Vienes a mi mente con la intensidad de la resaca y me crujes como a una rama reseca, carcomida por el sol.
Echo de menos que me acaricies con tus palabras, con tu manera de acercarte a mí, con tu forma de tener presencia cuando estás a mi lado.
Lo echo de menos y casi ni lo entiendo, porque sé de sobra que no te conozco y que, tal vez, todo esto que estoy añorando, desvaída, no sea más que una proyección falsa, como tantas otras que he visto.
Escucho tus audios y me destroza tu voz, tan bonita, tan dulce, con ese pequeño toque de picardía y… me jode. Me jode horrores porque sé que me he pillado, aun a sabiendas que no quería hacerlo.
Pero aquí me tienes, pensando en ti un sábado por la tarde, deshaciendo planes que podrían llevarme a un puerto distinto del tuyo, siendo incapaz de sacarte de mi mente, pese a que llevemos una semana ya sin hablar.
Atesoro casa momento a tu lado, porque he sentido la calidez de un hogar y porque, aunque en el fondo no quiera creerlo todavía, estoy a dos días de que me digas que te vas… de tener que borrarte como si no hubieses existido nunca.
Y cómo ibas a ser luego mi amigo… condenarías al siguiente a no poder quedarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario