lunes, 19 de noviembre de 2012

Soy una estúpida.

Estuve todo el día evitándole, mi corazón se aceleraba cada vez que me encontraba con alguien relacionado con él, o que pasaba por lugares en los que solía estar, pero pese a no verle me fue inútil evadir su recuerdo, cada cosa que hacía, veía o escuchaba me recordaba a él y de ese modo su imagen se proyectaba continuamente en mi mente. En cierto modo quería verle, pero saber si mi ausencia le preocupaba era  una de esas razones convertidas en demonio que había impedido que durmiese bien. Al final del día me lo encontré. Estaba parado al pie de la escalera, lucía la misma sonrisa de siempre, esa que penetraba de lleno en mi alma. Evité mirarle y fui directa a recoger mi bici, pero él me siguió, y mientras quitaba las cadenas, sacó un libro que le había prestado y acompañado de una sonrisa, me dijo que había estado buscándome todo el día para devolvérmelo. Yo fui incapaz de reprimir esa sonrisa tonta que surcaba mi rostro cada vez que nuestras miradas se cruzaban, pero pronto caí en la cuenta de que seguramente si no fuese por el libro, no se habría percatado de mi ausencia. “He llevado puesto mi traje invisible” le dije, intentando que no notase la tristeza de mis últimos pensamientos. Yo seguí quitando las cadenas y él permanecía a mi lado con el libro en las manos, supuse que esperaba por cortesía y de una manera que más tarde recapacité y supuse que se tomaría como antipatía, le dije que podía dejarlo encima de mi mochila que seguramente llevaría prisa, “uy chica” fue su respuesta, cuando levante la mirada de la bici para decir algo más ya se había marchado. Luego tuve una larga vuelta a casa para pensar posibles respuestas que puede que le hubiesen servido mejor para comprender qué me pasa, pero bueno.. soy una estúpida.

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