jueves, 17 de noviembre de 2022

Día 8: Mar.

El agua, helada, te aguardaba.

Rompía feroz contra mis piernas, reclamándote.

Mis manos se han sumergido en ella, te han dejado ir.

Tus cenizas han quedado danzando al son de la furia de un mar de invierno, que, sin lugar a dudas, sabía que ibas a llegar; que sabía que tenía una nueva esencia que atesorar.

El último rastro de la materia que confortaba tu cuerpo, blanco, ha sido engullido por la oscuridad de la noche, por la intranquilidad del mar.

Ya no quedan más despedidas, solo el mismo sitio de siempre para llorar.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Día 7: Despedida.

 Hoy ha sido nuestro último adiós, pequeño, hoy he vuelto a ver tu cuerpecito después de esta semana nefasta.

Estabas tumbado en un catre metálico, con una rosa y una vela. Perdóname por no haberme podido acercar a tocarte por última vez, no quería que la frialdad de tu cuerpo vacío se instaurase en mi alma.

Moriste en casa, con nosotros, y aquí es donde creo que vas a estar siempre, no en el recóndito lugar al que han llevado tu cuerpo para que lo consuman las llamas.

Verte de nuevo, encorvado sobre ti mismo, ha sido tan horrible como imaginábamos, pero mi corazón, aunque me duele al recordarte, descansa un poco más tranquilo, porque sabe que he sido fuerte por los dos y no he dejado de acompañarte hasta el final.

La media hora que he esperado tirada sola en el suelo, aguardando que me devolviesen la poca esencia material que queda ya de ti en este mundo, ha sido horrible. Pero necesitaba que el frío calase en mis huesos, para acompasar el vacío y las lágrimas; tu ausencia y mi fortaleza.

Me hace feliz saber que has sido tú quien me ha acompañado en los peores momentos de mi vida y que he sido yo quien ha luchado por la tuya hasta el último momento. 

Nuestras almas nacieron para encontrarse y esa unión no es algo que el plano material nos pueda quitar... tú siempre vas a estar en mí, como papá, y ahora, tus cenizas descansaran junto a las suyas.

Gracias por todo mi vida, has sido el mejor hijo que podía tener y no te hubiese cambiado por nada en este mundo. La pureza de tus ojos, de tu personalidad, de tu esencia... siempre va a ser mía, y el motivo de mi fortaleza, siempre tuyo.

Te prometo que voy a seguir luchando aunque ya no estés, para poder honrarte de por vida, para poder seguir recordándote y evitar que mueras, porque tu recuerdo siempre va a arder en lo más profundo de mi corazón.

Te amo Aslan, y sé que, quien te va a cuidar ahora, también lo hace.

martes, 15 de noviembre de 2022

Día 6: Apatía.

 Me siento tan vacía por dentro... como si, de alguna manera, tu marcha se hubiese llevado todo mi interior.

No me reconozco a mí misma, ya nada se me antoja como antes.

Mi cometido, durante estos seis días, ha sido dejar la mente en blanco, evitar que tu recuerdo me despedace cada vez que veo tu carita. 

Supongo que llevo toda la semana preparándome para mañana...  he conseguido entrar en un estado de apatía absoluta.

Mañana es tu incineración... 

Sé que, si voy, esa imagen va a perturbar mi mente de por vida, pero también sé que, si no voy, jamás podré perdonarme haberte dejado solo en el último momento. 

Soy lo suficientemente consciente de mí misma como para saber que me dolería más abandonarte por no haber sido fuerte a tener otro trauma más en mi conciencia a, de alguna manera, sentir que si no estoy vas a sentirte solo... aunque ya no quede ningún resquicio de ti en ese cuerpo.

Así que, mañana nos volveremos a encontrar; dos cascarones vacíos. Tu cuerpo inerte y el mío vacío, tu ausencia y mi apatía.

Serás cenizas entre mis manos; el último tramo del recorrido.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Día 5: Culpa.

 La culpa es un sentimiento que perfora el alma, la martillea hasta hacerla añicos y eclipsa el resto de recuerdos.

Cuando llegué a casa, aquella mañana en la que tu corazoncito todavía latía, estabas raro. Tan raro como has estado muchas veces por tus patologías. Aquella mañana me fui a dormir extraña, con el sentimiento de que, tal vez, debía quedarme despierta contigo y ver cómo evolucionabas.

Cuando me levanté, ya fue tarde y la culpa se quedó conmigo. 

Me acompaña cada día cuando pienso en que debí quedarme despierta, en que, tal vez así, todavía seguiríamos en esta lucha juntos. Me acompaña cuando pienso en que traté de darte todo cuanto pude, pero no siempre fui tan constante, no siempre tenía toda la paciencia; muchas veces pensé en rendirme. 

Me dije, más de una vez, lo duro que era luchar sola, darte las pastillas, darte de comer, limpiar pis, caca, vómito, no tener silencio nunca en casa. Hoy me arrepiento de todos y cada uno de los pensamientos intrusivos que tuve; de todas las veces que pensé en tirarla toalla, que me prioricé a mí.

Hoy la culpa me recuerda que, si hubiese sabido valorar mejor lo que tenía, ella no me acompañaría.

Día 4: Vacío.

 He vuelto a soñar que no te habías muerto. Esta noche ha sido la segunda.

Cuando abro los ojos, me espera el inmenso vacío de saber que era un sueño que, realmente, no estas a mi lado.

Tus hermanos también saben que no estás... Artemisa se pasa el día conmigo, me acompaña cuando lloro. Merlín está más alterado, como si ya nadie le transmitiese calma, y Oniria... ella ya no quiere pisar el comedor para dormir, ya no se queja cuando la encierro conmigo en el cuarto.

Recogí tus cosas para donarlas, para no tener que verlas, aún así, siempre aparece algo tuyo en algún rincón, como si Andrómeda tampoco se quisiese hacer a la idea de tener que dejarte ir.

Hoy he dormido hasta tarde, no quería enfrentarme a la realidad. 

Cuando me levanto, no sé qué hacer, no hay nada que me suscite el menor interés, ni siquiera me apetece hablar con nadie, soy incapaz de sentir más ausencia que la tuya. Has conseguido que el resto del mundo no importe, que el resto de dolores no existan. 

Aquí dentro solo habita el vacío que tú has dejado, no hay hueco para nada más...

sábado, 12 de noviembre de 2022

Día 3: Ceniciento.

Anoche recordé tu pequeño cuerpecito tirado en el suelo del comedor, inerte, con la boca desencajada y los ojos abiertos. 

Recordé el largo camino al veterinario, con tu cuerpecito entre mis brazos, con tu mirada perdida en el cielo.

Recordé cómo tuve que dejarte allí, en una de las consulta, mientras te daba un último beso, ese que ya no  sentiste. Ojalá pudieses haberme dado uno de vuelta.

Hoy no he podido estar en casa, porque tu ausencia se hace cuesta arriba. No puedo ir al comedor sin esperar verte, sin esperar que te alegres porque me oyes llegar.

 Mi corazón está roto y el mundo sigue ceniciento; todos notamos tu ausencia.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Día 2: Lluvia.

Desde que te fuiste, no ha parado de llover. Parece como si el mundo estuviese tan triste como yo. Como si papá quisiese apoyarme y llorar conmigo tu pérdida.

Cuando llegué a casa esta mañana, no me recibiste con la panchita para arriba, esperando que la rasque para estirar las patitas y ponerte feliz.

Me duele en el alma que no estés.

jueves, 10 de noviembre de 2022

Día 1: Silencio.

El silencio y la limpieza, me recibirán ahora en tu lugar. Podré comprarme aquella gilipollez que tanto quería, podré viajar sin miedo a que, cuando vuelva, ya no estés... porque ya no estás.

Cómo explico yo que prefería no tener dinero, que prefería que este hogar fuese un desastre a tener que vivir sin ti, sin tu mirada, sin tu presencia que tantas veces me ha arropado cuando el mundo me venía grande.

Ahora, en vez de tu tos, escucharé un silencio perpetuo, un silencio que me recordará que la casa está vacía sin ti, casi tanto como me siento yo por dentro.

Va a ser difícil decidir por qué luchar ahora... tú ya no me vas a necesitar nunca más, pero yo... yo voy a necesitarte cada día de mi vida.

Llegaste a mí cuando cruzaba mi primera depresión, fuiste el bálsamo que me faltaba en tantas noches de lágrimas. Eras una bolita de pelo con aires gatunos, que, sin pretenderlo, se convirtió en mi otra mitad, que me recompuso poco a poco...

Crecimos juntos y superamos todo lo que vino, y cuando el mundo quiso devolverme al pozo de la depresión, tú volviste a estar ahí, cada día, cada noche, feliz por tenerme y yo feliz por tenerte a ti.

Llevábamos dos años muy duros, con muchos sustos y, en el fondo de mi corazón, siempre supe que aguantabas por mí, así que gracias Aslan. 

Gracias por cada uno de los trece años que hemos pasado juntos, gracias por no tirar la toalla, por seguir queriéndome a tu manera, por demostrarme que existe el amor de verdad, el incondicional, el puro, por no dejar que me sintiese sola, aún cuando yo sentía que no le importaba a nadie.

Eres el mejor regalo que el mundo me ha dado y no voy a olvidarlo nunca...

No voy a olvidarte nunca.

martes, 1 de noviembre de 2022

Heat waves.

Te imagino parado en medio de la lluvia, dejando que el agua te empape al completo y resbale por los cristales de tus gafas. Te veo cruzarla para llegar a mí, como si no te importase cuánto se esté interponiendo entre nosotros, como si lo único que deseases es llegar a mi lado.

Yo te esperaría con una sonrisa puesta, de esas que tú sabes bien que ocultan que he estado llorando, que no he podido dormir otra noche, que estoy rota por dentro, casi, casi tanto como lo estás tú.

Tomarías mis manos, abrigándolas entre las tuyas, me harías salir al fin de ese baile de máscaras del que tú también has estado esperando salir, aún a sabiendas que eso nos arrancaría de la falsa realidad que ambos hemos estado viviendo, que nos haría caer al abismo... no te importaría, y a mí tampoco porque, por una vez, habrías decidido asumir que el mundo pesa menos cuando estas conmigo, que duele menos desde que he llegado.

Ahora, bailaríamos otra danza, la de nuestras miradas. No te importaría que mis ojos sean puertas al infierno, esta vez habrías decidido quemarte, quemarte conmigo y quemar todo cuanto nos ha rodeado hasta llegar a este preciso momento. El ruido desaparecería entonces, y solo nos tendríamos el uno al otro.

En el silencio, desnudos, sumidos en la oscuridad, tu piel rozaría mi piel, tu cara descansaría en mi pecho, pero solo para oírlo latir, porque sabrías que, a veces, mi corazón encuentra otras maneras de latir aparte del dolor; a veces mi corazón es capaz de encontrarte.

Quedaríamos precipitados a vivir en el abismo de nuestra infinidad, ¿qué más íbamos a necesitar?, si seguiríamos ardiendo en las llamas que provocarían el roce de nuestros cuerpos, si la falsa realidad ya no se esforzaría por seguir opacando nuestros sentimientos pero... habría de llegar el agua.

El agua empezaría a inundar el abismo, la infinidad. Nos cogería por sorpresa, justo cuando tu mirada hubiese conseguido, de nuevo, que el corazón me doliese en el pecho, lo utilizaría como pretexto para engullirnos los pies, para separarnos.

Poco a poco, yo me iría hundiendo, mientras... a ti solo te cubriría los tobillos.

Nuestros cuerpos ya no se tocarían, ya no arderían porque, mientras el peso de mi corazón seguiría arrastrándome a las profundidades, el tuyo habría decidido que no soy suficiente para doler, para avivar el hueco que hay en tu pecho.

Te miraría una vez hundida, a través del agua, con la mano extendida allí donde tú también has dejado la tuya, pero con una espesa capa separándonos, como siempre.

¿Por qué tu mirada cruzó la lluvia esa noche? Querré preguntarte, pero no podrás oírme.

Porque, realmente, nunca cruzaste la lluvia y salvaste la distancia que nos separaba, nunca te desnudaste ante mí y dejaste que todo ardiese, nunca bajaste al abismo y te quedaste conmigo. Tú seguiste empapándote al otro lado de la carretera, mientras me veías ser arrollada. 

Tú siempre supiste que era mejor así. 

domingo, 16 de octubre de 2022

Muda.

Concienzuda, concienciada... 

¿Es eso?... Esta espiral parece devorar las entrañas, es una vorágine que parte del interior y arrasa cuanto soy.

¿Pero, qué soy? A veces, esta piel no parece la mía. Me siento ser en un caparazón que no es lo que soy... Y otra vez la espiral.

¿Qué soy? Un ente disforme, tan dual que no queda representado en ninguna de sus formas. Soy todo y soy nada, porque para ser algo, para alzarme en el absolutismo debo dejar de ser y es imposible; no puedo dejar de ser lo que no soy y lo que soy a la vez... Espiral, espiral...

Si visto esos ojos, los que no son realmente los míos, porque el traje ha dejado de representarme; puedo juzgarme. Cuando lo hago, no me entiendo... ¿tanto supone el platonismo? ¿tanto suponen esas ideas abstractas para no permitirme banalizarme de nuevo?

A veces, lo echo de menos... te echo de menos. Me reconozco tan fehacientemente en esta nueva versión de mí misma que... ya no me reconozco. ¿Dónde quedó mi simplismo? ¿Dónde quedó aquella parte de mí que estaba dispuesta a vender su alma por verte feliz?

No me reconozco... Ya no aspiro a tales argucias, mi yo interior ya no se las cree, pero, a la vez, me reconozco más que nunca, porque mi mente ha obviado lo intrascendental, sus aspiraciones cada vez se desvinculan más del lívido y redundan en lo metafórico.

Si volviese a ti, si volvieses, ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo coparía esta nueva versión de mí a la que yo representaba? ¿Nos reconoceríamos al mirarnos?

A veces, sueño que no te has ido y he seguido perdiéndome en el camino de lo humano, pese a haber pasado la vida convencida de que esa no era mi dirección. Es confuso para mí sentir que me pierdo y no pierdo de igual manera, cuando pienso en ti. Porque la añoranza de la cópula que formábamos se enfrenta al deseo de unidad que irradia todo mi ser.

Y me sorprendo imaginando las nuevas versiones de nosotros mismos, dejándote crecer a mi lado, en mi nueva versión no privativa que sabe que, su corazón, de alguna manera, va a quedar siempre ligado a ti porque, al pensar en el amor, no concibe volver a adentrarse en palabrerías y demostraciones, no concibe ser de nuevo lo que ha sido, porque volver a lo humano es perder la humanidad.

El universo ha ardido y lo he estado contemplando en primera fila con un extintor en las manos. ¿Por qué no lo accioné? ¿Había, acaso, opción de hacerlo? Es uno de esos conocimientos que, paradójicamente, prefiero no adquirir. Tal vez tú mirabas el mismo fuego, pero tu extintor no funcionaba, o, tal vez, decidiste no tirar nunca de la anilla, tal como hice yo.

¿Te encuentras en el mismo baile, también te pesa la piel? Llevo meses en esta interminable muda y, siento que, va a durar eternamente. No, más bien, espero que dure eternamente, porque contentarme sería volver a lo que fui, volver a lo mundano.

¿Es acaso el amor esto siempre?, ¿un transcurso mermante en el que se pierde la identidad del ser por una conjunción? Sigo divagando en la esencia de lo incorpóreo, en la pureza de un sentimiento que no transmute, que deje ser y concebir, a la vez que sea y conciba, pero, cuanto más  me pierdo en la divagación, más surrealista se convierte. Más prejuicios, más exigencia; más lejos de dejarse llevar y más cerca de cerrarse a la unidad del ser.

