Tu sofá acoge el peso de nuestros cuerpos, nos envuelve entre el tejido grisáceo de los sueños que estamos dejando sobre su terciopelo.
Me miras y te ríes. Te miro y sonrío también, porque hemos encontrado otro instante de complicidad entre esta hermosa tregua que llevamos meses perpetuando.
Nuestros cuerpos se entrelazan sin haber pedido permiso, solo han dejado de resistir al magnetismo que tienen, y ahora descansan uno sobre el otro, levemente, entre suaves caricias, entre tímidos besos desenfadados, entre nuestras manos entrelazadas.
Muchas son las veces que me has dicho que te gusta cuando te miro y sonrío, después de haber estado divagando. Porque, dices, traigo un brillo intenso en los ojos y una sonrisa profunda. Me encantaría que tu mente pudiese llegar al planteamiento de qué debo sentir en ese momento, y no solo se quedase en la superficie de la belleza que captas.
Tal vez, fuese capaz de decirte que a veces te miro, y me siento tan profundamente en casa que se me estremece el cuerpo ante el temor de ser consciente de sentir algo así. Que te veo sonreír mientras te pierdes entre tus recuerdos, mientras me abres una puerta a que pueda contemplarlos contigo y se me encoge el pecho ante el amor que perpetuamos juntos. Que se extiende hasta hacerme divagar en tantas cosas con respecto a ti y a mí, que me quedo muda, con esa sonrisa y también con ese miedo a que te estés dando cuenta que me he perdido en ti, tan profundamente, que voy a pasar un domingo llorando sin entender qué pasa… que me perderé en tus palabras de dolor cuando me dices que no serás capaz de permanecer a mi lado nunca más porque el pasado sigue siendo una daga en tus costillas.
Entonces, tengo que retraerme y fingir que eso no está ahí cuando nos reímos. Tengo que aferrarme a tu sofá con desespero, sin saber si será la última vez que podamos unir así nuestras almas antes de que la reminiscencia del dolor tinte nuestro presente de nuevo.
Me encantaría decirte que no sé lo que siento, que no sé qué clase de amor es este. No sé si estoy enamorada de ti o si nuestra amistad ha trascendido lo terrenal y deba encontrarte en cada una de las vidas que tengamos que vivir. Yo sólo sé que te siento profundo, en los huesos. Que no te dejo de pensar nunca, pase el tiempo que pase… eres una constante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario