me parta! ¡Qué me parta un rayo si la persona que creo que anida en ti ha sido mero adulterio de mi mente!
viernes, 13 de septiembre de 2024
Paranoia.
Cuando las máquinas se adueñen de nuestras almas, caeremos a su abismo tecnológico, del que hace años empezamos a ser presas. Cambiaremos el sentir por el hacer y pronto, no habrá cabida para la letanía de los latidos.
La sensibilidad, debilidad en este mundo adusto, pasará a ser un recuerdo, un mito, una añoranza cuando se mire la belleza del arte y no se sepa comprender.
La piel será dura y egocéntrica su portadora, ya no podremos tocar las almas porque estaremos más centrados en nosotros mismos que en sentir que formamos parte de alguien más; no habrá espacio para comprender.
Bip, Bip, bup.
El retumbar de las carcasas. Y otra alma más que sacrifican a beneficio propio.
Bip, Bip, bup.
No querrán sentir. Apenas sabrán hablar ya de lo que era un latir.
Bip, Bip, bup.
¿Oyes eso? Es el sonido de la marcha robótica de la que somos presos.
Momento presente.
Contemplo el presente. He leído que es una buena técnica para la ansiedad.
Una pareja ha pasado por delante. Ella, un poco más alta que él, con un hermoso ramo de flores y una sonrisa de oreja a oreja. Les he sonreído, claro, ¿qué iba a hacer sino frente a la caricia grácil del mundo?
La mujer del restaurante se ha ido al otro extremo de la sala. Se ha doblegado sobre sí misma, en una mesa, y ha roto a llorar. El camarero y mis amigas la han mirado, con desconcierto, sin saber muy bien qué hacer. Yo me he acercado a preguntar qué pasaba, acariciando su espalda.
"Ser madre es muy duro" me ha dicho. Que nos tenía allí si necesitaba algo, le he respondido yo, ¿qué iba a hacer sino frente al desamparo con que nos golpea el mundo?
A cada paso, es eso; belleza y desamparo.
jueves, 12 de septiembre de 2024
Pensamientos.
No sé si he expirado ya todos mis pecados, pero creo que, con este duelo, he cerrado el ciclo.
Entiendo ahora cada una de mis partidas, porque, a grandes rasgos, he experimentado los diferentes puntos de vista desde los que podía mirar un mismo prisma.
En vez de maldecir a mi "mala suerte", he decidido enfocarme en acabar de pulir aquellos aspectos en los que yo me relaciono mal, y agradecer cada una de estas experiencias, porque, como escritora, veo ahora muchos planos de los sentimientos.
Quiero tomármelo así, como un redescubrimiento de mi psique. Un punto de partida nuevo, solitario.
Estoy convencida de que hay alguien para mí, o tal vez sea otro de esos pensamientos de consuelo que me da mi mente, tras una caída al abismo, pero no paro de leer experiencias de otras mujeres sentimentales que han encontrado con quién expresar sus sentimientos y, aunque no entendidas, sí se sintieron vistas, sin tener miedo a expresarse, sin una persona que se pusiese a la defensiva, solo alguien que también quiere saber cómo eres, cómo es tu lenguaje del amor y cómo te tiene que tratar para que tú también te sientas querida.
Pero mi cabeza lo ve lejano, ahora es rasgada por ese martilleante pensamiento: "¿Era el amor esto para mí? ¿Una sucesión de catastróficas experiencias que me ayudasen a trascender en mis escritos?" "¿O solo es una manera de defenderme ante el dolor de tantos duelos?"
La montaña rusa está aquí, claro. Es compleja y forma parte del duelo.
Ayer transité todas las horas no laborales que me quedaban de luz retraída sobre mí misma, manchando cada textil sobre el que me apoyaba con lágrimas y, cada una de mis acciones y pensamientos, se enfocaron únicamente en ti. Cancelé mis planes, comí de más por ansiedad y me forcé a vomitar, por culpa y malestar. No quería que esa sensación perpetuase más días y me aferraba al miedo de que iba a ser así por mucho tiempo.
Pensaba en Halloween y las expectativas, ahora quebradas, que tenía de ese día. Ni siquiera quiero recrearme en ello aquí, para no seguir tintando de ese sabor agrio mi presente.
Hoy, transcribiendo las entradas del blog, me he encontrado con el texto en que narré punto a punto todas las cosas que me hicieron daño; hoy no romantizo tu ausencia.
He decidido enfocarme en los jueves random y todas esas cosas que soñaba hacer en pareja pero siempre se rompían. Ahora, me parece absurdo esperar a que alguien me acompañe para hacer esas cosas que sueño, posponer fragmentos de felicidad por reservarlos a otra persona. Aunque, confieso, va a ser un poco raro hablar conmigo misma a través de los walkies; hay cosas que voy a tener que posponer.
Hoy es jueves. Todavía no sé qué película de tiburones voy a elegir. No tengo construido el fuerte de sábanas, tampoco he comprado aún el proyector, pero no tengo prisa conmigo misma, de momento, tengo una buena pizza de ayer y unas cuantas Pepsi lima en la nevera; puedo rozar el cielo unas horas.
Estoy viendo Expediente X, que también soñaba con verla en pareja, para poder dormir luego juntos, por si me daba miedo. Ahora sé que dormiré sola, con mi luz de mesita y mis gatos; mi armamento por si las pesadillas carcomen el sueño.
He decidido reformar el comedor para mí, no para que alguien tenga su espacio para mudarse aquí. Si alguien pisa mi vida en un futuro, podemos hacer nuevos planes y encontrar otro lugar en el que estar; no quiero adaptar mi templo a nadie que no sea yo.
Y me haré ese tatuaje para cerrar esta etapa, porque me parece hermoso marcar la piel con un mapa de nuestra vida; recorrer con los dedos los lugares en que fuimos, plasmar esas marcas del corazón en la piel.
Ahora mismo, estoy un poco desorientada. Me abruma el paso de la vida. Sé que es parte de esta nueva etapa, pero me encantaría que pasase rápido, para volver a encontrarme conmigo misma y con la lección aprendida.
Pero bueno, de momento solo me recrearé en que este último año es parte de mi desarrollo personal y tengo que abrazarlo con el amor que se merece.
miércoles, 11 de septiembre de 2024
No me arrepiento.
Quiero decirte que no me arrepiento.
No me arrepiento de que mi corazón esté a tu lado, aunque yo tenga que seguir viviendo con tu ausencia.
No me arrepiento de las veces que perdí oportunidades por darte a ti una más.
No me arrepiento de las veces que discutimos, porque sé que buscábamos encontrarnos en el camino.
No me arrepiento de que te cruzases en mi vida, aunque este año haya sido tan duro.
No me arrepiento, porque me da igual lo que digan, me da igual el peso de tus acciones, siempre me ha dado igual. Yo sé lo que tú eres, sé lo que tú vales y se lo que vas a brillar cuando salgas de ese pozo.
No me arrepiento de haberte acompañado en el camino aunque no estuvieses bien, porque amar es un sentimiento hermoso aunque no salga como querríamos.
Porque todas las veces que tuve una sonrisa tuya, un gesto de amor, tu cuerpo sobre el mío, todas esas veces fuiste tú, ese tú feliz que anida en tu interior; la persona a la que amo.
Y tampoco me importa dedicarte algo bonito con el corazón roto, porque no quiero ser un pedazo más de ese maldito dolor que no te deja brillar.
Porque eres una persona increíble con muchos defectos, pero eso no te quita valor.
viernes, 6 de septiembre de 2024
La tristeza.
Hoy, he escuchado por primera vez a mi mejor amigo triste, cuando sus palabras han sido siempre risas.
Vivimos bajo el peso del azote de una realidad que nos ha atrapado en un alud, indefensos, sin saber que el peso del mundo te aplasta sin gritos.
El tiempo nos consume a todos, nos convierte en esclavos de las expectativas que teníamos antes de saber cómo era el mundo. Esclavos empeñados en cargar con el peso de los sueños que nos arrebataron de niños, o que nosotros mismos nos impusimos, encerrando nuestra alma en ese cofre mugriento, que se pudre en las profundidades de nuestros océanos.
Qué triste cómo hemos sido remodelados por las realidades de otros y por las nuestras propias, perdiendo la esperanza de que surja una nueva versión de nosotros mismos, porque sabemos que irá en contra de todas nuestras creencias infantiles.
Veo gente con vidas más complejas que las nuestras, y se me antoja triste que no nos permitamos ser felices, cuando basta con un lugar donde te amen y unos brazos que te cuiden. Tal vez sea yo, que no puedo sacar el recuerdo de mi padre consumiéndose por la metástasis, siendo feliz junto a sus hijos, sin rendirse, luchando por verles crecer.
Tal vez él obtuvo paz, porque, aun en las malas, sacó la energía de dónde no la tenía para no manchar el regalo de sus últimos momentos.
Igual él también veía lo complejo que era todo, pero decidía apostar por su visión de gafas amarillas en un mundo que se acababa. Él ya no puede disfrutar y se fue con una sonrisa, mientras nosotros nos consumimos en expectativas, nos anegramos en lágrimas por no saber valorar la vida y el amor que tenemos.
Últimamente, el mundo viene cargado de tristeza. La tengo presente en cada rincón que transito y quiero desprenderme de toda ella, no dejarla ser, gritarle que ya me ha quitado suficiente, pero sería una hipócrita... yo misma soy la que elige sus caminos y la que decide dejar que me acompañe de manera eterna.
Por eso, supongo, ahora mismo la dejo estar. Porque no consigo estar triste hasta romperme en pedazos, porque no he perdido mi rayo de sol, ni mis esperanzas, ni mis sueños y, si la oculto, sé que volverá a ganar.
Hoy, le dejo recordarme todas las personas a las que he visto llorar, porque también tengo el recuerdo posterior de sus risas. Hoy, aguardo a nuestra risa, porque sé que llegará cuando abracemos a la tristeza.
miércoles, 4 de septiembre de 2024
Damos lo que somos.
Me gustaría, si vuelves a pasar por aquí, que no siguieses leyendo esta entrada. Tampoco que vuelvas al blog, porque necesito un ambiente en el que ser, sin que tú te veas arrastrado por ello.
Estos días, mi mente vuela, e imagino tus labios conociendo a otros labios, tu cuerpo bailando desnudo con otro cuerpo, y aparece esa dualidad férrea que siempre me carcome.
A una parte de mí le gustaría gritarte que me cambies. Que me cambies por quien quieras. Que encuentres esa persona con menos inquietudes en la cabeza, que le de más igual si se vincula en profundidad contigo o no. Que sea más sosa, menos intensa, que tenga esa simpleza que te va a hacer feliz.
La otra parte sólo quiere arrancarse el corazón del pecho, pero me toca recordarle que son celos y que no podemos obligar a nadie a elegirnos. Entonces, me viene un nombre a la mente. Uno que ya te ronda. Y mi cabeza se anticipa a lo que cree que va a pasar los próximos días, cuando la veas.
Y, de nuevo, vuelve la parte que es feliz por ti. Por ese alivio de saber que yo no voy a poder darte nunca lo que necesitas, porque para mí el mundo está escrito en un lenguaje antiguo, muy profundo, que no todas las personas hablan. Tampoco me lo podrás dar tú, que sigues aferrado a un dolor que ha cogido polvo en ese cofre de las profundidades de tu ser, que te impide ver más allá de lo que tienes delante, que te impide empatizar o ser autocrítico.
Es curioso, el mundo trae gente del pasado cuando pasas las etapas del presente. Una de esas personas, que es incluso más ausente que tú, me ha abofeteado estos días y me ha hecho ver que, cuando le das todo a una persona, ¿por qué iba a esforzarse? Si ya lo tiene todo sin necesidad de hacer nada por ti.
El debate ha profundizado en que eso, cuando te encuentras con una persona sana, no ocurre; el amor es recíproco. Claro que yo tampoco soy una persona sana, sino, habría sabido irme cuando vi que, en este amor, no se hablaba de igual a igual.
Estos días, mi mente vuela, y sé que ya no voy a ocupar nunca ese lugar con el que llevaba un año soñando, en el que creí tan férreamente el mes pasado, cuando prometiste que al fin llegaría. Duele, pero acepto que la decisión de confiar en alguien que no cumple su palabra fue completamente mía. Ya sabes que yo vivo estancada en un potencial que puede no llegar nunca, y tú vives bajo una sombra que no es tan fácil de quitar, entonces, andamos a velocidades distintas que igual no se llegan nunca a juntar.
Quiero gastar y cerrar la libreta de los monstruos, porque sólo habla de ti.
He decidido anotar todos los escritos que te dediqué durante un año, para poder recordarme por qué las cosas son así, también para poder archivarlos, cerrar esa historia y dejar el aprendizaje tatuado en mi piel, para sellar el fin de una historia que me ha consumido hasta los huesos, para cerrar satisfactoriamente esta etapa.
Me has enseñado muchas cosas, entre ellas, que no puedo contentarme con ser un jarrón decorativo, que me tengo que creer lo que soy y darme mi lugar. Que, pasarme de buena, de empática y de comprensiva, acalla mi voz, y me hace luchar sola contra mis fantasmas, mientras ayudo a luchar contra los del resto, y eso no es lícito.
Me has enseñado a poner límites y respetarme, aunque me haya costado un año hacerlo y viniese en una explosión que iniciaba con una tontería. Esa es la persona que tengo que ser, la que es capaz de irse a la segunda oportunidad, cuando ve que no la respetan, no la que se contenta con migajas a la espera de algo que no llega.
Y eso, no es culpa tuya, soy yo la que lo he permitido.
Al final, las personas damos lo que somos en cada momento y tampoco me voy a culpar por dar lo que soy, pero sí voy a aprender a darlo a quién me paga con la misma moneda, y a saber irme antes, sin rencores y sin odio, orgullos, ni dolores. Al final, no puedo pedirle a alguien que me dé lo que no es.
Me gustaría poder decirte que no me quedan fragmentos de dolor en el interior que tenga que dejar ir, pero no puedo porque me vienen muchas cosas a la cabeza estos días. Lo que sí voy a decirte es que quiero que seas feliz, que sé que lo has intentado, a tu manera, y que sé que eres una buena persona.
Que ojalá salgas, beses y tu cuerpo conozca a otro cuerpo que te haga sentir lo que no sentiste con el mío, que es lo mismo que, cuando esté preparada, me deseo a mí.
Y que, ambos sabemos, todo este dolor y este miedo dejarán de existir. Una nueva ilusión siempre está por venir.
Y qué asco de todo, que siempre me apetece escribirlo pero suena demasiado melodramático fuera de mi blog.
lunes, 2 de septiembre de 2024
Cinco minutos.
Me gustaría que estuvieses aquí papá, yo también quiero esos cinco minutos.
Me gustaría que hubieses podido abrazarme cuando mis sentimientos me tragaron al final de la tarde, y tuve que encogerme sobre mí misma y dejarlos ser, sin reprimirlos.
Decirte que esa es la parte que más me está costando… no poder decirme que voy a estar bien cuando vienen, para no reprimirlos. No coger el móvil, ni ponerme a leer, ni escribir; dejarlos atravesar mis intestinos para sentir que me muerden las entrañas, dejarlos apretar mi corazón hasta sentirlo entre las costillas.
Te diría que no viví tan plenamente como te hubiese gustado, porque el peso de tu recuerdo martillaba los huesos y me hacía una persona infeliz, oculta siempre tras una sonrisa y un férreo pensamiento de que todo mejoraría, aunque no lo hiciese.
Te diría que me vi fallar miles de veces, que cada triunfo vino siempre con una caída, y tuve que aprender que las cosas tenían un precio, para aceptar la dualidad de mi devenir.
Hice las cosas mal cuando prioricé a otras personas y también cuando me priorice a mí, y fuese como fuere, acabe siendo una persona de la que no estaba orgullosa, y siempre tuve de compañera a la culpa.
Pero todo, todo ello, me trajo aquí. A no tener la vida que soñaba, pero sí la que me construía con cada altibajo, hasta que conseguí la plenitud de disfrutar de la felicidad de los momentos, y no de las expectativas de vida y las grandezas.
De sentirme cada vez un poco menos esa víctima y amar lo que tengo cada vez un poco más.
Ese fue el camino que elegí y hoy, me siento plena por ello, porque tengo un duelo sin odio y puedo dejar ir con amor. Lloro de lo bonito que se siente eso para mí, de lo plena que me hace sentir haber cerrado las cosas bien, haberle dado a alguien todo lo que tenia para dar (aunque cometiese errores) y mi mejor despedida.
Ojalá pudiese habérsela dado a todas las personas a la que hice daño, también a las que me lo hicieron a mí. Ojalá sigas presente en mi corazón siempre, para recordarle a tu hija quién quiso ser, quién es y quién no quiere dejar de ser.
Por ti, por nosotros, por ser cada vez un poco más fieles a lo que somos en el corazón, no sólo a las sombras que lo manchan.
domingo, 1 de septiembre de 2024
Cenizas.
Llevo tanto tiempo mal que apenas recuerdo la última vez que me centré en mí, que me antepuse sin ese exceso de empatía y sin sentir culpabilidad, que me di un espacio para crecer en aquello que realmente me hace feliz.
Estuve un año de luto por una relación perdida, cuyo cierre estuvo abierto, sin poder darme el descanso que necesitaba mi mente, con el dolor de haber tapado siempre mis necesidades para hacer feliz a otra persona, hasta que ya no pude más, hasta que pedir reconocimiento supuso un abandono.
Luego, ha venido este otro año de inestabilidad, de perderme a mí misma, de no priorizarme por moverme al ritmo de otra persona, de tener ansiedad, de no poder dormir, de comer a rachas, de desajustes en mi ciclo menstrual, de una balanza donde habían siempre más lágrimas. Y, para variar, el mismo ciclo.
Mi lección aprendida es que sé que es culpa mía, porque mi carta de presentación viene con un interés desmedido al que es muy fácil acostumbrarse, con una disponibilidad completa y un enfoque absoluto en otra persona, que, de entradas, siempre está indisponible emocionalmente. Así que, cuando mis necesidades se ponen encima de la mesa también, esa indisponibilidad se hace latente y, obviamente, nadie quiere dar cuando se ha acostumbrado a recibir.
El problema es que, ahora, estoy en este otro ciclo de dolor taimado en el que siento el hueco de mi corazón en estos picos de tristeza. La sonrisa no sale tan fácil, ni los chistes malos, ni las ganas de salir. Me cuesta encontrar lágrimas, como si las hubiese perdido transitando este estado tan funesto.
Aún así, empiezo a centrarme en mí, supongo que por la incapacidad de aceptarme tanto tiempo perdida. Casi siempre me he obsesionado por luchar por las personas, pero nunca en luchar por mí, y ese vacío me pesa más que nunca, porque no quiero volver a esforzarme tanto, pero me aterra que, poco a poco, la ilusión de amar se acabe desvaneciendo al completo, sabiendo que siempre he querido una persona con la que compartir hasta el último de mis días, con la que crecer. Sabiendo que yo misma he extinguido esa ilusión por no saber discernir entre personas que no eran la adecuada. La inocencia, el exceso de confianza y mi rol de salvadora me han pasado una factura que no sé cómo voy a pagar.
Estoy tratando de hacerlo lo mejor que puedo, retomando los proyectos que han estado estos dos años aparcados, aunque, a veces, no tengo fuerzas más que para contemplar el vacío, y trato de que no me preocupe tanto porque sé que es una fase del duelo.
Sólo me quedan tres propósitos de año por cerrar, y dos de ellos casi ya están cerrados. Marco objetivos tangibles que cumplo poco a poco y sigo creciendo, aprendiendo de mi círculo y madurando como persona, aunque todavía no soy capaz de sobrellevar estas intensidades que derivan de mi alta sensibilidad.
Supongo que debería estar más orgullosa de mí, pero no consigo saborear más que cenizas.
jueves, 29 de agosto de 2024
Paz.
Hace poco leí que una de las mejores fases del dolor es la ausencia de lívido. Supongo que sea porque no te preocupa cómo te perciban los demás, sólo quieres ser tú de nuevo, sin ese nefasto nubarrón gris que no se aleja de tu lado.
Otra fase preciosa de esta etapa está siendo el reconocerme frágil por primera vez en un año. Ser débil y no preocuparme por ello, porque yo misma voy a recoger esos pedazos cuando vuelvan a estar fuertes.
No me preocupa no estar bien por mucho tiempo, porque, después de todos los baches, me conozco, y confío en lo bien que voy a estar cuando el dolor pase y me entregue mi lección aprendida.
Reflexiono estos días en que siempre he sido una persona rodeada de desgracias, y lo que veo con nitidez es que yo misma me las busco. Yo elijo los caminos difíciles porque me hubiese gustado que los eligiesen por mí, pero me olvido de mí. Me pierdo en el camino y pienso que salvar lo que quieres merece más la pena que ser feliz.
Pero no lo hace.
Hoy me he querido. Me he permitido ser, sin miedo a ocultar lo que soy, sabiendo que me rodeo de gente que conoce la profundidad de mis sentimientos y no se asusta, y saber eso es maravilloso, porque me permite dejarme respirar, dejar de ser tan autocrítica y asumir que no puedo ser perfecta porque aún no he sanado mis traumas. Porque para eso estoy trabajando tanto en hacer las cosas bien.
Estoy orgullosa de mí, de lo que soy y lo que ofrezco, y me permito no culparme esta vez por no haber sido la persona ideal, porque esa persona no existe.
También he escuchado hace poco, en mi búsqueda de otro de esos vídeos profundos, que las relaciones interpersonales se basan más en la resolución de conflictos que en los momentos idílicos y me ha entristecido mucho no haber sondeado antes esa perspectiva. Porque en ese mismo vídeo reiteraba que las personas salvadoras no conocen las relaciones sanas, no saben diferenciarlas, porque buscan la familiaridad de los ambientes disruptivos que tenían en casa.
Y esas palabras han sido una sacudida al viejo cascarón podrido que llevo vistiendo toda mi vida, porque he sido capaz de adquirir una nueva profundidad en mi camino.
Me siento en paz y te siento en paz, porque dimos las explicaciones y pudimos reconciliarnos con el amor y no con el odio y, aunque a veces no vaya a poder pensar en ti sin dolor, dejaré que prevalezca ese amor que he sentido por ti, por nosotros y por la confianza que, aún quebrada, nunca dejé de depositar.
Nos perdono y espero que tú también puedas hacerlo.
Y que sí, la falta de sensibilidad hace sufrir menos, pero también te impide sentir el verdadero placer.
Ser sensible es precioso. Tener “la piel fina” es precioso.
Ascuas.
Llega Septiembre. Con el corazón hecho cenizas y unas ascuas que queman hasta la garganta.
Me fuerzo a comer. Los primeros días son los más tediosos, no es algo nuevo, pero es que mi cuerpo necesita sentir cómo el hambre devora mis entrañas; un placebo para el dolor que se hospeda en mi caja torácica.
El peso del recorrido cruje sobre los hombros y envuelve en la misma espiral; siente tanto hasta que ya no duela más.
Quiero huir de los sentimientos, taparlos, pero ¿qué habré aprendido de este camino si lo hago?
Estas ascuas siguen prendiendo en las cenizas porque, primero, va el helor, el vacío de la ausencia y, luego, viene el incendio, el huracán que arrasa para no dejar ni una sola chispa en las cenizas.
Después, quedará la calma, la comprensión de que no saberse vista no sólo depende de mí.
A ratos tengo cada una de ellas, individualmente. A ratos, tengo las tres a la vez, como un debate entre tres tipos de sentir distintos; tres ancianos que reprochan a cada una de mis versiones. Y, a ratos, no tengo nada, sólo la creación de este hueco; la hibernación de los sentires.
Y quiero correr para quedarme en esa última fase, pero sé que tengo que transitar todo, a días, hasta que mi sonrisa vuelva con la misma fuerza y, se vea tan lejano, que ya no me importe. Se vea tan lejano que incluso me alegre, porque, lo que me depara el futuro no podría existir sin prender fuego al presente.
Ascuas.
miércoles, 28 de agosto de 2024
Amasijo.
Otra vez este dolor atravesándome el cuerpo como una estaca. Estas ganas de vomitar, de hacerme bola y de no existir.
Otra vez este sentimiento de no ser suficiente, de tener que ser más fuerte de lo que soy por siempre elegir a quienes no van a quererme en las malas.
Me odio. Me odio por aguantar tanto y pedir tan poco. Me odio por no recibir siquiera lo poco que pido y aun así, seguir ahí. Por querer con tanta profundidad, por no saber poner límites desde el principio, por no priorizarme y luego ser la mala.
Quiero vomitar, pero no puedo. Mi cuerpo se contrae en este espasmo del primer día, del shock inicial. Se prepara para la montaña rusa. Para cuando me sustituyan, para andar un camino y sanar, y volver a confiar, y elegir bien.
No quiero estar aquí otra vez… por qué tengo que estar aquí otra vez.
Yo solo quiero que me acepten, que me quieran, que me respeten.
Y también quiero sentir poco, hasta dejar de sentir… que se acabe ya este duelo, que deje de ser un amasijo.
martes, 27 de agosto de 2024
No te dejes invalidar.
Creo que nunca me había sentido tan invalidada como me he sentido hoy, cuando he visto soberbia y desgana en tener que validar mi sentir y… ¿si eso pasa ahora, qué pasará más adelante, cuando salgan a relucir más dolores como este?
¿Tendré que reprimirlos todos porque no vas a ser capaz de validarlos? ¿Tendré que forzarme a no sentir e invalidarme a mí misma porque mi persona de vida lo hace?
Me pregunto por qué cuesta tanto validar y empatizar con los sentimientos de otras personas, por mucho que no entendamos ese dolor o no lo compartamos. Me parece tan frío hacer que una persona se sienta exagerada y empequeñecerla, en vez de abrazar donde duele y saber pedir perdón sin peros; un perdón sincero.
Estoy cansada y asustada de volver a cargar con esta sensación de no sentirme vista.
La he sentido hoy y la sentí ayer, cuando invalidaste el daño que me hiciste al principio de relación con otro de tus “no es para tanto”.
“No es para tanto” porque no es tu dolor, porque no sabes cómo se siente y cómo duele, pero tienes todo un año de entradas en las que puedes leer cómo ha dolido y lo que cuesta seguir viendo matices de lo mismo en las nuevas discusiones.
Lo que cuesta confiar, abrirse para decir lo que sientes y que se te cierre la puerta en la cara.
El desgaste ha venido de golpe, con el miedo, como sabíamos que vendría cuando volviese algún patrón de la relación que queríamos dejar atrás y duele mucho, pero más me dolerá a la larga no ser fiel a mí misma y permitir que vuelvan a infravalorar mis sentimientos de esta manera, con algo que se solucionaba tan fácil pidiendo perdón sincero y tratando de entender.
Nunca más. Más para mí que para ti.
Porque tampoco quiero inculcar eso si tengo que educar a alguien, no quiero que nadie crezca a mi lado pensando que decir las cosas que te hacen daño a la gente que quieres es motivo de disputa, no quiero que nadie crezca a mi lado pensando que el hecho de que algo le duela, aunque otra persona no lo entienda, le hace débil y “tiene la piel fina”.
No, no.
Mi persona de vida no puede diezmar mis sentimientos o, sabiendo lo sentimental que soy, sería tremendamente infeliz.
Disociación.
Y no era, sino, en aquellos momentos en que uno toma conciencia de si mismo, de su piel, su aspecto, de que su mente, tan vivaz y observadora, se ha dado cuenta de que está encarcelada en un cuerpo material. De entre todas las posibilidades que existían, ella está ahí, vistiendo a esa determinada persona.
Esos momentos en que aflora el abismo y la soledad aguarda, porque comprende cuán limitada está en la vida que le ha sido otorgada; la que no ha elegido.
Tal vez ahí ocurra ese pequeño inciso en que cuerpo y mente, momentáneamente, dejan de estar unidos, y el tiempo transcurrido hasta ese momento de claridad ha pasado sin ser percibido, porque la esencia de uno mismo se cuestiona qué hace en ese envoltorio y por qué ese y no otro, o, tal vez, si realmente aquello que ve existe o, por el contrario, está atrapado en una vigilia oscura de la que debe despertar.
Unos angustiosos segundos hasta que al vida sigue y se lleva consigo ese inciso.
María.
Eres una flor en medio de un desierto, de esas que consiguen sustraer el agua en la aridez. Te meces con el viento, suave, delicada, discreta, sin saber que resaltas en medio de ese páramo yermo.
Tu dulzura es deseo en la boca del oso, abrigo en los brazos desnudos, consuelo en los corazones desvaídos y, tu ávida mente, es confort en un mundo dormido, aliada en una muchedumbre podrida, luz de tiniebla.
Felicidades a ti, en tu día, y fortuna para nosotras, en tu compañía.
domingo, 25 de agosto de 2024
La ruptura de un vínculo.
¿Qué te quiero decir?
Que los caminos se bifurcan cuando menos lo deseamos.
Que hay eventos canónicos que nos parten por la mitad y nos obligan a desprendernos de versiones de nosotros mismos que ya no nos representan y, a veces, eso implica perder vínculos que iban ligados a esas versiones.
Eso no quiere decir que no quieras a esas personas, sino que, poco a poco, pierdes el lenguaje que compartíais, porque ese lenguaje se fue con tu otra versión y, actualmente, es difícil comprenderse hablando idiomas distintos.
En nuestro caso, el idioma fue un trabajo que ya no está. Luego, en nuestra intermitencia, quedó un estilo de vida similar que yo tuve que abandonar sin quererlo.
Evolucionar es muy complejo. También lo es dejar atrás esa parte tuya que eres, pero que nunca funciona. Tú has visto esos fracasos, me has visto caer tres veces en la misma piedra, lo que no has visto ha sido el dolor y el esfuerzo que me ha costado desaprender ese camino, para no volverme a caer una cuarta.
Entonces, hemos evolucionado de manera distinta y estamos en etapas distintas. Eso es una jodienda, porque ya no nos llenan las mismas cosas que antes nos hacían felices, luego entonces, ¿qué queda?
Queda reaprender de la amistad y pasar a una nueva etapa, más madura, más espaciada, más orientada a saber que tenemos una mano en las caídas y una tarde de café para vernos y disfrutar de la compañía. O una despedida bonita, asumiendo que tenemos necesidades distintas y momentos vitalicios que ya no han vuelto a encontrarse.
Necesito tu perspectiva, claro, para verlo de otra manera, porque soy obtusa a lo que pienso, hasta que llega ese otro punto de vista. Pero quería escribirlo, porque mis palabras en voz alta se quedan mudas, cortas y escuetas, y porque merecemos, ambas, mucho más, después de todo.
Yo me niego otra vez al olvido y la distancia, como otras veces, sin decirte que te quiero. Que has sido muchas veces luz en mis tinieblas, así como tiniebla en mi luz.
Ahora, no eres ninguna, pero sí eres un pedacito de mi antigua yo que se ha quedado para siempre, pero que sé que no puedo mantener como se merece. De igual manera que, presiento, tampoco puedes mantenerme como yo necesito y, de ahí, venga el desgaste, la incomprensión y el tratar de vernos sin conseguirlo.
Te quiero, no quiero dejar de decirlo, porque no hacerlo sería dejar que se sobreentienda lo contrario y, conociendo esa cabecita, vendría el pensar que estorbas o muchas otras cosas ligadas a eso... y no es eso.
Es que no sé ya de qué hablar. No sé ya qué contarte cuando no tengo drama, no encuentro ese tema que nos una, y eso me genera ansiedad. Parece que orbitemos en esferas distintas y, joder, parece también que llevemos tiempo forzándonos a orbitar en la esfera de la otra, sabiendo que no es ahí donde pertenece nuestro ser.
Nos pertenece evolucionar de la manera en que necesitemos. Y nos pertenece hablarlo, madurarlo y querernos como buenamente podamos.
Has sido mi mejor amiga muchos años, pero siempre tendré la espina de pensar que, tantos años y nunca supe conocerte más que en el amor y en el trabajo y, tal vez, ese sea el problema. Que sacamos la amistad de ahí, pero nunca invertimos tiempo en crear un espacio juntas que se escapase de eso y, siento, siempre lo tuvimos reservado y fuimos tontas de no aprovecharlo.
Yo no quiero perderte y no sé mantenerte como creo que necesitas.
En mi estado ideal, nos vemos de vez en cuando para ponernos al día, pero no de manera asidua, como esas amigas que tienen hijos y casi no tienen tiempo. Solo que el tiempo, en mi vida, lo ocupa el crecimiento personal y la crisis de no haber llegado a donde quería a esta edad.
Pero sé que ese es mi estado ideal, así que, si el tuyo dista mucho de esa realidad y no podemos mantenerlo, no quiero que olvides nunca lo que hemos sido cuando brillábamos, porque para eso va enfocado este recuerdo de "zorrupia".
Los recuerdos.
Esta es una entrada particular. Una de esas poco poéticas. Una entrada, supongo, mundana.
Hace unos meses decidí poner fin a esa serie de catastróficas desdichas en las que andaba años sumida, y acudí a terapia. Cabe decir, en mi tozudez particular, vestida de una sombra de escepticismo que, aún a día de hoy, permuta en mi costado.
Pese a ello, dejo que ese pequeño rayo de luz bañe mi tez. Me aferro a ese cálido resplandor a expensas de dejar ir, de una vez, todos esos traumas infantiles que siguen manchando mis relaciones interpersonales y no me dejan transmutar en esa Alicia que quiero ser realmente.
Esta entrada va de eso... de recordar. Recordar todos y cada uno de los momentos en los que me hicieron daño, para poder sanarlos.
Cosa enormemente compleja, claro está, ya que poseo esa naturaleza que llamaré aquí "resiliencica", que tapa todo recuerdo que traumó mi prematuro cerebro infantil, poco preparado para, bueno... esa serie de catastróficas desdichas, así que, allá vamos:
1. Él se llamaba Sergio, el típico "guaperas" que a Lorena (mi primera bully) le encantaba. El resto de nuestro grupo, en clave, lo conocíamos como "el pie torcido", porque declinaba su pie derecho hacia dentro al andar. Le recuerdo en medio de uno de los pasillos del instituto, rodeado de "las populares". Entre ellas, solo recuerdo a Andrea, que era una chica que maquillaba en exceso el acné de su cara y vestía, lo que yo consideraba como "altamente pija". Siempre he odiado los grupos que se quedaban en los pasillos, fuera de las clases, porque tenías que atravesarlos para pasar si pretendías llegar a clase...
El evento (y los marcaré así para su fácil lectura) es que me tocó atravesar el grupo. Él no perdió ocasión de hacerse notar, de querer provocar la risa de las chicas que le rodeaban, así que me tuvo que cantar:
"Bienvenidos al club, al club, al club, al club de las feas".
No sé si respondí, solo sé que esa imagen me atraviesa el pecho cada vez que acude a mi mente, y me sigue haciendo llorar a día de hoy, por eso, lo dejo como primer recuerdo.
2. Ángel es un chico al que conocimos un verano, en la piscina de Sedaví. Laura ligó con uno de sus amigos, Walter, y, desde entonces, empezamos a hablar con ellos. De ese grupo, sólo les recuerdo a ellos dos. Ángel se besó forzadamente con María (la chica que presenté a Sandra, y por la que me dio de lado) luego, conoció a una colega del instituto, Silvia, y se lio con ella. Silvia era ese perfil de chica diferente, tirando a emo-rockera, pero de la vertiente pop (Green Day, Simple Plan...). Él se quedó prendado; para ella fue un tío más.
Hablamos muchas veces de ella. Yo le ofrecía consuelo emocional.
El evento fue que llegó una época en la que él insistió mucho en tener una cita conmigo, pero yo me negaba rotundamente. Por aquella época, yo transicionaba. Estaba cambiado de estilo de vestir, empecé a ponerme lentillas. Nada de esto pasó desapercibido para él, que tuvo que adornar mi transición con su maravillosa frase:
"Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".
Creo que, tras ello, no volvimos a hablar mucho más. Él me eliminó de toda red social, al igual que había hecho con Silvia.
3. Cuando salía con Aarón, recibía mucho bullying por parte de sus padres y su entorno. Mi manera de ser nunca gustó a sus padres, que, supongo, querrían una novia más pija para su hijo.
En aquella época yo tenía acné bastante severo. Por aquel entonces, yo no lo sabía, pero se debía que que tengo un ovario poliquístico que me provoca desajustes hormonales.
Los eventos son que ellos se creían en la potestad de poder opinar sobre mí y sobre mi cara. Decían que tenía granos porque llevaba una mala alimentación (hacia un año que había transicionado al vegetarianismo) y escondían el chocolate para que yo no pudiese comerlo.
También opinaban otras cosas sobre mi físico, como que no era guapa.
En una de esas, el primo pequeño de Aarón vino a llamarme Pinocho, porque su padre se reía de mi nariz junto con los padres de Aarón.
Me obligaban a ir en contra de mi ansiedad social, haciendo que les saludase cada vez que entrábamos y salíamos de la casa, aunque lo hiciésemos diez veces.
No les gustaba mi presencia en su casa y lo manifestaban abiertamente. No me compraban comida vegetal, y me criticaban cuando yo me llevaba mi comida y me la bajaba en la misma bolsa en que la había subido, para reciclarla "porque llevaba las normas de mi casa a la suya".
Tenían un perro anciano al que bajaban una sola vez al día, y al que reñían cuando no se aguantaba más y se meaba. Desde mi llegada, empezamos a bajarlo, y me criticaban también por ello.
Se metían con mi madre y mi casa, nos llamaban pobres y reiteraban que yo estaba con su hijo para aprovecharme de él.
El dolor y la ansiedad llegó a tal extremo que estuve un año sin pisar aquella casa; hacíamos vida en la de mi madre.
4. Cuando era más pequeña, me apuntaron a patinaje. Es un deporte que, a día de hoy, amo con todo mi corazón, pero que me costó mucho que me gustase de pequeña.
El motivo, claro está, es que me hacían bullying. Supongo que porque no sabía patinar muy bien, aunque carezco de ese recuerdo.
Había dos chicos, más bien gordos, que no paraban de burlarse de mí; Xavi y Víctor.
El evento fue un día en que mi profesora de patinaje no vino, vino su hermano a sustituirla, y yo me fui llorando de aquella clase porque no quería estar sin ese refuerzo, rodeada de ellos.
No recuerdo mucho más, pero si el insulto que salió de patinaje y permutó, extendiéndose fuera de él:
"Pato mareao".
Consiguieron que otras personas me llamasen así, entre ellos, un compañero de clase, Adrián.
Le recuerdo en una excursión de clase cantándome:
"Qué bien nos lo pasamos dando migas a los patos... y cuantas más migas les damos, mejor nos lo pasamos".
Yo me defendía llamándole "cabrito", porque se encabritaba. Fue justo lo que hizo cuando, después de cantar se lo llamé. Se encabritó y me pegó.
5. Este recuerdo es de los más difusos. Yo era muy pequeña, no tendría más de siete años. Me habían puesto gafas hacía poco.
Era rojas y redondas, y debían de meterse mucho conmigo por llevarlas porque, siempre que perdía de vista a mi madre, me las quitaba.
El evento fue una tarde en el parque de los jubilados. Recuerdo más bien poco, pequeños fragmentos en los que Álex y Emilio me empujaban, me tiraban las gafas al suelo, las chafaban y las llenaban de arena.
6. Bajé a Aslan a pasear, como cada noche. Lo hacía tarde para no cruzarme con nadie. Aquella noche, me acababa de duchar, así que iba con el pelo mojado y gafas (dos de las cosas que me hacen sentir más fea e insegura). En el banco de enfrente estaba Xavi con su grupo de amigos. Él no vive en la zona de mi madre, pero aquella noche estaba allí.
Traté de pasar rápido y desapercibida, pero no fue posible.
El evento fue que me llamase fea y "pato mareao", sin venir a cuento, sin que yo les hubiese mirado siquiera.
7. Primero de bachiller lo hice en "Nuestra Señora del Socorro", un colegio concertado repleto de gente de "buen mirar". A los de artístico no nos tenía mucho aprecio, siquiera en el claustro de profesores, porque éramos los "raritos", los que desentonábamos entre aquella urbe.
A nuestra clase la juntaban con otra en las asignaturas comunes, y nos tocaba aguantar las críticas poco disimuladas de algunos de ellos. En clase había otra chica llamada Alicia, y el chaval que marca este recuerdo se llamaba Emilio.
El evento fue que él dijo "Alicia" en voz alta y nos giramos las dos. Entonces, mirándome a mí, añadió: "tú no, la guapa".
8. Aquí no hay un evento concreto, sólo tengo recuerdos de Jenny, una de las chonis de mi barrio de infancia, llamándome constantemente "pescadilla", deduzco que porque mi padre era pescadero.
Cerramos aquí.
sábado, 24 de agosto de 2024
Las cuerdas de la ansiedad.
Otra vez, vuelve la disonancia.
Entre lo que mi moral le impone a mi conducta y las cuerdas que mi ansiedad desliza sobre mi piel, en esa amordazante atadura que me oprime hasta rayar la falta de identidad.
Entonces, recuerdo los reencuentros con mi pasado, y los vacíos que tuve que dejar porque la atadura estrangulaba y sigue haciéndolo cada vez que tengo que mirar de frente y remendar lo que la tristeza sembraba.
Ahora, me esfuerzo tanto en hacer las cosas bien, que esa pequeña yo, de ojos encharcados y brazos agrietados, podría respirar tranquila entre las cuerdas de la ansiedad.
Hacemos la cosas mucho mejor, pequeña Alicia, ya no sembramos devastación, ya no nos vamos sin escuchar el dolor ni sin dejar que lo escuchen.
El lunes, cerraremos un ciclo bien, desde el corazón, asumiendo que las cosas deben terminar antes que forzar una conexión en un vínculo que fue bonito, pero que, actualmente, descansa bajo tierra corroído por el óxido; por la falta de mantenimiento.
¿Acaso se puede mantener la espiritualidad de mirar a alguien a los ojos y encontrarte envuelta en su ser?
Claro que no.
Pero hay gente que no entiende eso, porque se contenta con los vínculos marcados a fuego bajo la dictadura del tiempo, más que entender que el alma crece, se renueva, evoluciona, y su felicidad se basa en vibrar con frecuencias que se encuentren en su misma sintonía, y no con aquellas que ya sólo son una esquela.
Mi corazón necesita dejarte ir en paz, con lo maravillosa que sé que eres, lo maravillosa que sé que soy y lo poco que nos podemos apreciar actualmente, perdidas en dos monólogos que ya no hacen conversación.
¿Entenderás lo que siento o el dolor cegará tus ojos y me transformará en la villana de otra historia más?
Tal vez, por eso ya no estemos en esa frecuencia, tal vez, discernir entre emociones y sistema de valores es lo que le faltaba a la pequeña Alicia, antes de abrir su interior con la intensidad que la caracteriza.
Lo siento, si es que cabe una disculpa, si es que hay comprensión entre el dolor. Y te quiero, si es que comprendes que el querer y el vibrar no siempre compaginan.
miércoles, 24 de julio de 2024
Miedo.
Tengo miedo y no me fío, porque sé cómo me manipulas.
Una mirada a tus ojos, y me tiembla el cuerpo, y creo tus palabras con un impulso desmedido. Luego, tomamos distancia y, desde la lejanía, puedo ver otro ciclo a punto de repetirse.
En once meses, es lo único que he visto. Y he caído a las tinieblas tantas veces que mi salud mental se fortalece sólo en este silencio, en esta distancia.
Porque la base de las personas no cambia y veo el ciclo empezar; preveo que pondrás tu esfuerzo un par de meses hasta que te harte tener que hacerme "tanto" caso, luego, volverá mi ansiedad a la espera de que me respondas, volverán las horas y horas sin saber de ti, volverán los mensajes escuetos de buenas noches a corre-prisas, para cumplir el darme esas buenas noches, pero ni una conversación a tiempo real, pese a saber que tienes el móvil siempre entre las manos (al menos, cuando estás conmigo), ni un ápice de interés ni ganas en saber de mí.
Porque, si me hubiese encontrado con el amor de mi vida, si es que existe alguien que pueda tener ese título, me habría cuidado y habría tenido ganas de mí.
Y, después de todo este esfuerzo por verme tan bien sola, por ya no sentir esa unidad ni esas ganas de estar pendiente de ti, volveré a sentirme sola en compañía, pequeñita y no correspondida.
Porque no me quieres en el fondo, sólo te abruma el verte tan solo. Si me quisieses, me lo hubieses demostrado cada una de las veces que me lo has prometido. No me quieres, pero es más sencillo no estar sólo y tener a alguien que te quiere, es más cómodo no tener que buscar a alguien nuevo que llene un vacío, es más cómodo ser egoísta y volverme a arrastrar a la tristeza, hasta que este ciclo acabe por quebrarme y destrozarme al completo.
Pero estoy aterrada porque no puedo coger ese camino que prometes. Porque te miro a los ojos y también viene mi tristeza, porque te escucho decirme lo feliz que me vas a hacer ahora, y mi corazón se rompe al recordar todas las veces que no lo has hecho. Porque estoy derruida por dentro, porque le tengo miedo a un amor que me ha hecho vivir tanto tiempo en la sombra que no sé cómo reparar todas las cicatrices; son demasiadas.
Creo que estamos en momentos distintos de nuestra evolución personal y, por eso, tenemos una dinámica tóxica perpetuada, de la cual no quiero seguir siendo partícipe.
Brillo. Estoy brillando. No quiero volver a perder mi luz.
viernes, 19 de julio de 2024
Demoledor.
“Quizás algún día entiendas que no era intensidad, que era interés”.
Qué demoledor este camino que transito, dándome cuenta de lo poco que he sido al permanecer al lado de alguien que no me veía.
Qué demoledor tomar conciencia de que no tenía una relación, tenía un follamigo. Que no construía un vínculo porque no pasaba más de 4 horas seguidas con esa persona, y romper esa dinámica era tedioso y excepcional.
Qué demoledor saberme manipulada por todas y cada una de las veces en las que me he sentido intensa, me he sentido demandante y me he tenido que hacer pequeña para caber en un querer que no era el mío. Saberme manipulada por todas las veces que creía en unas palabras que estaban rotas, vacías, muertas… que prometían un cambio que nunca llegaba y me mantenían en un dolor eterno; en una lucha no correspondida.
Qué demoledor ver que mi valía está pisoteada en el suelo, junto a mis detalles, junto a mis esfuerzos por no estorbar a mi compañero de vida, junto a mis ganas de envejecer sin separarme de tu brazo.
Ahora, todo son escombros.
Vigas, maderas, cables y escayola rota. Ahora, no sé qué hacer con todos esos escombros, no sé por dónde empezar a reconstruir el amor en un solar vacío.
Me siento utilizada, pequeña, despreciada. Me siento poco querida, poco vista, poco respetada. Siento que no soy suficiente y que eso ha sido así siempre, solo que lo he tapado con el recuerdo de las dos primeras semanas y la esperanza de lo que podíamos llegar a construir, así que dormía sola, con mis escombros, soñando con el día en que vieses que brillo; en que fuese importante para ti.
Ahora… ahora sueño con el día en que me quiera tanto como para no volver a ser un cero a la izquierda para mi persona hogar. Sueño con crecer junto a una persona que tenga ganas de mí de verdad.
miércoles, 17 de julio de 2024
Desplantes.
A veces, en días como hoy, se hace jodidamente duro.
Recuerdo tus besos en mi frente, en mi pelo, tu manera de acariciarme y tengo que irme a estar sola.
Recuerdo los momentos cocinando juntos y viendo una serie, y tengo que permitir que esa tristeza atraviese mi pecho, sin oprimirla.
Es duro, ¿sabes? Aferrarse a las únicas migajas de amor que tengo de ti y tener que hacer una parada en la estación de autoservicio para permitir sentir esa ausencia y luego… luego tener que recordarme, de nuevo, que la persona con la que estaba quería seguir fingiéndolo, pero, realmente, no quería estar conmigo.
Le gustaba tener mi presencia de segundo plano, le gustaba follar conmigo, le gustaba que volcase todo mi ser en entenderle, en estar bien, en controlar la ansiedad que me provocaba su ausencia, en colmarle de detalles, pero no le gustaba yo; sólo mi esfuerzo.
Cuando le gustas a alguien, se nota. Tiene que controlar las ganas de querer estar todo el día contigo, de hablar, de comerte a besos. Yo solo ocupaba un hueco, un vacío de soledad, pero no ocupaba un espacio de valor; no estaba siendo correspondida.
La putada es cargar con eso y tener que enfrentar ese trauma. Es tener miedo a que me vuelvan a tratar así y volver a quedarme ciega, volver a pasar por alto esos desplantes…
Tengo miedo de volver a querer y que no me quieran, no sabes lo jodido que es eso.
domingo, 14 de julio de 2024
Domingo de existencialismo.
¡Venga, espabila!
Es lo único que me repito estos días, pero es que no puedo. Arrastro un estado funesto, ese limbo entre querer hacer mil cosas y ni una sola.
Acabo aquí, en mis palabras, donde soy realmente la dueña de mí misma, lejos de mis propias imposiciones.
Hoy he hecho lo que planeé hacer antes de conocerte, y me he abierto esa aplicación para citas con gente que comparta mis valores, pero me sigue resultando ceniciento y me provoca ansiedad social. Me observo entonces, con más detalle, sin saber realmente lo que quiero. Tal vez estar sola, sin saber aún cómo estarlo, o tal vez permuta el miedo, y todos los rostros me resultan igual de poco sinceros que el tuyo.
Igual ya no confíe como antes en encontrar un alma entre las banalidades y soeces humanas que están hoy en día de moda entre nuestra sociedad. No me apetece ser un cuerpo y que no me vean como nada más, tampoco me apetece utilizar así a las personas, por eso tenga tan poca fe en conocer a alguien de una manera tan superflua, pero luego recuerdo el darwinismo, y acepto que evolucionar es adaptarte a la sociedad para no morir dentro de ella.
Luego entonces, ¿qué quiero?... Supongo que quiero conocer a alguien de manera natural, con quien pueda compartir a la vez que ser libre y confiar; un equilibrio perfecto en el que adaptarse a ser dos sin perder el ser uno. Pero cada vez me hago más mayor y mi madurez confía menos en el proceso.
Cada vez me doy más cuenta de que, para el resto del mundo, sentarse a hablar de los sentimientos de manera apaciguada y saludable es ser intenso, y eso me choca, me descoloca y me entristece... no quiero adaptarme a una sociedad en la que se nos empuja a ser máquinas egoístas con instintos primarios.
Pero puede, tal vez, que eso sea siempre lo que haga mal. Tal vez me sobre humanidad y me falte egoísmo.
sábado, 13 de julio de 2024
La ermitaña.
Cuando vuelves a verte sola, el mundo es complejo.
Necesitas salir de esa soledad con cualquier cosa, con cualquier persona; un cine, una cena, un bar, solo que, luego, todo ello sabe a cenizas, porque no puedes evitar entrar en esa introspección y ver que, realmente, la tristeza no puede ser paliada con ocupaciones. Luego entonces, te conviertes en esa persona de rostro amargado que vaga entre las palabras de su alrededor sin ser partícipe de ninguna de ellas.
Necesitas estar sola también, pero, en esa soledad, no encuentras las ganas de hacer nada y, al final, también te acaba sabiendo a cenizas.
Sabes que la motivación acaba llegando, y la aguardas, pero la espera es tediosa y te consume las entrañas. Quieres hablar con alguien que te quiera escuchar de verdad, no solo se compadezca de tu mala suerte, recordándote que eres estúpida por volcarte en los demás, como si tu vida se basase en ser una barca para todos, por tener esa inteligencia emocional que te permite ser un junco en medio de tantos huracanes.
En la anterior lectura salió la decisión del ermitaño; la ruptura y la valía. En esta otra, vuelve a salir el ermitaño; la soledad y el renacimiento. La cúspide de la victoria aguarda al fin de esta fase, pero no sé cómo hacerlo... cómo vencer a la desgana sin dosis de dopamina fácil.
Quiero que me transiten todos y cada uno de mis sentimientos, pero, cuando lo hacen, es complejo verse fuerte a ese azote que corroe el interior y te deja tiritando, desnuda, en medio de la nada.
No quiero volver a pasarme de empática. Me gustaría entender, como siempre, ese dolor ajeno, pero saber poner el límite para no verme envuelta en él. Ya no quiero tolerar recibir menos de lo que merezco... es un camino complejo.
viernes, 12 de julio de 2024
Mi dolor.
He visto dolor en tus ojos cuando te he dicho que mi duelo lleva meses ocurriendo, como si fuese una sorpresa todo lo que hemos pasado.
Sigue doliéndome como el primer día que diezmes todo lo que pasó durante los primeros seis meses y sólo pongas sobre la mesa el evento que yo hice mal después de ellos, como si no hubiesen socabado mi cuerpo bajo tierra.
Parece que no recuerdes que tenía ansiedad diaria por tu intermitencia, por tus idas y venidas. Por dejarme a las dos semanas de empezar, cuando nos habíamos comido el mundo en ellas.
Parece que no recuerdes la hora y media que me dejaste comiendo sola, porque te habían dicho de jugar al lol. Que no esperaste 5 minutos para felicitarme por mi cumpleaños, cuando volvíamos prácticamente a la misma hora a casa, o que estuve sola mis dos primeras semanas tras la operación, porque se te llenó la boca diciéndome lo mucho que me ibas a cuidar y pasar tiempo juntos, y sólo te vi dos días.
Parece que no recuerdes que es este año cuando he descubierto que tienes un chalet, al que tus padres no han parado de invitarnos y, ni aun siendo gratis, has querido ir. Tampoco a tu casa de Albacete... la primera por los mosquitos, la segunda por no pagar 30 euros de gasolina.
Parece que no recuerdes las veces que te has quedado dormido cuando hemos quedado y me ha tocado despertarte, aun habiéndote comprometido a hacernos de comer. Que no recuerdes todo el espacio que te he dado para que no te agobiase hablar de nuestra relación; todas las veces que he sentido que me ibas a dejar por hablar de las cosas que nos afectaban, porque cada vez que lo hacíamos, te tirabas un día entero haciéndome ghosting.
Se te olvida que cambió mi ciclo menstrual por la ansiedad de verme tan sola. Que no querías hablar conmigo mucho tiempo entre semana, ni verme más de un día. Tampoco dormir juntos (¿7 veces en un año?).
Se te olvida todo mi esfuerzo antes de decidir irme porque no me valorabas, porque no cumplías tu palabra. Que olvides todo lo que fallaste tú previo a que yo lo hiciese y sólo te aferres a ello para justificar que, en esa segunda oportunidad, has seguido sin tener ganas de estar conmigo.
He seguido siendo esa mujer florero, con afán por ser yo la que te regase diariamente; la que tiraba mayoritariamente de la relación. No entiendo cómo te sorprende que no esté llorando una noche más por ti, que hace tiempo que no me queden esas lágrimas de corazón roto.
Me siento culpable por dejarte solo, porque seguía empeñada en sacarte de una depresión que no me correspondía, pero yo no quiero eso.
Yo quiero un buen chico.
Uno de esos que no tiene miedo a abrirte su corazón, de esos a los que le sobran ganas de verte. Y, si eso no aparece, no me importa, porque me has enseñado que, aun esforzándome por ser la mejor versión de mí; hay alguien para quien nunca serás suficiente.
Y sé que esto duele, pero estoy cansada de que mi dolor no importe, de cargar con él y con el del resto. Estoy cansada de dejarme la piel por que las cosas funcionen con alguien que me tiene en un segundo plano.
También es algo que te quiero agradecer; que en ese dolor me enseñases que soy una persona sana, que soy madura y estoy lista para crecer con alguien, aunque ahora mismo no tenga prisa por hacerlo… tampoco te voy a engañar, me has dejado un inmenso temor a que me vuelvan a hacer daño, pero no voy a dejar que me paralice.
El fin es parte de cada comienzo.
Y, si llegas a leer esto, lo siento, pero necesito dejar ir también lo malo.
La mente.
La mente es un ente prismático.
Tiende diferentes profundidades en base a sus diferentes fases, algunas de ellas, de las cuales, no somos ni conscientes.
Puedes encontrar soluciones en sueños, como pesares en pensamientos, y yo, fascinada completamente ante esta magnitud, divago constantemente sobre el potencial de la misma.
En la lucidez de mis sueños, soy parte de una pureza mental absoluta. Capaz de contemplarme a mí misma desde una posición privilegiada, capaz de estar por encima, incluso, de estas divagaciones.
domingo, 7 de julio de 2024
Tristeza.
Serviría el café después de que las sábanas se nos hubiesen pegado. Reiríamos por lo tontos que fuimos al haber planeado una mañana, sabiendo que íbamos a estar despiertos hasta tarde.
Junto al café vendrían mis besos, y cinco gatos que querrían salir a la terraza. También otra de esas tertulias con una de mis preguntas, de las que tan poco te gustan porque te hacen pensar. Un: ¿me quieres? Y alguna broma para amenizar.
La tristeza no habría ganado esta lucha, porque mis brazos habrían podido ser hogar. Porque yo lucho de otra manera contra esa tristeza y te habría podido enseñar.
No habría importado nada cuando los dos juntos luchásemos sin rendirnos, porque donde a uno le faltase el otro podría aportar, y aunque fuese cosa de años, juntos habríamos visto salir al sol al final.
Pero yo no puedo dibujar tus ganas de luchar, yo no puedo obligarte a hacer cosas por las que no quieres pasar. Entonces, me toca desdibujar todas estas hojas porque no te dejas ayudar.
Mi mano se va a acabar helando, pero no quiere dejarte de esperar. Tal vez cuando congele en esa espera, me la pueda arrancar.
sábado, 29 de junio de 2024
El precipicio.
Va de eso, ¿no?
De que todos tenemos un rol en la vida, seamos o no conscientes de ello; queramos creerlo o no.
Paso largas horas conmigo misma pensando sobre esto... sobre mi rol en la historia. Y me encuentro con que pasan los años y no llego a armarme esa mente con la que siempre he soñado.
Pasan los años, y la influencia social se apodera de mí, me hace cómplice de esa otra persona más carnal que quiero ser. Pero esa otra yo no es con quien siempre he soñado, no al menos en toda su magnitud.
Mi verdadera yo reside en la esencia que voy construyendo y, a veces, parece mirarme con desprecio desde el otro lado del precipicio, esperando a que salte y consuma las frustraciones presentes; busca mi renacer.
Encuentro pocas personas que se miren desde el precipicio. Muchas porque no se han encontrado a sí mismas, no tienen ese autoconocimiento para poder pasar al siguiente nivel en su evolución personal. Otras, sí lo tienen, al menos en parte, pero no quieren exponerse a ello; no quieren admitir que se encuentran en el otro lado ni que existe un salto de fe intermedio... eso es porque la tristeza les asola a cada mirada de esos profundos ojos y prefieren evitar esa despectiva mirada; no enfrentarse a ella.
Entonces, viven, como yo, sin encontrar a nadie y con miedo a saltar.
¿Por qué nos aferramos tanto a esta vida, a estas construcciones? ¿por qué no saltamos, recordando que el tiempo es finito y se nos escapa entre los dedos?
Es el miedo, la incomodidad de salir de esas construcciones que nos atan; nos aterra imaginarnos al otro lado del precipicio y no ser capaces de superar el salto.
jueves, 27 de junio de 2024
Anhelos.
Me siento una persona incompleta.
Como si todavía faltase una parte de mí que sigue rasgando el camino a la superficie. Es esa parte que se siente desubicada en medio de un gentío que no es como ella; que no encuentra plenitud en sus semejantes.
Anhelo una vida en la que poder expresar esa magnitud y sentirme vista de igual manera, en la que esas actividades ilícitas a las que sólo aspiro a través de mis escrituras, confortasen una materialidad y tuviese con quién compartirlas.
A veces, me imagino bailando con ropajes metálicos, brillantes, verdes con antenas, entre una pomposidad de vestimentas iguales en la que, la mía, pase desapercibida. Con una música magnética, de ritmo eléctrico.
Otras, me imagino debatiendo sobre la profundidad de los sentimientos, con intelectos que no me hagan sentir intensa o pesada. Con gente a la que le gustase, también, rasgar en lo profundo. Compartir los secretos del intelecto sin tomarlos como verdades absolutas; únicamente, pasar como brisa por los pliegues de la mente y poder conjeturarlos libremente, sin miedo a que la otra persona se sobrecargue y sea incapaz de seguir ese ritmo.
En mis sueños deportivos, me veo surcando el hielo con patines de filo metálico. Bailando como un copo por esa superficie helada; desinhibiendo ese instinto competitivo que también encuentro en mi interior.
Luego, me inundan mis fantasías de escritora, y sueño con llegar a las personas a través de mis escritos. Sueño con tocar sus corazones solitarios en medio de sus tempestades. De ser un bálsamo en esa oscuridad. No me importaría no encontrar ganancia de ello, mi ganancia sería saber que alivio esa pena, como tantos otros escritores aliviaron la mía.
A veces, mi mente la surcan debates sobre la existencia. Asambleas de personas más rectas con la que sacar esa parte reflexiva de mi interior. Una charla de pensamientos en la que nadie adoctrinase a nadie, únicamente postulásemos sobre los distintos afluentes de pensamiento filosófico que acompañan a la humanidad y sobre sus ecos en la sociedad actual
El amor, lo imagino como un bálsamo a la vida. Un mejor amigo, un confidente, alguien con quien conversar durante horas, pero también con quien perpetuar un silencio cómodo, disfrutando únicamente la compañía del otro. Imagino una unidad con fragmentos de independencia. Una conexión única tanto en lo intelectual como en lo material. Un lugar seguro dónde poder ser sin miedo a que nada se rompa, porque primaría una construcción basada en la comunicación, en el compromiso y la lealtad.
De igual manera imagino a la amistad verdadera, extendiéndola a una hermandad sin vínculos sanguíneos.
En la brevedad de mis días, sigo sintiéndome como una persona incompleta porque sé que me recreo en los idilios de mis anhelos y eso me convierte en una persona alegre de fondo triste.
lunes, 24 de junio de 2024
Alegría.
Y adoptas una normalidad; la conviertes en tu vida.
Generas un nuevo estándar de sucesos que, previamente, no habías dado lugar siquiera en pensamiento, pero ahí está.
Resulta que, quien creías inquebrantable, se convierte en extraño. Quien dejaste que cruzase una línea, vuelve al punto de partida. Quien creías que no cambiaría; lo hizo.
Y, poco a poco, las piezas se suceden. Como si no debiese haber sido de otra manera. Como si el dolor y la ausencia cuadrasen tan bien con la felicidad y la dicha, que el retroceso es impensable; a sabiendas que, de otra manera, no podría haberse dado así.
Abrazas ese dolor con felicidad. Ya sabes que es otra de esas bonitas oportunidades de sentir. Otra de esas que nos gusta aferrar y exprimir hasta el platonismo.
Qué bonito saberse aquí, dolida, querida, incompleta, sensible.
miércoles, 19 de junio de 2024
Malabarista.
Siento que es aquí y que eres tú.
Lo veo cuando te esfuerzas en comprenderme, al igual que lo hago yo; nuestro amor no es una lucha contra el otro, sino contra nosotros mismos. Una lucha juntos por salir de un pasado que no tiene que definirnos más, por crear ese espacio en el que vernos y sentirnos vistos.
Me encantan todos esos pequeños gestos que, tal vez, no siempre te digo. Como cuando te miro mientras nos abrazamos y me llamas guapa, y me das un beso en la frente.
Como cuando cualquier opinión es válida y nunca discutimos en nuestros ratos juntos, porque no hay espacio para eso cuando nuestros corazones se ven.
Como cuando reímos tanto, por todas esas tonterías y chistes malos, por poder sacar aquello que nos ha dolido en forma de chiste, para manifestar que lo hemos superado y que podemos traerlo al presente como una broma para reírnos del aprendizaje, y no como reproche.
Me encanta eso de ti, que no hay reproches. Que, cuando discutimos, aunque tengamos esa tediosa dificultad de no entendernos, nunca hay listas interminables de cosas pasadas que sacar de nuevo; que esas cosas conseguimos cerrarlas sin necesidad de recrearnos en ellas.
Que, aunque cueste, siempre te vas a sentar a mi lado a hablar. Que sacarás a ese malabarista interior y tu mejor esfuerzo para arreglar las cosas; para poner soluciones y no impedimentos.
Ni tú ni yo nos anclamos al pasado, porque valoramos más el camino y el esfuerzo que hemos hecho para estar juntos, que todas esas cagadas que han ido apareciendo. Tienes esa madurez, esa calma, esas ganas…
Y, aquí dentro, todo eso burbujea. Porque tus sueños son bonitos y también son humildes. Veo un reflejo de mis seres más preciados en esa sencillez, esa que tan bien encaja entre los míos, y por eso te quiero, porque te admiro.
Admiro lo que eres y lo que consigues día a día, lejos de las gilipolleces pretenciosas que tan poco me gustan. Tú brillas por eso; por ser tan único.
lunes, 17 de junio de 2024
Tu sentimiento primario.
No puedes dejar de hacerlo, ¿eh?
Supongo que es un sentimiento primario. Un vago resquicio de añoranza que busca aquí la reminiscencia de aquello que se ha perdido.
¿Te soy sincera? Escribo esto porque tengo que escribir mis pensamientos. La mujer tras la libreta me lo pidió para poder tener mayor control de mis sentimientos, pero, ¿te vuelvo a ser sincera? No me apetece.
No me apetece dedicar palabras a alguien que hace un daño consciente, pudiendo evitarlo. Me pregunto qué buscas en eso, y, si buscas algo en eso, al menos, deja de buscar nada aquí, porque, puede, esta sea la última; tantas veces lo he visto que ha dejado de importarme tanto, que he dejado de mirar.
Has conseguido que ese sea el cierre del vínculo, paradójicamente.
Imagino tu voz diciéndome que yo hago lo mismo. Equiparando mis sentimientos a tus llamadas de atención, rabietas o faceta desesperada de solterón buscón, qué sé yo. Pero, te imagino comparándolo por el hecho de que ambos nos hemos decepcionado y seguimos haciéndolo.
Es cierto, ahondando sólo en ese último sentimiento. Pero, al menos por mi parte, no es algo que haya podido decidir; nadie tiene control de sus sentimientos.
Ahora dime, ¿qué sentimientos hay por esa persona en tus acciones como para hacer un daño tangible a alguien que has perjurado que quieres tanto?
Rabia.
Y me gusta verla pese a no saber absolutamente nada más de ti o, al menos, me gusta imaginar que es eso porque, si la duda cruza alguna vez mi mente, todo esto ha reafirmado que cogí el camino correcto; que me evité un mal mayor a la larga.
No sé si esto te sirva para dejar de mirar aquí; que te guardo cariño, claro, pero verlo en cada publicación ha hecho que seas un extraño para mí y, ese cariño, se haya ido apagando.
miércoles, 12 de junio de 2024
El mínimo.
Si lo sentía en ese momento; es real.
Cada emoción es real, por el simple y mero hecho de que la sentimos.
Justo ayer leí que las emociones duran minutos en el cuerpo; luego se esfuman. Sin embargo, nosotros nos aferramos a ellas de manera eterna, ligados al morbo de revivir una y otra vez esas fases primarias de nuestro sentir.
Yo me aferro a esto, una y otra vez, y bailo de manera eterna entre esos dos sentimientos. ¿Cuáles son sus primarios? Yo creo que el amor y la tristeza.
Reboto entre ambos de manera constante. Del primero, no puedo desprenderme; está ahí. Si me fuese me partiría en pedazos. El amor trae consigo la esperanza, la lucha, las ganas.
La tristeza es más severa. Corta tajantemente sin hacer miramientos. Ella ensalza la decepción, la desconfianza y el miedo. Cada vez, claro está, que salen nuestras desigualdades.
Y no puedo decirlo. Si lo digo… no hay soluciones , solo abandono, y la espiral nos cansa a ambos. Nos mantenemos en ese vals perfecto hasta que el sentir del otro nos pisa y nos vemos bailando de frente junto a un extraño.
Nunca había compartido tanto tiempo con alguien con quien se me hiciese menos familiar una unión. Con quien sintiese que el vínculo va a desaparecer en cualquier momento, en quien tuviese tanto miedo de confiar.
Puede que ese sea el problema, que nuestras personalidades, en simbiosis, son bonitas, pero también ensalzan el lado negativo de su opuesta y, si no trabajamos, si nos confiamos, todo se hunde en la miseria.
Pero sé que, decirte eso, hará entonces que se ensalce tu victimismo. Que, en vez de pulir esas debilidades, las usarás para hacerme la culpable . “Nunca es suficiente”, dirás, y tendré que callar mis necesidades la próxima vez, porque, pobre de ti, lo das todo y yo exijo mucho.
Igual, simplemente, tu máximo es menos de mi mínimo, porque yo doy mucho, mucho más, sin que me cueste tanto esfuerzo. Y tus promesas… no las creo. Ya has faltado muchas veces a ellas.
Conozco ya tus verdades a medias para contentarme; no es la primera vez que las detecto. ¿Hasta cuándo el amor me aferre a un hierro candente?
Hasta cuándo, dime, debo desoír esos consejos de que, tal vez, lo que debería buscarme es un buen chico al que no le suponga tanto drama hacerme sentir querida.
Contra el mundo.
Siempre ha sido difícil, ya lo sabes, aunque ahora siento que cada vez lo es menos.
Y sí, es cierto, tengo momentos de esos en que las cosas son tan intensas que añoro un sentir similar al mío. Supongo que debe pasarte lo mismo en esa ausencia de frialdad que yo no te puedo dar.
Pero también es cierto que, la resiliencia, a tu lado, es bonita. Esa construcción tan fuerte, esas ganas incansables de que funcione todo, aunque, a veces, ambos queramos tirar la toalla, picar espuelas; coger ese corto atajo para abandonar el quebradero de cabeza.
Solo que, también es algo que ambos sabemos, no encontraríamos esa plenitud en nadie más; tenemos muchas experiencias a espaldas para demostrarlo.
Entonces, somos tú y yo contra el mundo, y no lo cambiaba.
martes, 11 de junio de 2024
Extraño.
En mi mente está montado todo ese escenario.
Ese en el que has estado semanas leyendo mi blog al completo. Ese en el que leíste que me seguía molestando eso, y dejaste de hacerlo un tiempo… aquí dentro, lo dejas de hacer por miedo. Luego, recapacitas, y vuelves a hacerlo, porque, total, ya ni hablamos.
Total, ¿qué más da que me moleste?
Yo entiendo tus acciones, yo también la veo preciosa. Luego, me miro a mí, y tus palabras siguen resonando en mi mente: “no eres tan guapa, no entiendo por qué me gustas tanto”.
A veces, saco eso de mi cabeza. Eso y las otras veces que he tenido que enfrentar a la tristeza por no reconocerme frente al espejo. Últimamente no me gusta mi cuerpo, y esas palabras siguen haciendo mella, como todas las otras.
Pero yo no puedo ser esas personas; yo no tengo ese carisma.
Creo que eres un extraño familiar; nunca nos llegamos a conocer completamente. Y hoy, justo hoy, después de ver que lo vuelves a hacer, se me han quitado las ganas de saludarte como la otra vez si volvemos a encontrarnos; creo que me quedan sólo las cortesías.
domingo, 9 de junio de 2024
Fobias; el rasguñar de la mente.
Qué extraña la mente humana.
Lo pienso cada vez que se presenta una de esas nimiedades que tanto desentonan a la lógica.
Esta noche, la batería de mi lamparita se ha acabado y mi nictofobia ha hecho acto de presencia en la mera ansiedad de pensar que no tendré luz si la noche me come. Paradójicamente, ese es el hecho significativo que me sumiría en mi fobia hasta devorarme el sueño; la ausencia de confianza.
Porque, esa lamparita no va a ser encendida esta noche, por mucho que esté cargada en plenitud, pero el hecho de poder contar con ella, marca una abismal diferencia mental para poder dormir… y es curioso ver esa misma perspectiva mental que supone que una fobia aparezca únicamente ante la ansiedad de crear un supuesto; un hipotético escenario en que me vería sin luz en medio de la noche.
Qué curiosa la mente humana. Qué simple y compleja.
martes, 4 de junio de 2024
Trabalenguas.
Hoy he sentido un cúmulo de cosas, como siempre, solo que hoy todo parece más grandilocuente.
Tal vez sea porque no encuentro esas ganas en mi interior cuando soy presa de esta rutina opresora.
Estoy cansada y cargo con todo sola, porque no hay nadie a mi lado cuando abro los ojos y tampoco cuando voy a cerrarlos, porque, a veces, echo de menos esa intimidad tan cercana que hace tiempo que no encuentro.
Paso mucho tiempo contigo y me estoy saturando, porque traes esa mezcla de complacencia e inmadurez que, ahora mismo, me gusta a la par que disgusta. Porque veo tus problemas y le veo a él, y esa parte de miedo que se quedó con su ausencia hace el viaje de vuelta, y me agobia.
No tienes la culpa. Yo tampoco la tengo; al final, ese egocentrismo sacado de los problemas primarios me repele, como si yo fuese agua y tratase con aceite. Las ganas que tenia de conocer ese interior se pudren, porque has sido sólo un soplo de aire fresco, una sonrisa con vaho helado, cuya calidez se ha perdido al instante, en medio de la gélida noche.
Al menos, me quedo con esa inocencia, esa bondad que te había colocado a las puertas de una amistad.
Luego… luego están los problemas de siempre. El no encontrar esos detalles en los que sentirme vista.
La lucha constante contra un tipo de amor que no es el mío. El buscar unos brazos que no pueden darme calor.
A veces, me gustaría que tu impulsividad volviese a ganar la partida, porque, esta vez, no volvería a dar otra oportunidad. Porque esa misma impulsividad me ha dejado fuera de otro evento feliz que podríamos haber compartido, y me deja el ánimo hecho trizas, en busca de un buen pegamento para reconstruirlo.
A veces, siento que nuestros problemas son tan banales, tan sencillos de evitar, que, cada vez que rompes tu palabra, no me reconozco dando espacio al perdón. No sé cómo sigo adelante, si resquebrajas tanto esa confianza férrea que llegué a tener en ti.
Me siento cansada, sin miedo a que mis sentimientos te abrumen otra vez, porque, si lo hacen, me harás el favor de dejar espacio para que pueda crecer esa parte sentimental en otro lugar.
Me siento cansada, sin ganas de repetir más mi lugar, mis necesidades, sin ganas de tener ganas de que me tengas ganas…
domingo, 2 de junio de 2024
Aspereza.
Hastiada… ¿es la palabra?
La vida es ambivalente. A veces un caos, a veces una repetición de sucesos diaria.
Ahora mismo; estoy en la segunda.
Me levanto para trabajar, para dar las medicinas a Merlín y vuelvo del trabajo con el mismo propósito. La casa se derrumba por sus propios cimientos, entre el desorden y las pocas ganas que tengo de que eso cambie ahora mismo.
Los instantes saben a cenizas.
Será porque me alejo de quien quiero, y eso trae al miedo en una constante.
También pienso en ti, no te creas que eres fugaz en mi vida… no como el tiempo que pasmos juntos.
Echo de menos a quién eras al principio y, a veces, me arrepiento de haber conocido eso. La vida sería menos tediosa si no fuese conocedora de mis ausencias.
Has dejado de interactuar con ella. Me pregunto si es porque sabes que lo he estado viendo, si es porque sabes que aquella vez me molestó tanto como para dejarte mis sentimientos entre estos muros. Si es porque sabes que ya no la sigo, porque me sigue doliendo no reconocerte dónde te creía firme, porque, cuando lo veo, me pareces otro humano más.
Otro de esos babosos que dan llamadas de atención a una cara bonita, de los que parece que no saben que juegan con ellos y se ven realmente patéticos pidiendo caso entre otro millón de tíos babosos.
Creo que por eso, solo por eso, jamás volvería a contemplar un camino que volviese a ti. Ni aunque las cosas cambiasen tanto como para que eso sucediese; no lo permitiría.
Porque, cada vez que veo eso, la persona que conocí se hace un poco menos real y, simplemente, me apetecía escribirlo, porque ya no lees esto. Ni tú ni nadie, y mis sentimientos pueden fluir sin que me avergüence de ellos; ya no hay alguien del otro lado esperando a juzgarlos.
Querría contarte que, últimamente, me felicitan por mi trabajo. Que me esfuerzo por primera vez, que destaco. Que conseguí el elogio de alguien importante, pero que sigo teniendo ese síndrome del impostor corroyendo mis entrañas.
También he conocido a alguien nuevo. Alguien con quién he podido pasar buenos ratos, como contigo antes de que todo se volviese turbio.
No es tan profundo como tú, y eso casi que me alegra, porque le da ese toque de nostalgia y melodrama que tanto nos gusta. Tampoco tengo miedo de que ocupe ningún lugar extraño, porque nuestra historia nos enseñó a los tres y creo que ninguno volvió a ser el mismo.
He cumplido ya uno de mis objetivos anuales, el más difícil has de saber, ahora puedo aspirar a otras metas; puedo seguir moviéndome.
Creo que también te gustaría escuchar eso, o tal vez ya no. Tal vez ya haya pasado a la recámara del odio, donde existí sólo para utilizarte.
Me gustaría poder proyectar algo más que eso. Poder proyectar que si me importan esos pensamientos, aunque no tenga control sobre ellos, pero tengo que ser estoica o volvería a una espiral infinita.
Ahora, tengo ayuda profesional para mis picos emocionales. Para tratar mi pasado.
Ella me ha pedido que escriba todo cuanto siento, no sólo la parte dramática de mi existencia.
Vaya fastidio… ¿no, tío?
sábado, 1 de junio de 2024
Runaway II
Que escriba, que escriba...
Pero, ¿qué evoca esto?
A veces, mis emociones sólo son amasijos de fragmentos, mal cohesionados, tratando de salir a flote. Su solución es sencilla; que lo escriba. Claro, como si fuese sencillo fijar la vista y no perderla en el blanco infinito de píxeles que se extiende ante mis ojos, tratando, en balde, que el negro despunte en un conjunto al que acabaría denominando retazo.
¿Es esto un retazo? No, sólo soy yo, con esa canción burbujeando en mis pensamientos, apareciendo en cada recodo, despuntando en el silencio; "Runaway from me baby, runaway"...
Y ese fragmento de mi pasado viaja con ella. Ahora, soy capaz de centrarme en los sentimientos que podía contener ese cúmulo de dramatismo al que, antaño, daba forma, como tantas otras veces, porque el sentimiento vuelve con la canción, pero, ahora, puedo mirarlo de manera distinta.
Ahora, sé que tengo apego evitativo para relacionarme con las personas, por eso siempre sentí que rompía todo cuanto tocaba, por eso sigo sintiendo que lo hago.
Dejo la melodía, a piano, de fondo, y todo son sentimientos...
Mi carne alza el vuelo, también mis huesos; toda mi materia, y veo lo que soy... soy miedo.
Cada vez que siento que alguien va a ser especial; soy miedo. Cuando noto el más mínimo cambio; lo veo a través del miedo y me alejo por ese mismo miedo. Puedo ver mis heridas sangrar alrededor de ese miedo, y aferrarme a la moralidad de sentirme incomprendida, para usarla como motor en el que reforzar ese miedo y poder alejarme.
Luego, la culpa salpicará mis entrañas; pintará un nuevo cuarto para ella sola aquí dentro y tendré que cerrar esa estancia, aunque sepa que la puerta se abrirá eventualmente y me arrastrará a su interior, donde la pintura todavía está fresca para seguir manchándome.
Pero yo preferiré ese nuevo cuarto a volver a perder a otra Sandra, a otro Javi... porque no querré otra esencia escurriéndose de manera infinita entre mis dedos, sin poder hacerla nunca más mía.
Porque preferiré romantizar esa ausencia, ese dolor y esa culpa, sin dejar que la otra persona llegue siquiera a comprender un ápice de este dolor, porque habré sido incapaz de compartir a mis preciosos fantasmas... porque son míos. Es lo único que me queda de ellos, ¿para qué iba a querer compartirlos? ¿para que me abandonen al completo?
No.
Mejor huye y deja que te romantice, serás parte de estos píxeles negros, pero no por mucho tiempo, porque ya tengo a tres eternos, no puedo querer tanto a nadie más. Y yo... yo seré la mala en otra historia, pero mejor eso a que empatices conmigo y sea la víctima; nadie se merece eso.
jueves, 30 de mayo de 2024
Fragmento.
Querido mendigo,
Últimamente, todo han sido despedidas. Las personas se tornan encapsulaciones de arena, que acaban por desdibujarse en el tiempo, una vez las has dejado ir. Es complejo, porque, llegado ese punto, la mente disocia y parece que esas personas nunca ocupasen un lugar real.
(…)
lunes, 20 de mayo de 2024
Despierta.
Despierta. Sigo despierta.
Hoy no he tomado ninguna pastilla, he preferido que mi mente se debata en ese tormento eterno por saber qué quiero.
Ahora mismo, estoy triste y con poca fuerza. Te diría algo muy distinto si hubieses preguntado hace unas horas, cuando sentía que podía enfrentar al mundo entero por poder resguardarte entre mis brazos.
Ahora me siento estúpida. Una estúpida que espera.
Ahora, me pregunto qué espero, me pregunto si mi confianza se está resquebrajando o si soy yo la que lo hace.
Hoy siento que el amor no es un idilio. Que no va a aparecer la persona perfecta y vamos a tener algo precioso y duradero.
El amor es una construcción, es trabajo. Es no guardarse lo que uno siente porque sabes que la otra persona puede escucharte, porque sabes que no es blanco o negro y que habrá un acuerdo que os hará sentir queridos, que el dolor no se expone para reclamar nada, sino para hacer que las cosas funcionen mejor y evitar que se quemen.
Que el amor no es sano de origen, que se construye con otra persona que no está sana, al igual uno mismo, porque ¿quién lo está hoy en día?
Que tampoco es perfecta ni tiene todo lo que quieres, porque esa persona ideal no existe, y siempre habrá algo con lo que lidiar. No se puede tener el control, solo acuerdos que acerquen a esos dos corazones a entenderse un poco mejor.
Hoy… hoy estoy triste. Porque tu partida ha sido tan abrupta que me duele no saber qué pasaba por tu cabeza este tiempo como para que, los acuerdos en los que yo creía que nos encontrábamos, te estuviesen alejando.
Hoy no entiendo cómo se ha roto todo de un día para otro, igual es que te has cansado de que nunca haya sido fácil, no puedo culparte tampoco por ello.
Mi balanza tiene un agujero y se escapan por él las cosas buenas al no tenerte cerca para construirle juntos un parche. Hoy pienso más en que te estoy forzando a quedarte cuando ya me has dicho que quieres irte. Cuando, supongo, habríamos puesto otro acuerdo si te quisieses quedar.
Hoy me siento culpable por las palabras que hayan sido un ancla para ti, porque las decisiones no se toman a la ligera y, si ya la tomaste la otra noche ¿quién soy yo para tener que hacerte ver lo contrario?
No soy nadie, ni quiero serlo. No así. Si hace tiempo que te falta algo conmigo, si no soy la persona que te llene, tampoco quiero que te fuerces a que lo sea.
Yo quiero mi relación sana con quien quiera también construirla conmigo, y será difícil. Más ahora que viene el duelo, pero esta vez… esta vez ya tengo cita para empezar con mis herramientas. Estoy contenta por ello, que es más de lo que podría decir de mí hace dos años.
Stolen Dance.
Nos arrebataron el paraíso, ese al que sólo las personas de las flores tienen acceso. Nosotros tuvimos que contentarnos con imaginar cómo sería, cómo habría sido que nuestra infancia no estuviese cimentada en un mar de cenizas, en imaginar cómo sería cruzar las puertas de esa utopía y haber crecido felices, al margen de una historia manchada que todavía nos persigue.
Parece no importar todo lo que afrontemos al miedo, él siempre se hace más fuerte y nos recuerda por qué no podemos ser personas normales, simplemente, los idilios pertenecen a las personas de las flores, que no se complicarían en trabajar el entramado complejo de una relación que se salga de ese paraíso. Tal vez ellos las tengan, porque debe de ser mucho más fácil convivir con alguien que no tiene traumas. Tal vez por eso sean felices y siempre tengan flores.
Yo, me contento con las épocas en las que soy realmente feliz, porque creo haber encontrado a alguien que no teme a la profundidad de mis heridas, porque me conoce lo suficiente para saber que no me rindo nunca, a menos que quiera que me rinda. Y abrazo mi dolor cuando decide irse, porque valoro lo feliz que he sido.
Yo solo quiero ser una persona de las flores, quiero borrar toda mi historia y hacerla de nuevo. Quiero que no me siga condicionando esa soledad, ni ese miedo. Quiero no sentir tanto y poder expresar todo de otra manera. Pero, a veces, no puedo, porque, por mucho que haya trabajado y lo siga haciendo, a veces, soy esa persona rota, y no me queda más que abrazar mis pedazos hasta recomponerlos otra vez, y es algo complejo.
Supongo que tú debes sentirlo igual y prefieres no hacer frente al miedo, porque, a veces, es más sencillo dejarlo ganar. Yo lo sé. Sé de sobra lo que aterra y lo que cuesta, cuando nos hemos criado así, con una coraza para protegernos del mundo que sólo nos hacía daño. Yo lo sé de primera mano, no puedo culparte ni odiarte por ello. Me gustaría abrazarte y pedirte perdón por no haber sabido ver esa parte tuya que estaba volviendo a la coraza. Ojalá haberla visto antes para saber que esto te estaba superando y que necesitábamos ayuda, me duele pensar que es tarde y que te he perdido, que esa horrible sensación de no encontrar a la persona a la que amas en el brillo de sus ojos va a volver, que, ahora, vas a ser un extraño que no me quiere ni ver...
Pero tienes que estar contento, estos días le gano a batalla a mis sentimientos, y he pedido ayuda para no dejar que me engullan. Tienes que estar tranquilo si esta decisión es la que necesitas, yo no voy a estar sola y tú tampoco lo estarás y, si ya no quieres luchar, te guardo un sitio en mi corazón para cuando hayamos dejado de sentir, para podernos apoyar desde la amistad, que es el final que se merece esta historia tan bonita.
domingo, 19 de mayo de 2024
Duelo.
Me duele el cuerpo, los huesos. Siento cada parte con una palpitación fuerte, como si las entrañas me desgarrasen y apretasen cada desgarro.
El aire llega extraño a mis pulmones; el corazón no está bombeando como debería.
El suelo es frío y hace que me sacuda como un trozo de tela al viento, y este ardor... este ardor oprime mis intestinos con candencia, dispuesto a fundirme el alma si se lo permitiese.
No voy a permitírselo, aunque sé que tengo que habitar un tiempo con todo ello.
No puedo sola esta vez, y es algo que nunca antes me hubiese permitido decir, pero me hago mayor y no puedo con todo; ya no tengo esa pretensión en mí misma.
Ahora, miro de frente esta avalancha, y sé que va a engullirme. Sé que va a corroer mi carne y exponer mis huesos, y no puedo hacer como que no me importa o como que no ha pasado, porque el dolor es tan fuerte como imaginaba, y tiene que existir para no mellar mi futuro otra vez.
Cuando pase la tormenta, me imagino en la cumbre, con una mente sana y con todas estas ganas de hacerlo bien, pero ahora sé que van a irse, y quedarán sustituidas por esas ganas de no sentir todo tanto, que se transforman en una penitencia.
Yo también quiero que las cosas sean más leves, que no me importe tanto lo que ocurre, que no me devore y destroce el amor, como siempre lo hace, pero algo debe estar mal en mí, como para volver a este sentimiento tantas veces.
Me gustaría saber qué es... qué pieza está rota para poder cambiarla. Para ser el faro de Alejandría y no la barca con remaches que se esfuerza por mantenerse a flote.
Estoy en shock porque no me lo esperaba.
Porque ha costado tanto construir que pensaba que todo estaba bien cimentado, como para pasar el huracán y seguir conociéndonos; seguir invirtiendo en esta reforma que ambos sabíamos que iba a ser dura, porque siempre lo ha sido, pero bonita, como también lo ha sido siempre.
Ahora, solo tengo esas palabras rondando la mente: "hace un tiempo que siento que me falta algo". Ojalá haberlo sabido todo ese tiempo, para que no lidiases tampoco con esa carga solo, o para haber cerrado mucho antes esto, si te sentías incompleto a mi lado.
Lo que a mí me faltaba, ya lo sabes, no es algo que te haya ocultado. Es algo que he expuesto muchas veces para poder trabajarlo, pero sé que ha sido un mundo para ti y que no soy la persona de tu vida como para poder cambiarlo o invertir más tiempo en una relación que debe ahogarte.
No puedo culparte por ello, a mí me gusta una unión más fuerte y a ti una independencia más marcada, y es algo que ha estado ahí siempre y ha acabado por devorarnos.
El problema es que veo tan fácil la solución para que funcione, veo tan fácil tener ganas, que me cuesta comprender que sea todo un mundo para ti, pero eso es porque no soy yo la persona adecuada y es con eso con lo que debo de quedarme para no romantizar una ausencia que no se ha paliado.
Me llevo, sobre todo, una buena sensación, porque lo que teníamos era una construcción muy sana. Se hacía difícil porque no barríamos los problemas debajo de la mesa, los afrontábamos, y eso es lo bonito.