¿A caso importa? Me refiero... ¿tan relevante es combinar con alguien como para perderse a uno mismo?

No, a mí ya no me importa. Solo mi parte visceral se regodea en la añoranza, pero es ella misma la que sabe donde no va a volver; está aceptando la muda.

jueves, 6 de octubre de 2022

Somos esto.

Esta noche tu recuerdo ha quedado evocado, flotando a  expensas de que mi parte lógica abandonase todo resquicio de mi cuerpo, y, la visceral, surgiese entre las cenizas de la deconstrucción de mí persona.

¿Otra vez suena extraño? Lo siento, futura yo, esta no es una de esas entradas de las que puedas escapar haciendo caso omiso. No, no.  Más bien sea otra de esas muchas otras que vuelvas a leer y, cómo no, pienses por qué diantre no la has borrado todavía.

Ya sabes por qué estamos aquí; es por él. Por la persona que más redunda en este blog, por la persona que nos destruyó e hizo que se marcase una dualidad férrea en nuestro interior que, con los años, no ha hecho más que seguir creciendo.

Hoy ha sido otra de esas noches, de esas que últimamente tenemos. Dentro de unos años habrás olvidado la época en la que escribiste esto, pero me gustaría recordarte que estás en la segunda deconstrucción de tu persona; la segunda que recuerdas de las que decidiste marcar como un hito. 

¿Qué nos ha llevado a eso? Tal vez esta pregunta ni te la hagas, creo que sabrás de sobra la época desde la que te estoy hablando, pero... por si dejas olvidado este lugar otros muchos años, recordarte que, en efecto, este camino se trazó por una ruptura.

No la primera, ni la segunda; esta es la tercera. La que ha hecho que no entiendas muchos aspectos de la persona que volvías a ser cada vez que entrabas en una relación. La persona que eras cada vez que decidías abandonarte a ti misma por alguien más.

Creo que puedes sentirte orgullosa cuando leas esto, conseguimos retomar el camino una vez más. Redescubrimos nuestra psique interior, nuestra naturaleza más analítica; hablamos con nuestro raciocinio. Esta vez, Berni no ha aparecido, al menos, no tanto como la vez pasada. Esta vez hemos forjado a Alistóteles.

Estoy segura que de esta no vas a olvidarte, pero tal vez sí olvides cómo la parte lógica adquirió un sentido... Ya que, ¿a caso recuerdas cómo la visceral acabó por tomar consciencia como Berni? 

Sorpresa, sorpresa, personaje ambivertida con ansiedad social, Alistóteles nació de tus amigos. ¿Tiene lógica, no? ¿A caso Berni no nació de la soledad? 

Es el raciocinio y la objetividad que nos esforzamos en representar cuando alguien nos habla de aquello que le duele, es la versión de nosotras que hemos trabajado en años de soledad, la que queríamos mostrar cuando consiguiésemos poder convivir y ser felices en compañía, no de una pareja, ¡olvídate de eso que llevamos años pecando de lo mismo!, esta vez ha sido en compañía de personas dispersas...

Todas ellas conectando con una parte de tu psique, desde la mística, las intensas, el soso, el analítico ¿te suenan a estas alturas? Dales las gracias por sacar lo mejor de ti.

Ahora bien... no es eso por lo que estoy aquí, escribiendo para ti. Hoy hemos desbloqueado un recuerdo y ha sido gracias a Alistóteles (evidentemente, no te iba a contar su historia en balde).

A estas alturas, debes saber que nos ha hecho llorar, como tantos otros, pero ¿sabes una cosa? Esta vez no ha sido un recuerdo de culpa, en serio...

Él estaba allí, en el cuarto del tete, y tú le escuchabas hablar con la prima Jose. Estaba frente al ordenador y sonreía. Es paradójico que te cuente esto llorando, pero esta vez no solo lloramos de nostalgia, hay felicidad en estas lágrimas, Ali. ¿Sabes qué veo ahora cuando miro a papá sentado en el escritorio del tete? Le veo sonreír y contar, con mucho orgullo, que su hija ha escrito su primer relato para un concurso del cole. "El sueño de Simón y Lucy", ese corto relato de caballería en el que no querías hablar más que de amor... Ya ni siquiera me da vergüenza, es bonito ver dónde empezaron a romperse todas nuestras ilusiones y en qué punto estamos, pero... fuera de eso, ha sido hermoso recordar a la primera persona que se paró a prestar atención a lo que había en nuestro interior.

Llevo toda la noche dándole vueltas, entre lágrimas, ¿es posible que naciese ahí el amor que tenemos por la escritura? ¿sigues pensando que escurrirte entre las frases que vas dejando es la manera más hermosa de morir, de vaciar nuestro interior?

No paro de pensarlo... Somos esto, Ali.


miércoles, 28 de septiembre de 2022

Vendaval.

Partiendo de la base de mi idealización de tu persona…

Podría decirte que mirarte se compone de silencios y pensamientos mal formados. El negro de tus ojos tiene la capacidad de abrumarme el alma, aunque suene complejo, es mucho más sencillo de lo que parece... Tengo la teoría de que contienen una hipnosis capaz de hacerme retroceder a vidas pasadas donde, sin duda, he coincido contigo. 

Es curioso poder mirar a una persona y sentir que el universo ha empezado mucho antes de vuestra existencia en esta vida, pero que os ha visto renacer y reencontraros una infinidad de veces...

Lo cierto es que, mirarte, va más allá de eso. Hay calma en el brillo de tus ojos, hay complicidad y reciprocidad. Cómo si, de alguna manera, a tu alma también se le abriese una ventana.

A veces, paso inadvertida a ellos, como si mirar la infinidad de tu ser estuviese restringido, como si los encuentros entre almas estuviesen predestinados a darse en ocasiones puntuales. Otras veces, por el contrario, los sorprendo observándome, encontrando en mí atributos que hasta ese momento no existían para ellos. Pero qué extraño, ¿no? ¿cómo iba a decirte eso y pretender que lo entendieses?

Sí, sin duda ese es el siguiente punto... tu complejidad camuflada de simplismo. Y es que tu mente es extraña; parece ofuscarse en las cosas redundantes, las cotidianas, parece que hablarle en términos más abstractos la crispe y devuelva a un estado de reacción primitiva, otras, por el contrario, descubro que esa simplicidad es una coraza y, debajo, hay un ser analítico que se pierde en sus propias ambigüedades. Que, tu manera de ver el mundo, lejos de ser sencilla, se compone por un amasijo de sensaciones que acaba por quedar reprimido en un gesto o una palabra escueta, haciendo que, el resto del mundo llegue a perderse ese universo oculto que te ensimisma... 

Sin embargo, la forma en la que pienso en ti cuando no te veo dista mucho;  tu figura se desvanece y pierde consistencia, como si de alguna manera te convirtieses en un ente extraño cada vez que pasa el fin de semana. No hablar contigo te disforma, hace que pierdas fuerza y que olvide qué es lo que sentí la última vez que eché una mirada al pozo que hay en tus ojos, la última vez que me sentí resguardada entre tu presencia, cómplice de una sonrisa. Por curioso que parezca, resulta no ser algo que añoro. Tomo costumbre del silencio que establecemos entre semana, lo aclamo de manera inconsciente, es una manera de impedir que pueda echarte de menos, de recordar el lugar que tengo para ti y acaba por gustarme que te conviertas en un extraño el resto de la semana. También me gusta que nuestra conexión se rompa, así no ando buscándola cuando nos vemos, la olvido, no necesito que se de, más bien dejo abierta la puerta para que suceda por ella misma si tiene que materializarse de nuevo o, por el contrario, dejarte como un extraño un día más...

¡Qué complejo!

Ya debes saber que mis sentimientos siempre oscilan, son trapecistas manteniéndose en la fina línea entre la fraternidad y el amor, entre la calma y la ira. Ojalá pudiese tener una respuesta a lo que se levanta en mi interior cada vez que nos vemos, lo que queda cuando nos separamos, una palabra hecha para dos almas que se encuentran y permanecen, pero nunca son en ninguna de sus formas, pero... tal vez ni exista.

jueves, 25 de agosto de 2022

Despertar.

El destino te puso en mi camino sin pretenderlo, de manera casual, fugaz, como si nuestro encuentro fuese un instante perdido en el tiempo, hecho para prevalecer en esa deriva temporal.

Sin embargo, ambos rebasamos esas fronteras, anduvimos salvando la distancia, recordando aquel instante en el tiempo que nos había unido.

Tu presencia fue abriéndose paso en mi interior, sin ningún tipo de pretensión, simplemente... tú estabas ahí, cada noche, para mí, y yo estaba ahí, de igual manera, con una sonrisa, para ti.

Supongo que, tu cálida presencia en aquellas noches desvaídas ayudó a que forjase una apariencia de ti, de lo que me hacías sentir, de lo que creía que tú sentías cuando compartías aquellos pequeños ratos de intimidad conmigo.

Tu cara oculta tardó poco en llegar, lejos de nuestras noches, esa persona que, en apariencia, tú representabas, se truncaba, dejando un regusto agrio y vacío, un amargo escenario de promesas incumplidas, de interés forzado, de presencia intermitente.

Nuestra relación siguió así por un tiempo; de pronto llegabas y derrumbabas toda clase de muro hasta hacer temblar sus cimientos. Te establecías y recuperabas aquel vacío que tu ausencia había dejado y volvíamos a empezar... Aparecía, de nuevo, nuestra intimidad, acompañada de noches que pasaban en un suspiro, del calor de nuevas promesas; la esperanza volvía a establecer sus tretas, cegaba de nuevo.

Sin embargo, tú, caballero del desazón, no contento con adueñarte de páramos baldíos en los que eras capaz de sembrar, tan pronto como llegabas... desaparecías, y ya no habían más estrellas en ninguna de mis noches.

Tenías el poder del imán y sabías aprovecharlo cuando, por casualidad, te encontrabas cerca. Porque tú debías nutrirte de ello, de sentir que podías sembrar en un campo yermo, para luego irte a sembrar en otro y, aún así, yo era incapaz de echarte de mi interior, porque seguías iluminándolo cada vez que volvías.

Ahora, la luz está apagada; rompí la bombilla. También quemé el campo y luego lo inundé de pesares. Ya no tienes nada que iluminar y nada que sembrar, ¿qué vas a hacer ahora?

lunes, 22 de agosto de 2022

Luna en Escorpio.

 ¡Me he cansado! le dije.

Los ojos de Cosmo relampaguearon al mirarme. Lo habría visto ya, seguro, reflejado en las estrellas.

Pero era cierto, lo sentía en el pecho; una nueva puerta se había abierto, sumándose al resto de realidades. Había adquirido una nueva visión, como ocurría cada vez que descendía al abismo.

Aquella vez no había sido diferente a las anteriores, ni mucho menos; el abismo rasgaba las entrañas, revolvía sobre uno mismo, te dejaba desvaído y, lo peor de todo no era aquello, sino regresar. Volver a subir a tu vida, como si no te acabasen de derruir por dentro.

No todo el mundo podía regresar, muchos eran los que se perdían en realidades de la mente, hasta aquel momento ocultas. Pero yo estaba de vuelta, de nuevo recompuesta y tenía el pomo de aquella nueva puerta bien aferrado.

 Comprendes, ahora, que no puedes salvarles a todos —Cosmo no me lo preguntaba, lo afirmaba con una sabia sonrisa.

Claro que lo comprendía, lo veía a través de la puerta.

Estaba tan embelesaba por su dolor, que me había perdido en el intento de salvarle, cuando él no quería ser salvado. Ahora lo veía claro, ahora podía postergarlo al segundo plano. 

Era un ápice más consciente del poder que tenía el dolor de los demás sobre mí. Lo agradecía.

