lunes, 19 de noviembre de 2012

Anestesiado sentimiento.

De nuevo aparece, como siempre, como una estrella fugaz a la que esperas y cuando la ves no hay palabras para describir la emoción que sientes, su piel refleja el sol, blanca, como la de un ángel, y su mirada pura vuelve a cruzarse, igual que siempre, pero de una manera u otra, siempre es diferente. Aparece en el día, al igual que lo hace un espectro en la noche, y no puedes  evitar sonreír mientras le ves caminar suavemente acompañado de la brisa. ¿Cuántos años tendrá? te preguntas, más de los que aparenta su rostro juvenil, de adulteradas sonrisas. Parece vivir preso en un aislamiento monótono dictado por un reloj y una vida prescrita, y ¡quien fuese bolígrafo para reescribirla!, para cambiar todos los esquemas a los que atiende y devolverle las alas. Me propongo robar todo el silencio, meterlo en una burbuja e invitarle a dar un paseo en ella, no hará falta hablar porque las miradas saben expresarse, y las manos saben acariciar la distancia que crea el silencio, de nuevo; no hará falta hablar, pues las sonrisas jugarán un papel fundamental y el cielo me respaldará con una ráfaga de aire que impulsará nuestra burbuja y la hará volar. Caerá entonces la noche, y mientas el Sol se olvida por fin de iluminar a su ángel, la Luna me prestará su manto de estrellas para resguardarnos de las miradas indiscretas que no comprenderían el porqué nuestra burbuja flota en el aire. Cruel mente la mía que me tortura con fantasías, pero más cruel es tu amordaza libertad que me impide recitar cual poeta enamorada, pues es platónico aquello que siempre guardo para ti, y pese a que pudiese ser recíproco siempre pesan más los impedimentos que las emociones.

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