Me he arraigado a esta nueva forma de mi esencia de manera tan asidua que, todo interés se balancea ferozmente cuando vuelvo a sentirme pequeña.
Esta Alicia sabe que no pudiese seguir perpetuando el rol que se autoimpuso cuando buscaba las migajas de una madre ausente, incapaz de hacerle sentir vista. Esta Alicia sabe que, su anterior versión creció en la creencia de que el amor que soñaba recibir en casa, lo encontraría más adelante en un amor verdadero, si era capaz de seguir andando un túnel interminable, aunque lo hiciese sola... tendría su luz.
Hoy, lloro y abrazo a esa Alicia, porque no tuvo la culpa de tener que crecer sola, sin que nadie le demostrase que la quería, sin que nadie le hiciese sentir vista y le recordase que sus sentimientos, aunque fuesen tan profundos en un mundo más tibio, tenían su lugar y su valía. Ella aprendió a reprimirlos porque sabía que vendría el castigo de la indiferencia, el silencio y la intermitencia de una madre que era incapaz de validarlos. Ella crecía con el aprendizaje de que el amor verdadero se basaba en esfuerzo, aunque en ese camino tuviese que renunciar a lo que ella era para demostrar que merecía la pena quererla, que merecía la pena permanecer a su lado.
¿Cómo puedo culparla de esas expectativas infantiles de sanar a través de un vínculo, sin que nadie le hubiese enseñado primero a amarse a sí misma, a no esconder sus sentimientos y alejarse de la gente a la que le quedaban grandes... de gente como mamá?
Hoy, la abrazo y la amo, porque nos mantuvo en pie con sus esperanzas, aun cuando el mundo la tumbaba una y otra vez en ese camino por encontrar a su persona hogar. Hoy le enseño que su persona hogar somos nosotras y que los vínculos se construyen sin perder el centro, porque, de esa manera, es como se atrae a las personas con las que puede enraizar y no esas otras en las que se siente en una zona de confort tóxica, heredada de la infancia.
Nos ha costado 31 años pero estamos aquí, al final de ese túnel, y los rayos de sol broncean nuestra piel.
Ya no dudamos de lo que necesitamos y nos alejamos de los lugares en los que, para caber, nos obligan a empequeñecer y aceptar aquello que no resuena con nosotras. Sabemos que jamás seríamos felices al lado de personas que no quieren conocer la profundidad de las cosas, que ven el cuidar a otras como un sacrificio en vez de disfrutar de la armonía que trae ver felices a las personas que amas de manera recíproca.
Ha sido un camino muy largo, muy duro y, aunque los rayos de sol todavía llegan a través de las nubes, el trabajo ahora es que esas nubes se esfumen, pero no gracias al amor de otra persona, sino gracias al amor de respetarnos, darnos nuestra valía e irnos a tiempo de los lugares en los que tenemos que coexistir matando nuestra alma, tapando nuestras necesidades... siendo una persona que no somos.
Siento fuerte, en lo más profundo de mi alma, que nuestra razón de ser no era perpetuar esos patrones, era romperlos para acabar con esa herencia familiar y construir una herencia nueva.
No te culpo, mamá, sé que hiciste lo que pudiste, que también tuviste que lidiar con una indiferencia materna y construiste una coraza de la que ya no te pudiste desprender, pero yo no soy como tú. Yo soy fuerte. Yo rechazo tu indiferencia y abrazo el amor que no me has dado para poder dármelo yo y dárselo a las futuras generaciones de esta familia, que vivirán ajenas a esa educación arcaica de la que no quiero ser partícipe.
No te culpo, también abrazo a tu niña interior, la perdono, aunque seas incapaz de validar mis sentimientos, no pienso dejar que eso repercuta en no poder validar los tuyos. Vas a ser la única persona a la que trate con amor ante toda esa indiferencia y devaluación de mi propia persona, pero asumo ese precio, porque ahora sé que solo te lo voy a permitir a ti, ahora sé qué legado estabas dejando en mí y cómo quiero realmente ser; cual es el que yo quiero dejar.
Valido que eres una buena persona, aunque no una buena madre. Y te perdono. Y me perdono también para construir desde otro lugar. Gracias por esta lección.
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