— ¡Es que no debió hablarme de su dolor! protesté, aun a sabiendas que Cosmo no me juzgaba—. Pero ya me he hecho la promesa —le dije, casi sin mirarla.

Mis ojos estaba fijos en el topacio místico que descansaba sobre mi dedo anular. Aquella vez, iba a priorizar por mi misma, por mi propio dolor, ¿quién, sino, iba a cuidar de mí más que yo? 

Era una guerrera, aquello ni siquiera iba a ser una cicatriz. No, porque llegaban cosas peores...

Sabía que me aguardaba la prueba más fehaciente; se acercaba el invierno. 

Iba a ser un invierno largo, frío, triste... Y después, probablemente, la primavera seguiría siendo helada, pero no me importaba. Iba a apostar por mí, debía volver a hacer aquel tedioso camino por el que ya había pasado otras veces, solo que, esta última vez, no iba a escatimar en quererme.

— Sabía que podrías, amiga. Ya te lo dije; vi tu Luna en Escorpio —Cosmo sonreía.

Le devolví la sonrisa. 

Las cosas siempre pasan por una razón; aquella era la mía.

sábado, 20 de agosto de 2022

¡Qué pesada!

Te encontré en medio de la tormenta. Tu vestías una sonrisa mal puesta, yo, un corazón vacío.

El agua llenaba ese espacio muerto entre ambos, una húmeda capa de frío. Desesperada, me aferré a tus huesos, pero estaban desprovistos de calor... Yo andaba buscando llenar allí un anhelo perdido, una reminiscencia del pasado, un calor lejano perdido hacía diez años.

Poco fue el tiempo en que esas ilusiones, forzadas, funcionales, comenzaron a helarme, en que la tormenta me caló al completo, aun pensando que tu presencia me servía de paraguas.

La realidad es que... no existe una realidad.

Las personas, baldías, son echadas a construir sus propias percepciones. Ni siquiera el mejor de los hogares queda exento de personas, acuñando este último término al egocentrismo humano. Si cada uno tiene su propósito, entonces, nosotros mismos somos piezas del camino de propósitos de otros, y así, un bucle interminable, donde nos construimos utilizándonos de la manera en que hemos aprendido a hacer.

Yo, por ejemplo, construyo y deconstruyo en la dependencia emocional que siento hacia aquellas personas que me hacen sentir un hogar. Tal vez porque el mío siempre estuvo roto y lleno de brechas por las que entraba la soledad.

Así pues, me enamoro de las personas rotas. No es un sentimiento romantizado, ni mucho menos, no es que pretenda establecer lazos, una familia, una casa… No, no es eso, es solo que, al mirarlas, veo un reflejo de mi propia psique; me veo a mi misma. Me creo con el poder suficiente como para llenar sus grietas, también las utilizo, porque sé que ellas llenan las mías 

Y así, se establece un baile, un movimiento desenfrenado en el que me veo precipitada, en el que me muevo vertiginosamente hasta que, claro está, adquiero una nueva cicatriz. Porque, aunque las personas estén rotas, ellas han construido una realidad muy distinta a la mía y, mi ímpetu, suele dejarme fuera de ella.

Entonces, viene ese vaivén en el que me fuerzo a asumir que, cada uno tenemos nuestra manera de actuar, ¿debo entonces volverme fría porque eso es lo que se necesita de mí?... Pero, ¿acaso alguien se vuelve cálido cuando yo estoy cayendo al vacío?

"¡No fuerces las cosas!" Qué consejo tan vacío. Como si los sentimientos pudiesen forzarse y no fuesen un mar que te engulle cuando todavía estás en la orilla. Como si todo sentimiento estuviese romantizado y no pudiese dejarse libre, dejar que sea. El amor existe en más formas que esa, va más allá de del sexo, más allá del tacto y las promesas de caminos juntos. 

El amor es una mirada de complacencia, en medio de tantas vacías. Es una fortuita conexión mental cuando tu mente se estaba atrofiando. Es sentir que alguien pertenece a "casa", aunque para ese alguien solo seas un imprevisto, espontaneo e insistente vendaval para el que ya ha construido muros de hormigón.